Un arranque con nuevo estilo marcado por la precaución
La primera decisión dramática en los asuntos culturales fue la supresión del ministerio del ramo
El compás de la espera ha marcado en los asuntos culturales el ritmo de los cien primeros días de Gobierno de Rajoy. Todo empezó con una decisión tan dramática (y recibida con escepticismo, por decirlo de un modo suave, por las gentes del sector): la supresión del ministerio del ramo para asimilarlo en el de Educación, Cultura y Deporte. De ahí que la llegada de José María Lassalle, hombre bregado en la esgrima parlamentaria, a la Secretaría de Estado de Cultura augurase el comienzo de una legislatura regida por un nuevo estilo, otra nueva forma de actuar.
Luego, la aprobación sin titubeos de la ley Sinde, que el anterior Gobierno dejó pendiente, se quedó en espejismo resolutivo. La entrada en funcionamiento de la Sección Segunda de la Comisión de Propiedad Intelectual, que deberá decidir sobre el cierre de páginas webs que sirvan o enlacen sin autorización contenidos sujetos a derechos de autor, ha recibido casi 300 denuncias y se espera que en las próximas semanas decrete la primera clausura, se puede contar como el único hito de un arranque de legislatura en el que la precaución (o la indeterminación) parece ser la tendencia dominante.
Se ha recuperado el tesoro de Odyssey, sí, el litigio venía de lejos, pero aún queda ponerse con la propuesta estrella del binomio Lassalle-Wert: la Ley de Mecenazgo, una promesa que debió haber venido para solucionar el problema de la financiación pública de las artes y su perniciosa dependencia de las subvenciones. De momento solo se ha repetido como mantra. De sus detalles se ignora casi todo.
Recortes de película
Entre tanto, el mundo de la cultura ha vivido en el temor ante la madre de todos los recortes, que, tras un somero anuncio el viernes pasado, aún deberán concretarse el martes con la presentación del detalle de los Presupuestos Generales del Estado. La tijera se llevará por delante entre un 20 y un 25% de las partidas destinadas al subsidio de películas (en este caso, el hachazo se promete de proporciones bíblicas), de museos, de unidades de producción del sector de las artes escénicas y de bibliotecas nacionales. Lo cual, unido a la deuda contraída por las comunidades autónomas con un pasado de despilfarro, presenta una seria amenaza a la misma existencia del ecosistema cultural en España.
Sí, ha habido nombramientos, claro: Víctor García de la Concha al frente del Instituto Cervantes (tras un cortejo en directo a Mario Vargas Llosa que acabó en embarazoso no), y sobre todo, el de María Teresa Lizaranzu, mujer fuerte en la secretaría.
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