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Copa Africana de Naciones: cuando la economía de un país también juega al fútbol

Costa de Marfil ha invertido alrededor de 1.000 millones de euros en la organización de esta competición. Con el balón todavía rodando, el balance oscila entre el impacto positivo a corto plazo, así como la exhibición de ‘soft power’ dentro y fuera del continente, frente a las dudas sobre la rentabilidad en el futuro de las nuevas infraestructuras

Copa Africana de Naciones 2024
Ceremonia de inauguración de la Copa Africana de Naciones (CAN) en el estadio de Ebimpe (Abiyán, Costa de Marfil) este 13 de enero.LUC GNAGO (REUTERS)

Cuarenta años después de haberlo hecho por primera vez, Costa de Marfil alberga estos días una Copa Africana de Naciones (CAN) masculina. Sobre el césped, la selección anfitriona batalla por permanecer en la tabla y llegar a hacerse con el tercer título continental de su historia. Fuera del campo, el país busca otro triunfo: mostrarse al resto de África y del mundo como el organizador solvente de un evento en cuyo balance económico final no se sabe si saldrá vencedor o vencido.

“En el corto plazo tiene un efecto positivo”, dice al otro lado del teléfono Roméo Boye, doctor en Economía e investigador en el Centro Marfileño de Investigaciones Económicas y Sociales. La expectación, el ambiente festivo y la llegada de visitantes extranjeros son un revulsivo para hoteles, restaurantes, bares y venta de souvenirs, para esa parte de la economía que se ve en las calles durante el mes —del 13 de enero al 11 de febrero— que dura la competición. “Y esto impactará positivamente en nuestro PIB este año”, apunta Boye, que también menciona la entrada de divisas como una buena noticia para el banco central. Según datos del Banco Mundial, el producto interior bruto del país, mayor economía de la región y productor líder mundial de cacao y anacardos, ronda los 70.000 millones de dólares (unos 64.000 millones de euros).

En primera línea, en las filas de los 10.000 voluntarios que participan en la organización, Arsène Ehui, estudiante de doctorado, asegura que, “económicamente, este acontecimiento está sacudiendo las cosas”. “La CAN ha dado luz a nuevos negocios como bares, restaurantes, maquis —pequeñas cantinas populares al aire libre, típicas del país—, hoteles y espacios dedicados especialmente a la CAN”, subraya. Aunque en ciertos casos, aclara, tienen carácter temporal. “Cuando termine la CAN tendré que buscar otro trabajo”, reconoce por su parte Kone Kadiatou, un chico de 27 años de Yamusukro, capital política de Costa de Marfil, mientras recoge papeles y botellas tras un partido entre Burkina Faso y Angola en el el estadio Charles Konan Banny.

Al igual que algunos negocios han proliferado bajo los focos de la Copa África, otros han perecido a su sombra. Antes de que el balón echase a rodar, las autoridades clausuraron puestos callejeros alegando, por ejemplo, razones de salubridad y seguridad. “Han arruinado la economía de subsistencia de buena parte de los pequeños comerciantes”, asevera Jean Arsène Yao, historiador, periodista y profesor en el departamento de Español de la Université Félix Houphouët-Boigny, en Abiyán. También se han visto afectados asentamientos informales. “Los medios ya han comentado este tema y han decidido dejarlo un poco atrás, tratarlo después”, comenta al respecto Julien Adhepeau, catedrático de Comunicación Publicitaria en la misma universidad. “

Una competición repartida

La primera vez que Costa de Marfil acogió esta competición, en 1984, hubo dos sedes. En esta ocasión, se ha apostado por cinco: Abiyán, que tiene un enorme peso en la actividad económica del país, Yamusukro, la capital, San Pedro, Korhogo y Bouaké. Esta dispersión geográfica, que reparte la atención y el gasto, puede contribuir al desarrollo de las ciudades, también por las mejoras en infraestructuras que trae aparejadas.

