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Poesía para romper los estereotipos xenófobos

Jóvenes migrantes colaboran con escritores españoles en el libro ‘Equipaje de mano. Antología de vivencias’

Equipaje de mano Antologia de vivencias
Portada del libro 'Equipaje de Mano. Antología poética', escrito por un grupo de jóvenes migrantes residentes en España y varios poetas.Santi Burgos
Paula Herrera

Jóvenes colombianos, salvadoreños, marroquíes o venezolanos llegan al Centro Municipal de Mayores Pérez Galdós, en el distrito de El Retiro de Madrid con cartones bajo el brazo, revistas viejas, recortes de periódicos y alguna que otra fotografía. El espacio será el escenario donde se construirán las cubiertas del libro Equipaje de mano. Antología de vivencias (Editorial La cartonera del escorpión azul). El poemario, auspiciado e impulsado por la ONG Cesal, busca reconstruir los relatos de despedidas, de dolor, pero también de resiliencia, de un grupo de jóvenes migrantes residentes en España que, durante dos meses, han sido acompañados y asesorados por poetas. Reuniones, recorridos en museos y talleres han sido solo algunos de los momentos de encuentro entre los equipos de trabajo. El objetivo es romper con las diferencias socioculturales y los estereotipos xenófobos que distancian a las personas migrantes de las de su país de acogida.

“El libro muestra que somos mucho más que migrantes. Que ahora estemos en trabajos infravalorados y poco cualificados no quiere decir que tengamos la cabeza vacía. También apreciamos el arte, la cultura y valoramos los espacios de ocio como herramientas para integrarnos”, dice Samuel Velasco (Cali, Colombia, 19 años).

Escritores, poetas, ilustradores y voluntarios se reúnen para recortar los pedazos de cartón que serán las nuevas portadas de cada libro. Unos se encargan de unir con hilo rojo las cubiertas al cuerpo del texto, otros dibujan; mientras que otros cuantos hacen recortes de periódicos y revistas. “Cada libro lleva la huella personal de su creador y ninguno es igual”, asegura Velasco.

Quienes hojean Equipaje de mano solo observan un menudo libro de poemas de 40 páginas, con 24 relatos —de 12 migrantes y 12 poetas—, pero bien podrían ser las historias de los 281 millones de personas que vivían fuera de sus países en 2020, según el último informe de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM). O las de los más de siete millones de ucranios que el año pasado han huido de la guerra en países vecinos.

Los ilustradores Luis del Árbol y Sara Luque diseñan con cartón las plantillas de las portadas del libro 'Equipaje de Mano' en el Centro Municipal de Mayores Pérez Galdós, en Madrid.
Los ilustradores Luis del Árbol y Sara Luque diseñan con cartón las plantillas de las portadas del libro 'Equipaje de Mano' en el Centro Municipal de Mayores Pérez Galdós, en Madrid. Santi Burgos

Solo en España, la cifra de extranjeros residentes en el país asciende a más de seis millones de personas. Doce de ellos escriben las páginas de este libro, entre ellos Josué Ventura (San Salvador, 28 años). Tres días antes de esta entrevista, fue expulsado súbitamente junto a su pareja del piso en el que vivían. “No tenemos dónde dormir. Sin documentos, nadie nos quiere alquilar una habitación. Vivimos en la incertidumbre”. Él salió de su país, El Salvador, hace ocho meses debido a la inseguridad provocada por la pugna de las pandillas por dominar el territorio nacional. Ahora intenta demostrar, a través de una poesía titulada La diferencia entre el tatuaje y la herida, su talento y amor por el arte. “Quiero que las personas vean que no vengo a quitar nada a nadie, solo quiero trabajar y cumplir mis sueños: ser un artista”, comenta mientras se rasca el tatuaje del brazo derecho.

Aprender a sobrevivir

Samuel Velasco mantiene un largo silencio cuando se le pregunta qué es ser migrante. “Es tristeza y nostalgia, también es aprender a sobrevivir”, dice mientras se agarra fuerte a su libro, ese que él mismo decoró y cosió para conservar su primer poema escrito y publicado. Velasco, que partió de su natal Cali con 18 años, decidió emprender el viaje para cumplir sus sueños: ser productor audiovisual. “En Colombia no voy a poder realizarlo, las cosas están bastante mal por allá”, asegura. Ahora, su vida se divide entre las 10 horas como ayudante de obra, las clases de inglés en la noche y aprender foto y video los fines de semana. “Es difícil encontrar trabajo porque apenas he acabado el bachillerato. Tengo que aceptar lo que me ofrecen para ahorrar y pagar mis estudios, aunque me paguen muy poco. Pero sé que voy a salir adelante”, asevera.

