La odisea de las embarazadas en Nigeria para recibir atención médica
Este es el tercer país del mundo, tras Sudán del Sur y Chad, donde una mujer tiene más probabilidades de morir al dar a luz, según la OMS. La falta de infraestructuras y recursos es uno de los principales motivos, pero hay más
Estoy en la bulliciosa sala de urgencias del departamento de maternidad del Hospital General de Jahun, en la región de Jigawa (Nigeria), donde trabajo como matrona dando atención sanitaria a mujeres embarazadas. Aquí el ritmo de actividad está marcado por la urgencia y la determinación, como un constante latido en el aire.
Hace unos días, llegó al servicio de triaje del hospital Hawa (nombre ficticio), una mujer embarazada de 39 años. Vivía en Bagamaru, una aldea situada en el corazón del noroeste rural del país. Por desgracia, no hay suficientes ambulancias para atender a las comunidades que viven en las zonas alejadas del Estado de Jigawa, así que Hawa tuvo que hacer un viaje de más de una hora en el maletero de un coche, acompañada por su marido, su cuñada y un vecino. Llegó en estado muy grave y sangraba profusamente.
Hawa tuvo que hacer un viaje de más de una hora en el maletero de un coche. Llegó en estado muy grave y sangraba profusamente
Cuando llegó, tuvimos que actuar muy rápidamente. Se le diagnosticó una complicación potencialmente mortal en la que la placenta se desprende prematuramente, provocando una hemorragia interna. La llevamos a quirófano. Durante la operación surgieron varias complicaciones y en la unidad de cuidados intensivos tuvimos otro susto, pero después de una reanimación y varias transfusiones de sangre, Hawa empezó a recuperarse.
Aunque en este caso Hawa consiguió salir victoriosa, las complicaciones que experimentó son una realidad que vemos con frecuencia en el Hospital General de Jahun, en el que Médicos Sin Fronteras colabora con el Ministerio de Salud para ofrecer servicios de obstetricia y neonatología de urgencia. De hecho, la propia Hawa ya había perdido dos hijos en embarazos anteriores.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), Nigeria es el tercer país del mundo, tras Sudán del Sur y Chad, donde una mujer tiene más probabilidades de morir al dar a luz, con una media de 1.000 fallecimientos de madres por cada 100.000 nacimientos. Esta cifra está muy lejos de la meta mundial fijada en los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU, que aspira a que el número se reduzca a menos de 70 muertes maternas por cada 100.000 nacimientos en 2030.
La situación es todavía peor en esta parte del país, en el noroeste, donde vivimos más de la mitad de la población de Nigeria (200 millones de habitantes). Con frecuencia, acuden al hospital de Jahun muchas mujeres con complicaciones graves como anemia, hemorragia y eclampsia. Las salas de maternidad suelen estar totalmente ocupadas o por encima de su capacidad, y a menudo tenemos hasta dos mujeres compartiendo cama.
El problema principal que explica esta elevada mortalidad entre las madres, sobre todo en el Estado de Jigawa, es la falta de acceso que tienen las embarazadas a la atención médica, ya sea prenatal o durante el parto, debido a la ausencia de infraestructuras adecuadas, como ambulancias y centros de atención primaria bien equipados.
En el Estado de Jigawa, las embarazadas deben elegir entre dar a luz en casa o, si surgen complicaciones, embarcarse en un viaje traicionero para intentar llegar a un centro sanitario que funcione
En el Estado de Jigawa, por ejemplo, muchos de los centros de atención primaria no disponen de los medicamentos, el personal sanitario y los equipos médicos necesarios para atender a miles de mujeres en edad fértil. Las embarazadas deben elegir entre dar a luz en casa o, si surgen complicaciones, embarcarse en un viaje traicionero para intentar llegar a un centro sanitario que funcione. Ese fue el caso de Ramatu, una madre de dos hijos que sufrió una eclampsia potencialmente mortal cuando dio a luz a su primer bebé en nuestro hospital. Tardó cinco horas en llegar porque donde vivía no había ningún centro médico y el más cercano no abría por la noche.
Las limitaciones económicas son otro problema grave que disuade a las mujeres de acudir a los pocos centros disponibles. Las dificultades que suelen enfrentar las familias, junto con unas tasas de inflación disparadas, hacen que a la gente le resulte difícil costearse los honorarios de muchos hospitales, los medicamentos o incluso el transporte a los centros sanitarios.
A todo esto hay que añadir las arraigadas creencias culturales que dictan que las mujeres deben someterse a las decisiones de sus maridos, incluso en asuntos relacionados con su propia salud. Es decir, que necesitan obtener el permiso de su pareja o de un familiar varón para recibir atención médica. Y muchas veces no lo consiguen. Como me contaba una compañera matrona, algunos maridos impiden a sus esposas ir al hospital porque no ven la importancia de la atención prenatal o, directamente, porque no quieren que otro hombre trate a sus mujeres.
Como resultado, la mayoría de las embarazadas acaba dando a luz en casa. En el Estado de Jigawa, las tasas de partos atendidos por profesionales sanitarios y en centros sanitarios siguen siendo bajas, y hasta el 80% de los partos se producen en casa. La mayoría de las veces, los familiares no traen a la madre al hospital hasta que ven que el bebé no sale y la propia madre tiene convulsiones.
Como matrona profundamente arraigada en el tejido de esta comunidad, creo que toda mujer merece tener acceso a una atención sanitaria de calidad, independientemente de su estatus socioeconómico o ubicación geográfica. Es urgente que intervengan las organizaciones gubernamentales y no gubernamentales. Reforzar los servicios de atención primaria, mejorar la educación en salud materna y potenciar los sistemas de derivación son pasos fundamentales para reducir las tasas de mortalidad materna en comunidades rurales como Jahun.
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