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EL ACENTO
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Santamaría, en la catedral

¡Qué tiempos aquellos en que los líderes —y lideresas— del PP se manifestaban en amor y compañía con los obispos contra el aborto o el matrimonio homosexual que legalizó Zapatero!

Si a las pésimas perspectivas económicas se les añaden los rapapolvos de los obispos a algunos dirigentes del PP, puede que los de Mariano Rajoy no tarden mucho en echar de menos la plácida época de la oposición. ¡Qué tiempos aquellos en que los líderes —y lideresas— del PP se manifestaban en amor y compañía con los obispos contra el aborto o el matrimonio homosexual que legalizó Zapatero! Ahora que los de Génova están a los mandos, los jerarcas católicos les piden más cuentas que nunca. Entre medias palabras y sobrentendidos, el arzobispo de Valladolid, Ricardo Blázquez (antaño presidente de la Conferencia Episcopal), ha manifestado su incomodidad por el hecho de que la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, casada solo por lo civil, ejerza el próximo 23 de marzo de pregonera de la Semana Santa en la catedral de su ciudad natal.

María Dolores de Cospedal, secretaria general del PP y presidenta de Castilla-La Mancha, ya tuvo que sufrir hace cinco años un episodio similar. Acababa de ser elegida presidenta del PP en su comunidad y el arzobispo de Toledo Antonio Cañizares la criticó por ser madre soltera y, además, contarlo.

Hagan lo que hagan, de momento los varones del PP parecen estar a salvo; siempre y cuando sean heterosexuales, claro, porque este mismo lunes otro obispo, el de Tarragona, ha arremetido contra los homosexuales, seres a los que los purpurados no solo les niegan el derecho a casarse. Su comportamiento general, ha dicho monseñor Jaume Pujol Balcells, “no es adecuado ni para ellos ni para la sociedad”.

La vicepresidenta ha hecho, de momento, caso omiso de los comentarios de Blázquez. Hará su pregón en la catedral y el obispo no pondrá obstáculo porque, en definitiva, según sus propias palabras, es más un “género literario” que un acto religioso. Quizá ha rectificado sobre la marcha visto el efecto de las críticas a Cospedal, que en cuanto accedió a la presidencia de Castilla-La Mancha se plantó con su mantilla en el Corpus Christi y nadie rechistó.

¿Terminarán añorando también los obispos esos años de comunión con el PP en la oposición?

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