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Ida-Maria Helander, activista sami: “En Finlandia sigue habiendo un colonialismo activo”

Una activista del último pueblo indígena de la Unión Europea sostiene que el currículo escolar, la cultura y tradición de su comunidad son invisibles y reclama la propiedad de la tierra y sus recursos para sus miembros

Ida-Maria Helander, activista por los derechos de la comunidad indígena Sami, en Bilbao, durante el Festival Internacional de Cine Invisible 'Film Sozialak', el pasado octubre.
Ida-Maria Helander, activista por los derechos de la comunidad indígena Sami, en Bilbao, durante el Festival Internacional de Cine Invisible 'Film Sozialak', el pasado octubre.KCD ONGD

Ida-Maria Helander (Avvil/Ivalo, 1989), llega a Bilbao vestida con su traje tradicional, con los colores de la bandera de su pueblo: rojo, azul, amarillo y verde. Se presenta como Elle Biehtár Arvo Ida, nombre que recoge de un solo golpe su genealogía paterna y materna. Es hija de sus ancestros y también del último pueblo indígena de la Unión Europea, el sami, que habita la tierra Sápmi, una región que se extiende por el norte de Noruega, Suecia, Finlandia y la península de Kola, al noroeste de Rusia, y que está compuesta por unas 100.000 personas —no hay estadísticas oficiales—, 10.000 solamente en Finlandia.

Helander es una de las protagonistas del documental Eatnameamet – Our silent struggle un trabajo de la directora Suvi West sobre la lucha del pueblo sami por preservar su tierra y su cultura en Finlandia, país al que se acusa de vulnerar los derechos humanos de esta población. La película se proyectó en el marco del Festival Internacional de Cine Invisible “Film Sozialak” de Bilbao del 13 al 20 de octubre en diferentes sedes.

“Bures!” Iniciaba la charla la joven. “¡Levantaos!, ¡miraos a la cara!, ¡saludaos!”, incitó al auditorio en Munguía y Guernica tras la proyección. “Bures!” (hola, en sami) “Bures! Bures!”. Visiblemente emocionada, la joven compartió las principales reivindicaciones políticas de su pueblo, curiosidades de su cultura y hasta fotos personales en los congelados lagos árticos o de excursión en trineos hechos de piel de reno.

Desde los 18 años trabaja activamente por la defensa de los derechos de su comunidad. Actualmente, es secretaria de la Organización Central de los Sami de Finlandia, una federación de entidades juveniles de la comunidad en el norte de Finlandia. También es miembro alternativo en el Consejo Sami, el órgano de enlace supra estatal más importante, que cuenta con representantes de los cuatro países en los que hay comunidad indígena —aunque actualmente la delegación rusa no está activa— y que se ocupa de las tareas políticas desde 1956.

Pregunta. De madre finlandesa y padre sami, ¿cómo y por qué empezó a implicarse en los asuntos de la comunidad sami?

Respuesta. Siempre viví en el norte del país, en la zona indígena, aunque entre dos culturas y lenguas. Cuando tuve que irme a estudiar a Oulu (centro del país, de mayoría finlandesa) me di cuenta de la importancia de comprender bien las raíces de mi pueblo. Con 18 años volví a mi lugar de origen y decidí estudiar activamente el idioma de mi pueblo e implicarme también en organizaciones de base.

P. En el documental se percibe un resurgimiento identitario entre la juventud sami, ¿a qué cree que es debido?

R. Es cierto que, por ejemplo, los nombres tradicionales, desaparecidos bajo el sistema colonial finlandés que obliga a registrar los apellidos, se están recuperando. Hay muchos jóvenes implicados en asociaciones de defensa de la cultura. Opino que la juventud es muy consciente de que nos jugamos nuestro futuro. Somos más capaces que generaciones anteriores de pensar de manera alternativa, y ver dónde los samis podemos aportar un valor añadido, como en el sistema educativo del país.

P. Usted denuncia una política de colonización y asimilación contra su pueblo en Finlandia que genera odio y racismo ¿Cómo se lucha contra eso?

R. Pensamos que está vinculado estrechamente al desconocimiento y la ignorancia. El saber es la llave para el respeto del otro, por lo que el sistema educativo es clave para trabajarlo. En el currículo escolar, la cultura y tradición indígena está completamente invisibilizada, para los finlandeses en general, pero también para nosotros mismos. Es muy triste, sobre todo, en el norte, donde hemos vivido durante eras y donde la población local aún no entiende la importancia de salvaguardar nuestro patrimonio. Creo que hay que dar un giro radical en la educación para incluir la diversidad. Existe algún intento del Parlamento Sami para crear materiales para el profesorado, pero son proyectos puntuales que luego se quedan sin financiación y que no plantean cambios estructurales.

