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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

¿Previsible?

Más que un tipo decidido, lo que parece ahora mismo el errático Rajoy es un imprudente aventurero, que amenaza con agravar todavía más la inminente recesión

Enrique Gil Calvo

Las primeras decisiones fulminantemente adoptadas por el Gobierno de Rajoy nos han tomado a todos por sorpresa, dejándonos descolocados a propios y extraños pues constituyen una refutación en toda regla de casi todas las expectativas que se abrigaban respecto a lo que cabía esperar de él. La primera expectativa que ha quedado refutada es el mito del supuesto carácter indeciso de Rajoy. Un mito en el que yo también creí, contribuyendo a realimentarlo con columnas como esta en las que le acusaba de inhibirse con pasividad e indolencia, dado que por temor a equivocarse prefería dejar pudrir los problemas antes que decidirse a resolverlos. Pues bien, hoy toca reconocer aquel error, pues para deshacer semejante mito, Rajoy ha comenzado a actuar desde las primeras de cambio como un decidido hombre de acción, con capacidad de iniciativa para asumir riesgos adelantándose a los acontecimientos. ¿Sabrá seguir así durante mucho más tiempo?

La segunda ruptura de las expectativas que se refutan es el mito de la presunta previsibilidad de Rajoy. Un mito que él mismo se encargó de propagar, cuando alardeaba de que su mayor virtud era precisamente la previsibilidad, como mejor antídoto para combatir la incertidumbre y crear confianza. Pero ahora ya no podrá decir lo mismo. ¿Previsible, un gobernante cuya primera medida de subir los impuestos rompe radicalmente con las expectativas que él mismo había creado al prometer que jamás los subiría, y que al revés, los bajaría en cuanto pudiera? Sólo le faltó decir “lean mis labios”. Mientras que ahora, en cambio, “donde dije digo, digo diego”. En efecto, su primer golpe de timón ha sido una sorpresa total, pues nadie podía prever que el predecible Rajoy se desdeciría a sí mismo. Es más, tan imprevisible resulta su decisión que, si lo sumamos a la precipitación con que la adoptó, obtenemos como resultado algo demasiado parecido a las famosas improvisaciones y ocurrencias que él mismo reprochaba, y con bastante razón, a su predecesor Zapatero. Más que un tipo decidido, lo que parece ahora mismo el errático Rajoy es un imprudente aventurero, que amenaza con agravar todavía más la inminente recesión.

Pero estas dos refutaciones de su indecisión y su previsibilidad no resultan demasiado relevantes, al ser meramente caracterioló-gicas y no afectar más que a la reputación de Rajoy, distorsionando la imagen mediática que proyecta en público. En cambio, lo que sí parece tener mucho mayor interés, porque afecta de lleno a la realidad política, es la tercera ruptura de las expectativas abrigadas que voy a comentar: la que se refiere al presunto carácter “socialdemócrata” que, al decir de los críticos neoliberales que desde sus propias filas le han salido, ha impreso Rajoy a su decisión de subir los impuestos directos (el IRPF) en lugar de los indirectos (el IVA). Y debe reconocerse que aquí aparece una inversión de las expectativas absolutamente imprevista. Esa medida hubiera sido esperable de haber ganado Rubalcaba las elecciones, aunque es dudoso que se hubiera atrevido a tanto. Y en tan contrafáctico supuesto, un Rajoy apocalíptico se lo habría reprochado desde la oposición con dramático alarmismo, profetizando los peores males por tan suicida error fiscal. Mientras que ahora nos encontramos en un mundo al revés con los papeles cambiados: Rubalcaba criticando las subidas de impuestos directos y Rajoy defendiendo la progresividad fiscal (aunque sin osar aún hacerlo en público).

¿Cómo entender esta imprevista propensión de Rajoy a la socialdemocracia tributaria? La explicación más sencilla es que todos roban. Sobre todo en esta democracia volátil donde los partidos cógelo-todo se hacen políticamente cada vez más promiscuos y adúlteros, tratando de seducir sin escrúpulos a las bases electorales de sus rivales. Zapatero le robó al PP su programa político conservador de austeridad fiscal en mayo de 2010, esperando restañar así su inevitable hemorragia electoral. Pero ya lo había hecho antes, cuando trataba de pescar votos en los caladeros de la derecha, al pronunciar su célebre sentencia: “bajar impuestos es de izquierdas”. Y ahora Rajoy devuelve la pelota robando al PSOE su programa fiscal socialdemócrata, esperando no perder demasiados votos por sus recortes del gasto social. ¿Se atreverá también a sostener que subir impuestos es de derechas? ¿Estará reinventando la Tercera Vía neoliberal-progresista?

Pero hasta para robar programas hay que tener rigor profesional, lo que exige hacerlo en sentido contracíclico. Los impuestos solo se deben subir en época de auge y solo se pueden bajar en época de crisis. Justo al revés de como suelen hacer nuestros políticos partidistas, cuya miopía electoral les hace caer en el peor oportunismo.

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