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Lidiar con la menstruación en Sudán del Sur: “Falto a la escuela cuando tengo la regla porque no tengo nada con lo que recoger la sangre”

El acceso a artículos de higiene femenina es un derecho de toda mujer y niña. Sin embargo, en este contexto, una cultura de vergüenza y tabú provoca que no se hable del tema y que cada una busque su propia manera de manejar el periodo. La mayoría se aísla y se salta sus actividades en esos días

Nyasunday Dak Jal, de 23 años, sumergida en las aguas que inundan su aldea, Pakur, Sudán del Sur, para lavar su ropa interior.
Nyasunday Dak Jal, de 23 años, sumergida en las aguas que inundan su aldea, Pakur, Sudán del Sur, para lavar su ropa interior.Peter Caton

Para una mujer de un país occidental, no es difícil encontrar compresas o tampones para la menstruación. Sin embargo, en la ciudad de Bentiu, en Sudán del Sur, encontrar estos productos es una lucha, que se repite cada mes. Las mujeres y las niñas no hablan, comentan ni comparten información sobre la regla. Hay una cultura de vergüenza y pudor en torno al tema. Las madres no explican a las hijas cómo manejar la menstruación, pero ellas tampoco recibieron ninguna orientación.

El problema de que sea un tabú se ve agravado por las fuertes lluvias y las difíciles condiciones de vida en el campo de refugiados de Bentiu, capital del Estado de Unity, al norte del país. Aquí viven más de 134.000 personas y han llegado más a los nuevos asentamientos creados fuera de él para los desplazados por las inundaciones: casi el 90% de su población ha perdido su hogar debido a ellas.

Bentiu y Rubkona son las dos últimas ciudades en pie a las que pueden llegar los refugiados en el Estado inundado, lo que significa que las mujeres y niñas desplazadas no tienen intimidad, seguridad ni recursos para manejar la menstruación.

“Ha sido duro para las niñas y las mujeres porque no tenemos a dónde ir”, señala Nyaken Tuor, que vive en el campo de desplazados de Bentiu, cerca de la frontera, frente al mar. “Antes nos metíamos entre los arbustos para tener más intimidad, pero desde las inundaciones ya no podemos hacerlo… Todavía tenemos que usar las letrinas, que están sucias, y corremos el riesgo de coger una infección. En la ducha, si intentas ponerte en cuclillas para lavarte durante la regla, te pueden ver desde el exterior”.

Unos baños antihigiénicos en un campamento saturado, que recientemente se enfrentó a un brote de hepatitis E, no son un lugar seguro para que las chicas manejen su menstruación. Pero tampoco hay aseos ni retretes seguros y privados en el resto de la ciudad.

A veces las niñas son objeto de tantas burlas [en la escuela] que se plantean casarse temprano para que su marido les compre compresas

Peter Gatluak, 17 años

En la escuela primaria de Machakos, niñas como Nyasebit Mawich cuentan que tienen que obligarse a sí mismas a esperar hasta el final de las clases para utilizar la letrina, y cambiarse las compresas en casa. “Los baños de la escuela no tienen puertas, así que, cuando quieres cambiarte la compresa, la gente puede verte. De modo que espero hasta llegar a casa para hacerlo”.

Además de no tener puertas, los aseos del colegio también están sucios y descuidados. Sin embargo, aun a riesgo de infectarse y ser vistas, la mayoría de las niñas continúan yendo a la escuela, excepto durante los días que tienen la regla.

“Falto a la escuela cuando tengo la regla porque no tengo nada con lo que recoger la sangre”, cuenta Nyayiena Majiak, de 16 años, en su primer día de regreso al centro educativo de Machakos. Muchas no van a clase hasta cinco días al mes, antes que arriesgarse a mancharse la ropa y que se mofen de ellas incesantemente. “Los niños se burlaron tanto de mi amiga porque se había manchado de sangre que abandonó los estudios”, añade Nyalam Koang, otra alumna.

Maria Nyasebit, de 16 años, en el baño de la escuela primaria de Machakos, en Bentui. "No tiene puertas y cuando quieres cambiar tu compresa, la gente puede verte. Así que espero hasta llegar a casa para hacerlo".
Maria Nyasebit, de 16 años, en el baño de la escuela primaria de Machakos, en Bentui. "No tiene puertas y cuando quieres cambiar tu compresa, la gente puede verte. Así que espero hasta llegar a casa para hacerlo".Peter Caton

La falta de acceso a productos básicos para la menstruación y el problema de las burlas en la escuela a las niñas que están menstruando las priva de oportunidades educativas e incluso las pone en riesgo de matrimonios precoces. Los casamientos tempranos e infantiles siguen siendo un problema frecuente en Sudán del Sur, pero la falta de acceso a compresas y ropa interior es un factor poco conocido, aunque insidioso, que se convierte en una dificultad mayor.