Es precisamente este aspecto el que llevó al economista Andrew Zimbalist a señalar en una publicación en 2010 que los megaeventos deportivos pueden dejar una huella más profunda en los países en desarrollo, al servir de catalizador para estas obras. “El impacto en construcción de infraestructuras es muy importante”, comenta Adhepeau. “Había muchos problemas de movimiento dentro del país. Hoy en día, puedes ir de Abiyán hasta Korhogo —de sur a norte— en muy poco tiempo”, añade. Aunque, apunta Yao, antes de hacerse con la organización del evento, los planes de desarrollo del país ya hablaban de mejoras de este tipo.

El Gobierno ha invertido en la construcción y mejora de puentes, aeropuertos, 24 centros de entrenamiento y residencias para las delegaciones. También ha destinado cientos de millones de dólares a cuatro nuevos estadios y al acondicionamiento de dos ya existentes

Además de en carreteras, el Gobierno ha invertido en la construcción y mejora de puentes, aeropuertos, 24 centros de entrenamiento y “ciudades CAN” con residencias para las delegaciones. También ha destinado cientos de millones de dólares a cuatro nuevos estadios y al acondicionamiento de dos ya existentes. En total, la factura ascendía el pasado agosto a 1.000 millones de dólares (unos 920 millones de euros), según dijo a Africa24 el entonces ministro de Deportes Paulin Danho, cesado poco después junto al primer ministro tras la inundación del nuevo estadio de Abiyán. Algunos medios apuntan ya a más de 1.600 millones (1.500 millones de euros). Y ante estas cifras, la pregunta es si le saldrán las cuentas al país.

“Yo creo que hay que medir distintos impactos económicos”, dice Juan Carlos Martínez Lázaro, profesor de Economía de IE University. Por un lado, el saldo de la cuenta de resultados, con costes e ingresos (entradas, subvenciones, patrocinios, derechos de emisión...), cifras que “suelen ser deficitarias”, asegura. Por otro, los beneficios no tangibles a medio o largo plazo de capitalizar una organización exitosa. “Si es capaz de vender la imagen de que es un país eficiente, seguro, que puede recibir turismo... o, en un segundo estadio, de que, incluso, podría recibir inversiones”, matiza Martínez Lázaro.

Un análisis de 2016 del Harvard Kennedy School, basado en competiciones como la Copa del Mundo o los Juegos Olímpicos, indica que —de manera general pero con excepciones—, aunque estos eventos pueden impactar en el turismo, esta influencia suele ser efímera, menor de lo esperado y dependiente de otros factores. Pero también que los costes suelen sobrepasar los beneficios reales.

Un análisis dela Universidad de Harvard indica que, aunque estos eventos pueden impactar en el turismo, esta influencia suele ser efímera y menor de lo esperado. También que los beneficios reales suelen sobrepasar los costes

El impacto a largo plazo, por ahora una incógnita para el profesor Boye, dependerá, en su opinión, de la capacidad de mantener con vida las infraestructuras, de evitar que engrosen la lista de elefantes blancos, como se conocen las grandes construcciones que acaban siendo prácticamente inutilizadas. “La cuestión aquí es generar recursos para poder cuidar de estos estadios e infraestructuras”, señala. El presidente de la Federación Marfileña de Fútbol, Idriss Diallo, manifestó que la intención es hacer del país, que albergó en 2023 la CAF Champions League femenina, un centro de operaciones futbolístico para la región. El problema es que, hoy por hoy, no tiene una competición nacional fuerte.

“El nivel es muy bajo. Así que no estoy seguro de que la gente vaya a ir a ver un partido en Yamusukro o San Pedro, por ejemplo”, cuenta Boye, que condiciona el éxito a largo plazo del evento también al fortalecimiento del sector. Yao comparte esa visión. “Cuando se acabe el 11 de febrero, ¿de qué van a servir todos esos estadios?”. Otra cosa, dice, es el impacto que puede tener en sectores como la hostelería. Aun así, no cree que las cuentasvayan a salir en verde: “El país se ha endeudado y no sabemos cómo vamos a poder recuperar, reembolsar el dinero prestado”.

