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El cólera, la diarrea, el sarampión o la malaria, nuevos enemigos de los desplazados en el Congo

Centenares de miles de personas se vieron obligados a huir de los combates en la región de Goma y a volver a sus lugares de origen, donde malviven en condiciones insalubres que están multiplicando las enfermedades

Sake República Democrática del Congo
Desplazados congoleños se bañan y toman agua de un riachuelo en la localidad de Sake, en el este del país, donde se vieron obligados a huir de nuevo debido al conflicto en esta zona. Imagen tomada el 4 de marzo de 2025Laetitia Kasongo

“Todos bebemos agua de este riachuelo. No hay opción. Pero el agua nos hace enfermar”. Jean-Pierre ha pasado dos años desplazado en el campo de Bulengo, en la ciudad de Goma, en el este de la República Democrática del Congo (RDC), y tuvo que volver a Sake, una pequeña localidad situada a 25 kilómetros. Forma parte de los miles de personas que se vieron obligadas a regresar a sus lugares de origen en enero, tras recibir un ultimátum del M23, grupo rebelde armado que cuenta con el apoyo de Ruanda, que tras intensos enfrentamientos contra el ejército congoleño y sus aliados, se ha hecho con el control de Goma, capital de Kivu del Norte, y de Bukavu, capital de la región de Kivu del Sur.

Para algunos, el retorno era una buena noticia. Para otros, una angustia total: ¿Qué quedaba de su pasado? ¿Qué peligros entrañaba volver? “Antes, en el campo, recibíamos comida y agua en condiciones gracias a las ONG. Aquí, nos tenemos que valer por nosotros mismos y no sé cómo hacer, de verdad para dar de comer a mis hijos”, afirma este padre de familia, que como el resto de personas entrevistadas para este reportaje no da su nombre completo por temor.

Según cifras de la ONU, Goma albergaba a más de 650.000 personas desplazadas en asentamientos improvisados en las afueras de la ciudad, un número casi igual al número de personas residentes en la zona que se han tenido que desplazar desde enero debido al conflicto en el área, que ha provocado más de 7.000 muertos, según el Gobierno congoleño. Esta región, fronteriza con Ruanda, es rica en minerales como el oro o el coltán, fundamental en la industria tecnológica y en la fabricación de teléfonos móviles.

Me acuerdo de las noches en que la fiebre subía y yo temblaba de frío y de dolor. Cada crisis me hacía perder la esperanza de poder volver a jugar e ir al colegio como antes
Amina, niña desplazada

En Sake, la vida se instala poco a poco y sus habitantes, la mayoría de ellos ganaderos y agricultores, intentan recuperar sus vidas pese a la falta de recursos: desde fertilizantes hasta ganado. Los enfrentamientos lo han destruido todo. Además, la población también se ve ahora amenazada por las enfermedades. El cambio de alimentación y sobre todo el consumo de agua no potable aumentaron de manera alarmante los casos de diarrea y la desnutrición, sobre todo entre los niños.

Amina tiene 12 años y enfermó de malaria tras regresar a Sake. “Me acuerdo de las noches en que la fiebre subía y yo temblaba de frío y de dolor. Cada crisis me hacía perder la esperanza de poder volver a jugar e ir al colegio como antes”, recuerda. Sus padres lograron entrar en contacto con los equipos móviles de Médicos Sin Fronteras (MSF) y la pequeña recibió tratamiento. “Pero la malaria me ha marcado y me da miedo volver a sufrir alguna enfermedad y no tener acceso a los cuidados que se necesitan”, afirma.

Unicef y sus socios locales en la RDC han logrado suministrar agua potable a 700.000 personas al día, más de la mitad de ellas niños y niñas, en la región de Goma, tras las interrupciones en el suministro de agua durante los combates. La agencia de la ONU explicó el traslado de personas desde la localidad a otros puntos de la zona como Sake han multiplicado la necesidad de agua potable y saneamiento, ya que las personas se instalan en lugares con escasos servicios e infraestructuras.

“El agua limpia es un salvavidas. Con las continuas epidemias de cólera y mpox en el este de la RDC, los niños, niñas y familias necesitan agua potable ahora más que nunca para protegerse y evitar una crisis sanitaria más profunda”, ha dicho Jean Francois Basse, representante en funciones de Unicef en la RDC. “En todo el mundo, la infancia que vive en contextos de conflictos prolongados tiene tres veces más probabilidades de morir por enfermedades relacionadas con el agua que por la violencia”, agregó.

Decenas de pacientes esperan a ser atendidos en el centro de salud de la localidad de Sake, donde se han multiplicado las enfermedades debido a la insalubridad y la falta de estructuras sanitarias. Imagen tomada el 4 de marzo de 2025
Decenas de pacientes esperan a ser atendidos en el centro de salud de la localidad de Sake, donde se han multiplicado las enfermedades debido a la insalubridad y la falta de estructuras sanitarias. Imagen tomada el 4 de marzo de 2025Laetitia Kasongo

“No sabemos por dónde empezar”

Chantal también bebió agua contaminada cuando regresó a Sake y comenzó a tener dolores insoportables que le impedían trabajar y cuidar de sus hijos. El diagnóstico fue una infección urinaria severa. “A principio no tenía acceso a ningún tratamiento ni cuidado porque las estructuras sanitarias están destrozadas o muy dañadas por los combates. Luego llegó una clínica móvil de MSF y me atendió”, explica. Pero la mujer se dice “angustiada” por las enfermedades que parecen campar a sus anchas por el lugar. “Espero que se dediquen más recursos a los centros de salud y hospitales para que no haya otras mujeres que sufran lo mismo que yo”, confía.

Los centros de atención sanitaria, ya muy frágiles antes de esta crisis, han sido abandonados, destruidos o saqueados. Ahora reciben a muchos pacientes debido a las enfermedades que se están propagando
George Mulomba, MSF

En esta región, MSF ha adaptado su actividad para asistir a esta población desplazada con equipos móviles y apoyando a instituciones locales como el Centro de Salud de referencia de Sake. “La situación humanitaria sigue siendo muy complicada. No sabemos por dónde empezar”, explica, impotente, George Mulomba, responsable de la atención de enfermería en una estructura sanitaria apoyada por la ONG. “Los centros de atención sanitaria, ya muy frágiles antes de esta crisis, han sido abandonados, destruidos o saqueados. Ahora reciben a muchos pacientes debido a las enfermedades que se están propagando con más fuerza, como el cólera o el sarampión”, agrega, en un correo electrónico enviado a este periódico.

En un comunicado publicado a finales de febrero, MSF explicó que se reconstruyó la unidad de tratamiento del cólera, “que actualmente trata a unos 20 pacientes al día”. “En todo el centro de salud de Sake se realizan un total de casi 200 consultas diarias, principalmente por infecciones respiratorias y enfermedades diarreicas. Pero también estamos viendo casos de mpox y a pacientes que buscan atención médica después de sufrir violencia sexual”, explica Anthony Kergosien, responsable de las actividades móviles de MSF en Goma.

En el mercado de Sake, Kavira, una madre de familia de unos 40 años, intenta recuperar su vida tras haber pasado un año y medio en un campo de desplazados. Ella siempre ha sido agricultora y ha retomado su huerta. “Volví hace un mes y he empezado a vender alguna fruta en el mercado, pero enfermé. Era malaria. Recibí tratamiento y ya estoy mejor. Pero muchos no han tenido esa suerte”, lamenta.

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