La pionera en la lucha contra las enfermedades desatendidas que anima a las niñas a seguir su ejemplo: “Vuestros sueños son válidos”
Monique Wasunna, investigadora keniana, ha dedicado su carrera a encontrar mejores tratamientos para dolencias tropicales como la leishmaniasis
Tras una frenética carrera hasta el hospital Kenyatta de Nairobi, Monique Wasunna acunaba la frágil figura de un niño de 11 años, cuya vida se escapaba entre sus brazos, una experiencia que ningún médico desea vivir. “Tenía leishmaniasis visceral, una enfermedad también conocida como kala-azar”, relata Wasunna. “Lo habían traído a 300 kilómetros de su pueblo en Baringo, Kenia, porque en aquel momento el tratamiento solo estaba disponible en el centro de ensayos clínicos del Instituto de Investigación Médica de Kenia (KEMRI, por sus siglas en inglés). Pero ya era demasiado tarde para salvarlo”. Esta experiencia hace más de 30 años marcó profundamente a la doctora Wasunna y la llevó a dedicar su carrera a encontrar mejores tratamientos para enfermedades tropicales desatendidas como la leishmaniasis, una afección parasitaria que, sin tratamiento, casi siempre es mortal. África Oriental es el segundo mayor foco de esta dolencia en el mundo, después de la India.
En 2002, Wasunna —la única investigadora africana— destacó por sus contribuciones al Grupo de Trabajo sobre Medicamentos para Enfermedades Desatendidas, un proyecto que nació de la decisión de Médicos Sin Fronteras de destinar parte de los fondos del Nobel de Paz obtenido en 1999. Más tarde, este grupo de trabajo se transformó en la Iniciativa Medicamentos para Enfermedades Desatendidas (DNDi, por sus siglas en inglés), una iniciativa con más de 200 empleados en cinco continentes, centrada en el desarrollo y descubrimiento de fármacos. Wasunna ocupó el cargo de directora regional para África desde entonces hasta 2023.
Desde el nacimiento de la iniciativa, Wasunna se centró especialmente en los ensayos clínicos de la leishmaniasis visceral, la variedad más mortal de esta enfermedad causada por un parásito, que en conjunto suma entre 700.000 y un millón de casos al año. En 2003, encabezó la creación de la Plataforma de Leishmaniasis de África Oriental (LEAP, por sus siglas en inglés) en Jartum junto con otros científicos de Kenia, Etiopía y Sudán. Ella explica, por videollamada: “Entre 2004 y 2010 se llevó a cabo un ensayo clínico en múltiples centros para evaluar la seguridad y eficacia de un nuevo tratamiento que obtuvo buenos resultados y tenía un perfil de seguridad muy bueno. En marzo de 2010, la Organización Mundial de la Salud lo recomendó como tratamiento de primer nivel en África Oriental”.
Wasunna creció en Uganda —aunque se considera keniana—. En su casa se valoraba la educación, y su padre le inculcó la creencia de que podía seguir el camino que quisiera. Su sueño era ser médico, pero cuando se matriculó en Medicina en la Universidad de Nairobi, en 1975, estuvo a punto de dudar de sí misma. Con solo 8 chicas en la clase que la precedía y 25 mujeres entre los 70 hombres de su curso, señala que estudiar en aquella facultad como mujer era “como pasar por el ojo de una aguja”.
Para los pacientes, cualquier hombre con bata blanca era médico y todas las mujeres eran enfermeras
Una vez superados los estudios y las prácticas, hacerse un hueco en el entorno hospitalario no fue tarea fácil. “Para los pacientes, cualquier hombre con bata blanca era médico, incluso los técnicos de laboratorio. Y todas las mujeres eran enfermeras”, recuerda. Y añade: “Después de estudiar cinco años en la facultad y soportar noches en vela de prácticas rotando por distintas especialidades, seguían diciéndome: ‘Hermana, por favor, consígueme un médico’. Cuando les decía que yo era la doctora, se quedaban pasmados”.