Costa de Marfil llegó a esta Copa África tras dos conflictos internos en las dos primeras décadas del milenio y una tormenta política hace cuatro años

Otros, Gobierno incluido, ven en estas infraestructuras un motor de desarrollo para el deporte nacional. Ehui, doctorando y voluntario de la organización, también considera que unas mejores instalaciones darán un empujón al campeonato doméstico. Dagauh Komenan, historiador especializado en Relaciones Internacionales, no lo ve tan claro. “Para convertir Costa de Marfil en una potencia del fútbol, tienen que, primero, pagar mejor a los jugadores. Profesionalizar de verdad el sector, limpiarlo de la corrupción y que se potencien los equipos locales para que el país tenga un campeonato de calidad que atraiga talentos africanos”, asevera. “Tenemos más estadios y creo que dentro va a haber negocios. Se va a crear más oferta de trabajo y creo que va a ser positivo”, dice por su parte Adhepeau, catedrático en comunicación publicitaria.

Beneficio político

Costa de Marfil llegó a esta Copa África tras dos conflictos internos en las dos primeras décadas del milenio y una tormenta política hace cuatro años. La primera guerra civil duró cinco años, de 2002 a 2007; la segunda contienda surgió tras unas elecciones a finales de 2010 y se extendió casi hasta el verano siguiente. De aquel último conflicto, Alassane Ouattara salió como presidente y, tras haber estado en el cargo dos mandatos, el máximo que permite la Constitución, decidió presentarse a un tercero en 2020, lo que desató protestas y altercados en el país. “En mi opinión, lo que el Gobierno ha querido a través de esta Copa es dar una imagen de país reconciliado”, asegura el historiador Yao.

Lo que el Gobierno ha querido a través de esta Copa es dar una imagen de país reconciliado

El propio presidente del comité organizador, Francois Amichia, apuntó a motivos más allá de los económicos el pasado diciembre, según la BBC. “Cuando Costa de Marfil decidió organizar esta Copa de Naciones, no fue para ganar dinero, sino para reposicionarse”, dijo. “Los gastos en la CAN, no creo que haya una ganancia financiera que los pueda cubrir”, afirma Komenan. “Creo que más que favorecer la economía, se trata de presentarse, de dar una cara amigable al mundo o a África”, expone.

Y no solo al exterior. Este tipo de competiciones, por lo general, son capaces de crear una sensación de unión, de dirección común, aunque sea temporal. “A nivel político es algo importante”, reflexiona Adhepeau. “Permite crear, digamos, una unión detrás de este equipo”. Para Komenan, la cuestión va un poco más allá y considera que el Gobierno tiene la mira puesta en las elecciones del año que viene. Costa de Marfil, dice, ha gozado siempre de una condición de potencia en, al menos, África Occidental. “Y la gente añora un poco ese estatus”, explica. “Y el Gobierno actual intenta, por lo menos de forma cosmética, dar esta impresión. Creo que es con eso con lo que van a capitalizar”.

Mientras, en el estadio Charles Konan Banny, las relaciones entre los países del continente siguen otro curso. El público burkinés se ha ido minutos antes del final del partido, enfadado con su selección después de perder contra Angola. Bernard Suka, miembro de la Federación Angoleña, ha viajado desde Luanda. “Me encanta encontrarme con gente de otros países”, dice, mientras se saluda con un grupo de burkineses que lo felicita por la victoria. El estadio se ve nuevo y reluciente. Incluso las sillas de la sala de prensa aún tienen el envoltorio de plástico. En el estadio, los burkineses son mayoría. Costa de Marfil es el principal destino de sus migrantes, y ambos países comparten el idioma dioula, pero su frontera está bajo control terrorista.

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