Domingo Malagón, una deuda de la democracia
En su figura se encarnan los mejores valores del comunismo español
En la figura de Domingo Malagón (Madrid, 1916) se encarnan los mejores valores del comunismo español. Como muchos otros ilustres y anónimos camaradas, a los 19 años se incorporó al PCE y al Quinto Regimiento y combatió por la República tras abandonar sus estudios en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando. Tras la derrota sufrió los rigores de los campos de concentración hasta su fuga en 1941 a Perpiñán, donde colaboró en la reorganización del PCE en el exilio, y en 1959 entró a formar parte de su comité central.
Recién llegado a Francia, se le encomendó la labor de falsificación documental, que hasta el año 1977 permitió el movimiento de entrada y salida de los comunistas en España y el de sus dirigentes por Europa, que, de otro modo, hubieran pagado con la cárcel o la vida su lucha por la libertad y su resistencia contra el franquismo. Es bien conocida la anécdota de la peluca de Carrillo, pero menos el hecho de que el pasaporte con el que pudo entrar a España fue la última aportación de Domingo al PCE clandestino. Con los centenares de documentos identificatorios y salvoconductos que falsificó, nadie fue detenido jamás.
Tanto Santiago Carrillo como Ignacio Gallego o Jorge Semprún reconocieron la labor insustituible de quien sacrificó su vocación y agudo talento artístico para, con medios modestos y artesanales, servir al PCE en la larga noche de la dictadura, haciendo bueno el principio “de cada uno según sus posibilidades”.
Supeditado a la disciplina principal, nunca dejó de pintar en los países a los que el exilio le llevó ni tras su regreso a España. Le acompañamos hace unos años en la desaparición de su compañera de toda la vida, Escolástica Jiménez, y hemos tenido la oportunidad de homenajearle en vida en varias ocasiones. Quizá las más emocionantes para él hayan sido la organización en Madrid de una exposición de su obra pictórica y la dedicatoria a su figura de una calle en Parla, municipio en el que residió los últimos 35 años y en el que falleció el 30 de marzo.
Hasta su último momento de conciencia expresó su lucidez y empuje en los actos militantes en los que no dejó de participar con sus atinadas intervenciones, y siempre dispuesto a entonar sus queridas Joven Guardia y La Internacional. Especialmente entrañable es el recuerdo de sus últimos cumpleaños en los que, acompañado de su familia y de los camaradas de la agrupación comunista de Parla y de otros dirigentes, nos transmitía su intenso y necesario entusiasmo.
En el Consejo Político Federal de IU del 31 de marzo, Cayo Lara abrió su intervención homenajeando a Malagón, al que definió como una de las figuras más decisivas en la consecución de la democracia. Muchos son los viejos y viejas camaradas que nos han ido abandonando a lo largo de los años, todos testimonios irrepetibles de una entrega ejemplar a los ideales emancipadores, pero la personalidad de Domingo Malagón engrandece esas ideas y eleva la categoría de buena persona hasta su más digna expresión. A todos sus camaradas y amigos, y especialmente a los responsables de la fundación que lleva su nombre, su muerte nos obliga a redoblar nuestros esfuerzos frente a la actual ofensiva del capitalismo, para estar a la altura de las circunstancias de una figura histórica que estará en los libros de texto una vez superada la interesada amnesia de esta imperfecta democracia.
Juan Ramón Sanz es presidente de la Fundación Domingo Malagón.
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