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EL ACENTO
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Monumentos del derroche

Estadios, instituciones y televisiones locales se ven obligadas a drásticos recortes

Hay gente previsora que antes de comprarse un coche calcula también si será capaz de mantenerlo. A varias Administraciones públicas esta dura recesión económica les ha pillado con coches de lujo cuyos costes de mantenimiento les resulta imposible de afrontar; entiéndase todo ello en sentido figurado, pues ningún político reconocería tal escollo sobre su coche oficial. El problema son esos grandes y megalómanos proyectos ideados por ellos que ahora hay que llenar de contenido y para los que las arcas están secas.

En tan incómoda situación se hallan multitud de instalaciones, pabellones deportivos, estadios, instituciones y organismos, televisiones locales y autonómicas incluidas, auténticas fábricas de déficit, que se ven obligados ahora a drásticos recortes o incluso a la simple y llana suspensión de sus actividades ante la falta de presupuesto público para financiar sencillamente los gastos corrientes.

En pocos lugares saben mejor de estos avatares que en Valencia, donde ni la Generalitat ni el Ayuntamiento de la capital pueden echar balones fuera sobre los derroches del pasado, puesto que se han erigido en auténticos campeones del déficit. Tras gastar cantidades millonarias en edificios imponentes en el viejo lecho del Turia o visitas del Papa, el flamante Alberto Fabra y la veterana Rita Barberá quieren hacer economías. Resultado: frenazo a la actividad del Centro Reina Sofía para el estudio de la violencia y suspensión sine die de la Mostra de València, cuya última edición, celebrada en abril, costó 1,7 millones de euros. Pamplona, por su parte, ha renunciado a su propio festival, de cine documental, Punto de vista, ante la necesidad de recortar gastos. Las obras iniciadas en 2008 del auditorio de Cambrils han quedado paralizadas y el nuevo centro penitenciario Puig de les Basses de Figueres está acabado, pero sin dinero para ocuparlo, de momento. Y eso son solo algunos ejemplos. Hay muchos más.

Una cosa es evidente: durante muchos años este país no necesitará invertir en monumentos. Aeropuertos sin aviones, auditorios vacíos o estadios abandonados son suficiente monumento a la locura de la abundancia que ahora se paga con esta crisis.

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