O iluminar el futuro o ennegrecer el pasado
Han agravado las dudas sobre España empeñados en aniquilar el ‘prestigio’ de sus predecesores
Nos avisaba Milan Kundera, en El libro de la risa y el olvido, de que el futuro es un enigma carente de interés. Nos explicaba también que la ambición mayor y más extendida es la de entrar en el laboratorio donde se reescribe la historia y se retocan las fotografías. Porque muchos están dispuestos a permutar la bruma incierta del futuro a cambio de lograr un pasado insigne. En el caso presente cobramos la impresión de que el Gobierno de Mariano Rajoy, una vez interiorizada su incapacidad para iluminar el futuro y encender la esperanza, se ha encaminado presuroso por la senda segura, que conduce al oscurecimiento del pasado zapateril con las tintas más negras e indelebles.
En esa línea, un buen amigo del mundo de la empresa parafraseaba hace unos días al reverendo Martin Niemöller diciendo que vinieron a por la CAM, pero yo no era la CAM / vinieron a por Bankia, pero yo no era Bankia y que cuando vengan a por Botín ya nos habrán llevado a todos por delante. En España, añadía, se pasa sin solución de continuidad del vamos a contar mentiras a concursos de sinceridad preventiva de efectos letales. A la CAM la intervinieron en un pronto y cambiaron la cuenta de resultados de positiva a menos tropecientos mil. En Bankia, igual. Con esto, nuestros (i)responsables políticos están consiguiendo que nadie crea nada de la economía española y que no nos den tiempo a saneamientos estructurales y orgánicos. Su conclusión provisional era que, después de haber sobrevivido a los que no sabían hablar inglés, ahora vamos a fenecer en manos de un fundamentalista con idiomas. En su opinión, el ministro who speak english es la personificación más clara del bombero pirómano. Todo el patrimonio acumulado del sector financiero va a entrar en ebullición en 120 días, una vez confiada la misión clarificadora a dos evaluadores retribuidos —las zorras en el gallinero, según las etiquetó Xavier Vidal-Folch—, que ya no tendrán ni que trabajar. Les bastará con apuntarse al worst case scenario y extrapolar los datos de Bankia a todo el sector financiero. Si acaso, con un coeficiente corrector del 0.9 para los dos primeros.
Todavía resuena la voz de Antonio Maura diciendo a la altura de 1905 aquello de “que gobiernen los que no dejan gobernar”. Una frase que los electores del 20 de noviembre acertaron a repetir bajo la nueva formulación de “que se vayan los que no saben gobernar y que les releven los competentes para hacerlo”. Era la comprobación aplastante de los efectos causados por los clamorosos errores del presidente José Luis Rodríguez Zapatero, sin que desmerezca un ápice el mérito de la actitud opositora sostenida durante las dos legislaturas anteriores con Mariano Rajoy a la cabeza. Su logro indiscutible fue el de estigmatizar al Gobierno socialista, mientras ZP quedaba huérfano de cualquier apoyo mediático, a excepción del brindado de forma inconmovible, a su manera, por su periodista preferido entre todos los incursos en la zona de deslinde marítimo terrestre. Llegaban los marianistas con una mayoría parlamentaria, aún mayor que la oceánica lograda por el que había posado tantos años como su líder máximo, José María Aznar. Llegaban precedidos por su valía probada en los escalafones de los altos cuerpos del Estado con un Registrador de la Propiedad al frente. Se escuchaba un sonoro suspiro de alivio. Por fin, los competentes que darían confianza. Pero solo han conseguido agravar las dudas sobre España, empeñados en aniquilar no se sabe bien qué prestigio de sus predecesores. De manera que ahora asistimos al espectáculo sincrónico de Rajoy dando seguridades de que no habrá rescate europeo de la banca, seguridades que no se sabe a quién alivian, mientras sube, que sube, que sube, que sube la prima de riesgo. Así que tranquilos, no habrá rescate europeo. Como respondió el taxista maltrecho del cuento al hijo extrañado por el aspecto impecable de la prenda de cabeza: “Menudo es tu padre pa que le toquen la gorra”.
Corriendo por la banda de La Moncloa, advertía también la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría que “el Gobierno descarta buscar responsables por la crisis de Bankia”. Tampoco los va a buscar, no vaya a ser que los encuentre, su nuevo presidente, José Ignacio Goirigolzarri. Es la misma negativa a que se aferró Luis María Ansón cuando se hizo cargo del salvamento de la quebrada Asociación de la Prensa de Madrid en los primeros 80. Entonces, uno de los vocales de aquella Junta propuso que al menos el retrato de Lucio del Álamo se colgara invertido, cara a la pared, y que su dosier se enviara a la Escuela Superior de Policía para ilustrar un caso de estafa. ¿Por qué no hacer lo mismo ahora?
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