Gansterismo
El Estado invisible, como el subconsciente, no se anda con bromas
Díganme, por favor, si es que uno no entiende nada o si el asunto es como sigue: tenemos un Estado visible y otro invisible, paralelos entre sí. Dos cuerpos, como el que dice. El Estado visible posee los poderes que se esperan de un Estado, cada uno con su correspondiente cacharrería. No nos falta de nada, ni Rey ni presidente del Gobierno ni ministros ni magistrados ni cámaras de representación… Que necesita usted un subsecretario, los tiene a docenas; que una ventanilla para hacer cola, en Hacienda las hay a centenares. Lo mismo cabe decir de las pólizas, de los impresos por triplicado y de los vuelva usted mañana. Todo lo que se puede esperar de un Estado normal, en fin, del mismo modo que de un cuerpo normal esperamos su cabeza, su tronco y sus extremidades. Ahora bien, y aquí empieza lo raro, el Estado visible recibe órdenes de otro Estado invisible. Aun sin haber tomado posesión, Rajoy ya está recibiéndolas por teléfono, por carta y personalmente. En previsión de que saliera díscolo, el Estado paralelo ha hecho coincidir su triunfo electoral con unos cuantos destrozos económicos. Si no te portas bien, han venido a decirle, te rompemos las piernas. El Estado invisible, como el subconsciente, no se anda con bromas. Suele guardar las formas para hacernos creer que aquellos a los que votamos toman decisiones, pero a veces actúan a cara descubierta. Ya se lo dijeron a Zapatero: ni democracia ni hostias, ahora mismo congelas las pensiones y reformas la Constitución porque nos sale de aquí. El Estado paralelo, como el subconsciente, tiene algo de gánster, de modo que si Rajoy o Artur Mas se presentan en su negocio de usted exigiéndole una pasta a cambio de una supuesta protección, ya sabe lo que tiene que hacer, apoquinar. Y cuando a los mercados les parezca bien, montamos otras elecciones, por el qué dirán.
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