Como médico del hospital Kenyatta, Wasunna llegaba a atender a más de 50 pacientes al día. También era madre primeriza, lo que significaba que tenía que compaginar las responsabilidades laborales con las domésticas. En 1983, tras dos años en el hospital, se trasladó al KEMRI como investigadora clínica. Más tarde se fue a Londres para cursar un máster y un doctorado, en lo que denomina la época más difícil de su vida. “Fui a mediados de los ochenta con mis dos hijos pequeños y mi marido, que también consiguió una beca de Medicina neonatal en el hospital Hammersmith. No podíamos tener ayuda doméstica, así que fui madre, esposa y estudiante”, cuenta. “Después de volver de clases a las cinco de la tarde, cocinaba, daba de comer a los niños y ordenaba la casa mientras mi marido se ocupaba de la colada y de la plancha. Cuando los niños se iban a la cama, por fin encontraba tiempo para leer, normalmente desde las diez de la noche hasta medianoche”.
A pesar de las exigencias de su vida doméstica, cosechó éxitos académicos notables y obtuvo una de las tres matrículas de honor de su clase. Después de regresar a Kenia, recibió una llamada de unos compañeros del Reino Unido que querían que formara parte de un ensayo clínico de un tratamiento contra la leishmaniasis. “Acababa de dar a luz a mi tercer hijo, y el plazo de presentación de propuestas se acercaba rápidamente. Mi contribución al desarrollo de la propuesta era esencial, ya que era la única sobre el terreno con conocimientos locales sobre los aspectos clínicos del ensayo”.
No creáis en el mito de que las niñas y las mujeres no pueden destacar en Matemáticas y Ciencias. No tengáis miedo de aventuraros en Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas. Si le decís a vuestro cerebro que podéis hacerlo, lo haréis
Su dedicación dio sus frutos cuando el equipo consiguió una importante subvención para un ensayo clínico internacional, que incluía centros en India, Latinoamérica y Kenia, y en el que ella encabezó la investigación de un posible tratamiento de primera línea para la leishmaniasis. Este ensayo fue una de las muchas contribuciones significativas que Wasunna hizo a lo largo de los años en ensayos clínicos para enfermedades desatendidas, que acabaron dando lugar a cuatro nuevos tratamientos en la región de África Oriental. Regresó a Londres en 1990 para completar su doctorado, apoyada por su marido, que la animó a perseguir sus ambiciones académicas mientras él se quedaba cuidando de sus hijos.
A su regreso, desempeñó varios cargos en el KEMRI, entre ellos el de jefa de investigación y, más tarde, de subdirectora encargada de investigación. Como directora regional de la DNDi durante 20 años, supervisó 10 ensayos clínicos en la región para encontrar nuevos tratamientos seguros y accesibles para el micetoma de la leishmaniasis visceral, entre otros. Durante su dirección, se creó en Nairobi el Centro de Gestión de Datos y Bioestadística, encargado de la gestión de datos y el análisis estadístico de ensayos clínicos. “Uno de los aspectos más destacados de mi carrera fue ser miembro del Comité Internacional de Bioética (CIB) de la Unesco desde 2008 hasta 2015. Durante ocho años fui una de los 36 miembros en el mundo”, destaca.
Wasunna ha sido galardonada con numerosos premios a lo largo de su carrera, entre ellos la Orden Nacional del Mérito otorgada por el Gobierno de Francia en reconocimiento a su contribución a la investigación, dedicación y servicio a los pacientes desatendidos. Desde 2023 es embajadora de la DNDi en África.
Para Wasunna, que ha sido y sigue siendo mentora de innumerables mujeres, su mensaje es claro: “No creáis en el mito de que las niñas y las mujeres no pueden destacar en Matemáticas y Ciencias. No tengáis miedo de aventuraros en Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas. Si le decís a vuestro cerebro que podéis hacerlo, lo haréis. Vuestros sueños son válidos”.
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