Ordenadores y tabletas para conjurar el conflicto y el abandono escolar en Nigeria
Más de 10 millones de niños están sin escolarizar en el país africano más poblado del continente, especialmente en el norte, castigado por la violencia y la pobreza. La tecnología, y una pedagogía innovadora, están impulsando el retorno a las aulas
Para Lawson Osezuwa Eselebor, la imagen de la desolación es la de una escuela vacía, una escena que en el norte de Nigeria, castigado por la violencia, la pobreza, la corrupción y las tradiciones religiosas y culturales, se repite demasiado a menudo. “Trabajo en una región donde las circunstancias hacen que ir al colegio no sea una prioridad ni para los niños ni para sus padres, pero poco a poco estamos intentando cambiar las cosas. Aunque esto no es un esprint, es un maratón”, explica este comunicador de 43 años, encargado en el país africano desde 2017 de ProFuturo, un programa mundial de educación digital de Fundación Telefónica y Fundación “la Caixa”.
En Nigeria, el Estado más poblado del continente, con 200 millones de habitantes, unos 10 millones de menores de 12 años no están escolarizados. Según cifras de Unicef, solo el 61% de los niños de seis a 11 años asiste regularmente a la escuela primaria y únicamente el 35,6% de los pequeños de entre tres y cinco años recibe educación preescolar. En el norte del país, el panorama es aún más sombrío, con un promedio de asistencia a la escuela del 53%. Conseguir que los chicos vayan o regresen a las aulas es el objetivo de este proyecto, que llega a los entornos más vulnerables del país y ofrece a las escuelas públicas ordenadores, tabletas, formación e innovación educativa.
Solo el 61% de los niños de seis a 11 años asiste regularmente a la escuela primaria y únicamente el 35,6% de los pequeños de entre tres y cinco años recibe educación preescolar, según Unicef
El desafío es que aprender sea divertido, diferente y atrape de nuevo a los niños. “Tratamos de aumentar las capacidades digitales de estos pequeños que no van regularmente al colegio y que tal vez han sufrido ataques, se han visto desplazados o son huérfanos y están totalmente solos”, explica Osezuwa a este diario, durante una reciente visita a Madrid.
El proyecto de ProFuturo también brinda apoyo pedagógico y formación a los profesores, para que usen estas herramientas digitales en sus clases y sepan facilitar este acceso a la tecnología a sus alumnos. “Puede parecer algo normal en las regiones más acomodadas del país, pero aquí no lo era. Los niños no habían visto un teléfono inteligente en su vida. Ahora, cuando sus padres vienen a buscarlos, no quieren marcharse de la escuela porque están motivados por el aprendizaje. Vemos a chicos felices, escuelas que abren los fines de semana y durante las vacaciones, y eso es muy bonito”, asegura el responsable del programa en Nigeria.
El proyecto, que cuenta con dispositivos tecnológicos enviados desde España y se implementa conjuntamente con el Kukah Centre, instituto de investigación sobre políticas con sede en Nigeria, ha llegado ya a 123 escuelas públicas del norte del país, lo que significa más de 63.000 niños y unos 900 docentes. Ahora, ProFuturo en Nigeria desea entrar en una fase de sostenibilidad, es decir, intentar que las escuelas mantengan el programa de manera autónoma y con una supervisión mínima, algo que ya se ha logrado en una decena de centros y el número sigue creciendo, según el responsable.
Los niños no habían visto un teléfono inteligente en su vida. Ahora, cuando sus padres vienen a buscarlos, no quieren marcharse de la escuela porque están motivados por el aprendizajeLawson Osezuwa Eselebor, responsable del programa de educación digital ProFuturo en Nigeria
“Ahora también nos planteamos qué pasará con el nuevo Gobierno, que acaba de asumir. ¿Qué prioridades tendrá? ¿Salud? ¿Educación?”, recuerda el comunicador nigeriano.
Ir a la escuela a comer
La inseguridad en el norte de Nigeria, escenario de la insurgencia de Boko Haram, jugó un papel importante en la instauración del este proyecto. El grupo terrorista ha atacado escuelas y provocado el cierre de centros educativos, ha secuestrado a niñas y ha disuadido a las familias de enviar a sus hijos a clase.
“Hay escuelas primarias destrozadas y vacías, y otras en las que vemos 200 niños y un solo profesor. ¿Cómo puede este maestro trabajar de manera productiva? Es difícil, pero no podemos culparlos. Estamos hablando de gente que ha tenido que huir de casa porque ha sufrido ataques. Muchos de ellos querrían volver a sus hogares, pero no pueden porque no es seguro, las carreteras son peligrosas y hay terroristas que tal vez tomaron sus casas”, explica Osezuwa.
La educación y las infraestructuras que la sustentan tendrán que crecer y aumentar en los años venideros al ritmo del crecimiento de la población de Nigeria, donde actualmente la mitad de los habitantes tiene menos de 18 años. Según datos de Unicef, el país africano representa actualmente el 20% de todos los nacimientos de África y el 5% del total mundial, pero para el año 2050, 1 de cada 13 nacimientos del mundo ocurrirá en Nigeria.
Por otro lado, en un país donde el salario mensual promedio es de unos 100 dólares, pero puede reducirse hasta a 20 dólares en zonas del norte, Osezuwa subraya que hay muchos padres que no pueden cubrir las necesidades de la familia, ni enviar al colegio a sus hijos. “Y cuando van también lo hacen muchas veces porque les dan algo de comer, pero eso da igual. Si aprenden algo y les entra el gusto de ir ya nos damos por satisfechos”, asegura.
Especialmente preocupante es la situación de las niñas, que en el norte de Nigeria abandonan prematuramente la escuela debido a la pobreza, la inseguridad y las prácticas culturales, entre ellas, el matrimonio infantil. Más de la mitad de las niñas nigerianas no están escolarizadas, según Unicef. “A las mujeres en el norte no les escuchan, sus decisiones no son tomadas en cuenta ni respetadas. En este contexto hay padres que no mandan a sus hijas al colegio porque se van a casar a los 12 o 13 años. Entonces, ¿por qué invertir en ellas? Es verdad que en mi país hay muchas mujeres con puestos de responsabilidad, pero vienen sobre todo del sur, donde hay muchas más oportunidades”, afirma.
El programa ProFuturo ha llegado a 28 millones de niños y 1,4 millones de profesores de más de 45 países de América Latina y el Caribe, Asia y África. “Somos una gota en el mar, pero una gota cuenta”, confía Osezuwa. “Si conseguimos cambiar la vida de un solo estudiante, la transformación ya está en curso porque a ese niño lo habremos sacado de la calle o de una vida sin estudios, y hablará de ello a su familia y a sus amigos”.
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