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Nazik Armenakyan, fotógrafa armenia: “Hay mujeres que se enteran de que son portadoras de VIH cuando se quedan embarazadas y van al hospital”

La artista ha retratado a mujeres seropositivas de la república exsoviética para ayudar a combatir el estigma. Muchas son contagiadas por sus maridos, temporeros que migran a Rusia

Nazik Armenakyan
La fotógrafa armenia Nazik Armenakyan presentando el ensayo fotográfico 'Red, Black, White' (Rojo, Negro, Blanco) en el museo Giotto de Ereván, el pasado diciembre.FOTO CEDIDA POR Nazik Armenakyan

En un pueblo del interior de Armenia donde los hombres migran parte del año para trabajar en la construcción y el campo en Rusia y las mujeres aguardan su llegada, con los suegros en casa, reside una joven que toma varias pastillas a diario, sin hacer preguntas. No sabe para qué son. Se las da su suegra. Las ingiere con un poco de agua. Después descubrirá el motivo: es portadora de VIH. Se lo ha transmitido su marido.

Es una de las historias retratadas en el ensayo fotográfico Red, Black, White (Rojo, Negro, Blanco) de la fotógrafa armenia Nazik Armenakyan, que ha pasado más de cuatro años recorriendo la Armenia rural para escuchar las historias de mujeres diagnosticadas con VIH. Su trabajo se exhibió en diciembre en el museo Giotto de Ereván. “Sentí una sensación muy fuerte de injusticia cuando supe que hay mujeres que solo se enteran de que son portadoras de VIH cuando se quedan embarazadas y van al hospital”, exclama la fotógrafa, en una entrevista por videoconferencia. “¿Cómo puede ocurrir esto en el siglo XXI?”, agrega.

Ni la guerra en Ucrania ni las sanciones a Rusia han frenado el que para algunos es el único medio de sacar adelante a su familia en Armenia. Según datos del Gobierno del país, al menos unos 80.000 armenios viajan a Rusia anualmente para realizar trabajos temporales. Sus remesas suponen un 5% del PIB de Armenia.

La magnitud de esta migración de temporeros es tal que hay pueblos enteros que se vacían de hombres parte del año, sostiene Armenakyan. Según explica, en algunas regiones rurales del interior de Armenia, antigua república soviética, tradicionalmente, irse a trabajar a Rusia ha sido la única manera de sacar a la familia adelante. Pero una vez allí, algunos mantienen relaciones sexuales de riesgo, se contagian de VIH, y cuando regresan a casa, lo transmiten a sus esposas.

“Es un drama”, afirma Armenakyan. En 2012, el 62% de las 228 personas que se habían infectado por el VIH en Armenia lo hicieron en el extranjero (141 casos), según un estudio, publicado en 2016, en el Periódico de la Sociedad Internacional del Sida, y 126 de esos casos tuvieron lugar en Rusia (89,4%). El 20% de las parejas de estos trabajadores migrantes también se infectaron (45 casos).

Se trata de un círculo vicioso, al que se unen la falta de información y vulnerabilidad de estos trabajadores. Un informe de 2019 sobre tuberculosis y VIH entre migrantes de Armenia, Azerbaiyán y Georgia, realizado por la Organización Internacional para las Migraciones de Naciones Unidas, reveló que el estigma era una de las barreras por las que no se hacían pruebas. “También el miedo a la deportación”, cita el estudio de la ONU. Rusia es uno de los 18 países del mundo que deportan a los extranjeros seropositivos.

La cifra de armenios seropositivos, un total de 4.356 personas según los últimos datos, es pequeña, pero creciente. En menos de un año —entre enero y el 31 de octubre de 2023—, se han documentado 500 nuevos casos de VIH en Armenia, de los que un 30% son mujeres. Entre los hombres, la mayoría tiene entre los 25 y los 39 años. Este aumento del VIH en Armenia se ha convertido en una tendencia en la región. Europa del Este y Asia Central son las zonas del mundo con la epidemia de VIH de más rápido crecimiento, según el informe anual de ONUSIDA de 2022, según el cual, actualmente hay unos 39 millones de personas portadoras del virus en el mundo. Un 46% de todas las nuevas infecciones a nivel mundial por VIH se produjeron entre mujeres y niñas, en 2022. En Rusia, hay más de un millón de personas con VIH.

Una epidemia silenciosa entre mujeres

Armenakyan explica que descubrió el tema por casualidad, en 2014, hablando con una amiga y, durante mucho tiempo, estuvo pensando en cómo visibilizar el problema sin exponer a las supervivientes. “No podía mostrar su rostro para que su entorno no las reconociera, sin embargo, había que hablar de ello,” dice.

Contactó con Real World, Real People, una ONG armenia fundada por un grupo de médicos y personas con VIH en 2003. Allí recibió documentación y estadísticas. “Y, cuando vieron que era alguien que realmente estaba interesada, me presentaron a algunas mujeres con VIH”, explica. “En Armenia, aún existían muchos prejuicios respecto al VIH, por las imágenes que habíamos visto en los años noventa” continúa la fotógrafa. “Pero estas eran mujeres normales y corrientes armenias”, añade. Algunas solo habían tenido esa pareja; se habían casado pronto; se habían ido a vivir con los suegros y cuidaban de sus hijos.

Red, Black, White
Una de las piezas de la colección 'Red, Black, White', de la fotógrafa armenia Nazik Armenakyan.FOTO CEDIDA POR Nazik Armenakyan

En un principio, la fotógrafa visitó los pueblos en los que había más casos e intentó varias ideas para abordar el fenómeno, “hasta retratos difuminados”, explica. Conducía por las carreteras y caminos de tierra. Escuchaba las historias y a veces lloraba con ellas, pero llegó un momento en el que tuvo que parar. “Primero, porque realmente no comprendía el tema y segundo, no sabía cómo contarlo”. Era 2016.

Sin embargo, en 2019, retomó el proyecto con un enfoque muy distinto. El resultado fue una serie fotográfica con 10 retratos y varios bodegones. Nada de lo que aparece es casual, ni las manzanas rojas, un fruto que en Armenia simboliza la virginidad de la novia y suelen entregar las familias en el día de sus bodas. O una mesa roja, “que parece algo muy básico, pero es un objeto que existe en el día a día de cada mujer armenia y sobre la que hacen muchas cosas”, explica Nazik. “Pero también es una mesa de sacrificio”, añade, porque muchas mujeres al saber que son portadoras de VIH piensan que no tienen más opciones y aunque sufran violencia, no se marchan. Porque esta, según Armenakyan, es una historia con muchas capas: la falta de educación y prevención, de oportunidades, el tabú en torno a la sexualidad de las mujeres, la vergüenza, la violencia machista.

Cuando el trabajo de Armenakyan se expuso en Ereván en diciembre, acudieron muchos estudiantes. La fotógrafa valoró que los jóvenes hicieran muchas preguntas. “Cuando llegue el momento, recordarán estas imágenes y quizás cambien un poco las cosas, porque si una imagen es capaz de conmoverte, vivirás con ella, esa es la capacidad que tiene la fotografía y el arte”, concluye.

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