María Fernanda Villasmil junto con la poeta Raquel Vázquez y la ilustradora Belén Benavent, durante el proceso de grabado de la portada del libro.
María Fernanda Villasmil junto con la poeta Raquel Vázquez y la ilustradora Belén Benavent, durante el proceso de grabado de la portada del libro.Santi Burgos

A María Fernanda Villasmil (Cabimas, Venezuela, 26 años), la historia de Velasco le resulta familiar. Tras llegar a España hace cuatro años se dedicó a cuidar a un niño pequeño. “Me sentí frustrada, aislada”, cuenta. Ahora es formadora de cocina en la ONG Cesal, organizadora del encuentro entre jóvenes migrantes y artistas para la creación Equipaje de mano. “Yo tenía una profesión, era periodista y amaba escribir. Pero tuve que salir, porque, tú sabes lo que pasa en mi país, ¿verdad?”, dice refiriéndose a la crisis migratoria venezolana. Y continúa: “Al llegar aquí nadie me quería contratar como periodista, las puertas únicamente se abrieron para realizar trabajos domésticos. He aprendido a adaptarme. Ahora, volver a escribir me ha permitido conectar con mi pasión”, cuenta mientras dibuja en la portada de su libro una pequeña patera blanca sobre un profundo mar celeste.

Felipe Rojas Román, responsable de integración del área de jóvenes de la ONG, reflexiona: “Estos chicos deben enfrentar retos que ningún chaval de su edad debería vivir. Con 17 o 18 años se ven fuera de sus hogares y de sus países, expuestos a situaciones precarias. Al no contar con los permisos de residencia, se ven obligados a trabajar en negro, no tienen garantías habitacionales y pueden convertirse en personas sin techo”. “Muchas veces la palabra que les define es la soledad y el aislamiento”, añade Marcos Nogales, coordinador de Comunicación de la ONG. “Se les exige adaptación al sistema, a la sociedad, al nuevo estilo de vida, pero sin que se vea necesario que el lugar que les acoge participe en este proceso. Si llegas a un entorno en donde te sientes discriminado o rechazado, es evidente que te vas a aislar”, apunta.

Hamza Chouklati reside en España en el proyecto de emancipación de la ONG Cesal, con quienes se está formando en la instalación de placas fotovoltaicas.
Hamza Chouklati reside en España en el proyecto de emancipación de la ONG Cesal, con quienes se está formando en la instalación de placas fotovoltaicas. Santi Burgos

La relación de los jóvenes con sus barrios, con sus compañeros de trabajo o con el entorno social en el que se desarrollan contribuye a cambiar los prejuicios sobre las personas migrantes. Es el caso de Hamza Chouklati (Aïn Harrouda, Marruecos, 23 años) y el poeta, traductor y editor Juan F. Rivero. Ambos trabajaron en conjunto dos de los poemas de Equipaje de mano. “Al empezar a conversar me di cuenta de que Hamza tenía muchos intereses en común conmigo: le gusta la filosofía, el estoicismo, Freud. Además, he aprendido sobre nuevos escritores árabes”, comenta Rivero.

A pocos metros de distancia, la escritora Rocío Acebal Doval comenta: “El poeta desde luego nace, pero también se hace. Piénsalo, si una persona no tiene acceso a esos espacios culturales, a ese tiempo de ocio, a crear y que esa creación sea apreciada por otros, es muy difícil que ese talento despunte. Ser autodidacta es muy complicado y más si tu prioridad es sobrevivir”.

La escritora Rocío Acebal, el joven Hamza Chouklati y la poeta Ana Rocío Dávila maquetan el diseño de la portada del libro 'Equipaje de mano'.
La escritora Rocío Acebal, el joven Hamza Chouklati y la poeta Ana Rocío Dávila maquetan el diseño de la portada del libro 'Equipaje de mano'.Santi Burgos

La jornada deja varios libros listos. Las portadas están acabadas, los textos editados y los jóvenes satisfechos. Contento, Bryan Vílchez (Guayaquil, Ecuador, 21 años) suelta una frase demoledora: “Yo conocí la discriminación cuando llegué aquí. Nos dicen que venimos para vivir de ayudas, pero damos todo cuanto somos para trabajar, para sobrevivir, nada nos viene gratis… Estoy seguro de que quien lea nuestro libro sabrá que también tenemos mucho que dar y que los migrantes también hacemos arte”.

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