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Tribuna
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Entrando en el posterrorismo

Cada vez que se mueve algo en Euskadi, los medios de la derecha lanzan una tormenta de insultos

Josep Ramoneda

El País Vasco ha entrado en la etapa posterrorista. Y todo lo que ocurre ahora en la política vasca tiene que ver con este hecho. Sin el factor condicionante de la violencia, el statu quo de los últimos años se desmorona. ¿En qué se sustentaba? En la hegemonía del PNV y en la imposibilidad del proyecto independentista mientras existiera la violencia terrorista. Este esquema decae. Y es un cambio tan de fondo que algunos lo temen y se niegan a reconocerlo; otros, sin embargo, luchan ya para asegurarse las mejores posiciones en el nuevo escenario. Así se explica la llamada conferencia de paz y así se explica el frenesí que se vive estos días en la escena vasca.

El eje del poder desde el inicio de la transición ha sido el PNV. Los nacionalistas han sido la fuerza mayoritaria, en torno a ellos se han tejido las mayorías e incluso cuando el pacto entre el PSOE y el PP les sacó de Ajuria Enea, han seguido siendo el referente político. Pero el PNV vive ahora momentos de inquietud. Las elecciones municipales han sido un serio aviso para ellos. La izquierda abertzale ha emergido con fuerza como para disputarles la hegemonía y hacerse con una buena tajada de poder, especialmente en Guipúzcoa. Y la oleada de optimismo que genera el fin de la violencia podría alargar el ciclo de subida electoral de Bildu y compañía. Es cierto que los abertzales se beneficiaron del deseo de la ciudadanía de que la época del terrorismo terminase de una vez; es cierto que muchos electores les votaron pensando que favorecían el final de la violencia. Y, por tanto, es lógico que una parte de este voto prestado vuelva pronto a sus orígenes, que en muchos casos están en el PNV. Pero al PNV le han entrado las dudas: los votantes mayores que se fugaron, tarde o temprano, volverán al redil, pero ¿y los hijos? Cunde la sensación de que el viento sigue soplando a favor de los abertzales: la gestión todavía no les pasa factura, las expectativas de un tiempo distinto siguen vigentes. Es una incógnita saber cómo cristalizará el nuevo statu quo. Por eso el PNV tiene prisa para pasar página rápido y entrar pronto en una nueva normalidad. Y en esta normalidad una cuestión clave: ¿se mantendrá la actual línea divisoria entre nacionalistas vascos y nacionalistas españoles, que llevaría al PNV a la alianza con los abertzales, o el PSOE y el PP disputaran por ser pareja del PNV? De ello dependerá el equilibrio del país.

Con el fin de la violencia, la independencia pasa de lo imposible a lo posible. Sin la carga de las armas, se convierte en una opción política a competir con todas las demás. Y así se explica, en buena parte, el ruido de algunos medios de comunicación del entorno de la derecha, que cada vez que se mueve algo en el País Vasco desencadenan una tormenta de insultos y descalificaciones. Se ha dicho muchas veces que lo importante es el fin del terrorismo. Que ETA debe anunciar el cierre definitivo de sus actividades. Y que después se hablará de lo que se tenga que hablar. Estamos llegando a este punto. ¿Por qué cuando se acerca el momento a algunos les entra el pánico? Vuelve la vieja y siniestra teoría de que una ETA de baja intensidad era un instrumento útil para evitar que Euskadi se fuera.

La ciudadanía hace tiempo que da ya a ETA por acabada. Falta saber el día y la hora que, probablemente, se decida en función del nuevo escenario vasco. La incógnita es si ETA anunciará que lo deja ya o lo hará cerca de las elecciones vascas, para dar un empuje electoral a la izquierda abertzale. Pero en la mentalidad ciudadana, quizás porque el deseo se anticipa a la realidad, el final de ETA está políticamente amortizado. De modo que, aun en el caso de que el anuncio formal del final de ETA llegara antes del 20-N, su impacto en las elecciones debería ser bastante limitado. Con lo cual, es presumible que no sea motivo de confrontación entre Rajoy y Rubalcaba. Rajoy, que cuenta con todos los números para ser quien administre el final del terrorismo, tendrá que moverse en el terreno de la prudencia. Rubalcaba simplemente estará a lo que pase, sabiendo que el final de ETA sería un buen corolario a su gestión, sin que forzosamente le otorgara grandes réditos electorales. Ello no impedirá, por supuesto, que cierta prensa de la derecha siga tronando como siempre. Es su carácter. A los conservadores siempre les cuesta digerir los grandes cambios.

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