P. ¿Cuál es actualmente la mayor preocupación de su comunidad?

R. La tierra. Si tuviésemos control sobre lo que pasa en nuestras tierras, tendría efecto en otras muchas cuestiones como la gestión del turismo, de los efectos del calentamiento global, el control de las industrias extractivas, etc. En el lado finlandés aún no tenemos minas, parques eólicos o tren, como en otros países, pero hay mucha presión: estamos constantemente luchando por nuestra tierra. Pensamos que nadie debería poseer la tierra, pero la realidad es que el Gobierno finlandés nos ha quitado el poder sobre nuestro hábitat.

El Gobierno finlandés nos ha quitado el poder sobre nuestro hábitat

Los medios de vida tradicionales de nuestro pueblo son la artesanía, la cría de renos, y la pesca, pero actualmente una o dos personas de cada familia debe dedicarse a otra cosa, porque ya no son rentables, y la falta de alternativas obliga a muchos a marcharse a otras zonas del país donde no tienen comunidad.

Mi familia viene de las orillas del río Tana (al norte del país) y se dedicaba a la pesca del salmón. Actualmente, este recurso es cada vez más escaso por varios motivos, y para protegerlo, el Gobierno modificó las leyes del río hace un par de años. El problema es que esta nueva legislación implica muchas restricciones para los pescadores tradicionales, pero no tantas para la pesca de recreo, ya que su intención es promover el turismo en esta zona.

P. Durante las negociaciones en la Comisión de Verdad y Reconciliación entre el Gobierno y el pueblo sami, ustedes reclamaron el derecho de la comunidad a decidir sobre la tierra y el agua, cuestiones reconocidas en otros de los estados del área Sápmi. ¿En qué punto se encuentra el proceso?

R. Aún estamos en el comienzo. Hay mucha desconfianza entre el Gobierno y mi pueblo y eso hace que la comisión no avance. Es curioso que, mientras otros países europeos revisan su pasado colonial, en Finlandia siga habiendo un proyecto colonial activo.

También está en revisión la ley sobre los sami, que data de 1995, y de la que uno de sus puntos conflictivos es la manera de entrar en el censo y votar en las elecciones al Parlamento Sami. Hay un riesgo de que si esta ley sigue en vigor en los próximos comicios previstos para la primavera de 2023, la población indígena estemos en minoría en nuestro propio parlamento, y que los finlandeses tengan poder de decisión en nuestros propios asuntos, que no son muchos, sino los relacionados con la autonomía cultural.

P. ¿Cómo de accesibles son los servicios básicos para ustedes?

En Finlandia siempre tienes una buena situación de acceso a esos derechos para todo el mundo, pero el tema es que los tienes solamente en finés. Nosotros hablamos el idioma oficial, pero la Administración siempre espera que uses su lengua. Pero, si no puedes utilizar el sami en la sociedad, ¿cuándo lo empleamos? Nuestra lucha se centra en la educación, en el acceso a la salud, en la sensibilidad cultural … Cuando empleas los servicios públicos, primero debes sensibilizar a la persona que se supone que te va a ayudar, educarla en términos de diversidad cultural, para que entienda quién eres y el contexto de tu problemática precisa. Y eso no siempre es posible cuando estás en una situación de vulnerabilidad.

P. En el documental se habla de altas tasas de problemas de salud mental e incluso de suicidio entre la población sami, ¿a qué cree que es debido?

R. Una de las causas es el estrés heredado. Nuestras familias no han tenido la oportunidad de hablar de su situación y emociones, y ahora ese trauma se está trasladando a las nuevas generaciones. Mi padre fue enviado a un internado de pequeño a educarse. No tiene ni recuerdos de ello ni lo ha hablado con nadie. Supongo que ni siquiera es consciente de cuánto le ha podido marcar. Ahora es cuando se empiezan a hacer visibles estas cuestiones: se habla de “etno-estrés” (un concepto para explicar una rabia antigua acumulada en las poblaciones indígenas debido a la discriminación, el racismo, los atropellos a sus derechos ancestrales, la usurpación de sus tierras, etc.).

Y aunque mi padre haya vivido eso, el ambiente que le rodeó en su infancia fue más plácido, en un entorno tradicional. Él ha sufrido por las expectativas que la sociedad ha tenido con él, pero mi generación está trabajando en oficinas. Aunque no percibimos ese tipo de ansiedad, nos sentimos exhaustos y con angustia por no perder nuestra cultura: aprender nuestra lengua, nuestros oficios, estar en conexión con nuestra tierra…

P. En los últimos años, estamos presenciando una aceleración del cambio climático y una tendencia hacia fenómenos extremos. Su pueblo está acostumbrado a lidiar con la dureza de la tundra ártica. ¿Qué consejo compartiría?

R. Nuestra máxima es que no poseemos nada, solo lo tomamos prestado. Si cogemos demasiado de la naturaleza, finalmente estamos quitándoselo a nuestros hijos. La gente en Occidente está obsesionada con dejar una marca, descubrir algo, llevarse alguna cosa de los sitios, intervenirlos… Para mí es maravilloso poder visitar otros lugares, pero lo importante es vivirlos tal como son, verlos en estado puro. No somos personas sino consumidores y la gente se comporta en modo usuario con la naturaleza. Nosotros creemos que solo debemos utilizar lo estrictamente necesario.

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