“A veces, las niñas son objeto de tantas burlas [en la escuela] que se plantean casarse temprano para que su marido les compre compresas”, explica Peter Gatluak, de 17 años, alumno de la escuela de Machakos.

Las mujeres adultas tienen que enfrentarse a un tipo diferente de privación. Durante la menstruación pierden sus ingresos diarios, ya que no se atreven a ir a trabajar. “Cuando me viene la regla, dejo de ir a la tienda durante siete días”, explica Nyazuode Hoth, propietaria de un comercio de té en Bieh, en Bentiu. “No gano dinero, pero si mis clientes me ven con la ropa manchada de sangre, dejarán de venir”.

Cuando tuve la regla por primera vez, me sorprendió, porque no sabía nada. Simplemente, me envolví en ropa y no se lo dije a nadie

Nyachot Mach, de 14 años

El 90% de las cabezas de familia en el campo de desplazados internos de la ciudad son mujeres, según ACNUR, la agencia de la ONU para los refugiados. Esto significa que, si una mujer no puede trabajar debido a la regla, toda su familia corre el riesgo de irse a dormir con el estómago vacío. Al igual que Nyazuode, muchas no tienen ropa interior ni compresas para usar durante la menstruación. En la ciudad, el 80% de la población femenina no puede permitirse comprarlas.

Algunas de las mujeres y niñas que reciben un juego de compresas reutilizables gratuitas, cuando se distribuyen los llamados “botiquines para la dignidad” por parte de organizaciones como Welthungerhilfe, jamás las habían utilizado antes. Este desconocimiento es más la norma que la excepción, ya que la mayoría tiene que descubrir por sí misma cómo manejar su menstruación, porque nadie se lo ha explicado nunca.

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“Cuando tuve la regla por primera vez, me sorprendió, porque no sabía nada. Simplemente, me envolví en ropa y no se lo dije a nadie”, explica en el emplazamiento C de Bentiu Nyachot Mach, de 14 años, que todavía se ata la ropa alrededor de la cintura durante el periodo. En el otro extremo de la ciudad, Nyaluak Gatdet, de 41 años, emplea una estrategia diferente. “He encontrado la forma de enrollar un trozo de tela para usarlo como compresa. Así solo pierdo tres días de trabajo”, comenta esta dueña de un pequeño restaurante. Nyawuora Liey, de 19 años, que se encuentra en el campo de desplazados internos de la localidad, explica cómo lidia con ello: “Me pongo capas de enaguas una encima de otra para poder ir a la escuela durante la regla”.

Dado que las mujeres y las niñas no hablan entre ellas sobre el periodo, cada una encuentra una manera diferente de manejarlo. Pero, por norma, la mayoría se aísla y se salta sus actividades cuando están menstruando.

“Me gusta mucho ir a la iglesia, pero cuando tengo la regla me da miedo mancharme la ropa, así que no voy”, cuenta Nyachop Gatluak, una chica de 17 años de Pakur, una aldea abandonada por las inundaciones en el Estado de Unity. “No tengo compresas y me da vergüenza tender las prendas fuera durante la regla, porque la gente sabría que estoy menstruando”.

Nyakoang Malit, de 24 años, vive en Rubkona. "La primera pregunta que hice el primer día que vi la copa fue: '¿No es demasiado grande para mí?".
Nyakoang Malit, de 24 años, vive en Rubkona. "La primera pregunta que hice el primer día que vi la copa fue: '¿No es demasiado grande para mí?".Peter Caton

El acceso a artículos básicos como ropa interior y compresas es un derecho de toda mujer y niña para manejar su menstruación de manera segura. Sin embargo, en este contexto, donde una cultura de vergüenza y tabú rodea a la regla, tener estos productos de higiene reutilizables tampoco es la solución total. La sangre es difícil de lavar, especialmente sin jabón, que muchas no pueden pagar. Y no pueden tender sus compresas para que se sequen al aire debido a la vergüenza que representa que otros las vean, por lo que corren el riesgo de coger una infección colgándolas en la oscuridad.

Sin embargo, en la capital del Estado de Unity, se están probando diferentes métodos. Welthungerhilfe presentó a un grupo de mujeres la copa menstrual. Después de los temores y reservas iniciales, la mayoría de las mujeres sintieron un gran alivio al tener, por fin, una forma privada de manejar su menstruación. “Cuando cuelgas tu compresa fuera, todos saben que tienes la regla, pero con la copa menstrual nadie lo sabe”, comenta Nyebaka Gatphan, una estudiante de secundaria de 25 años que temía aparecer en público durante sus días de periodo. “Cuando llevo la copa no me da vergüenza pensar que se me puede manchar la ropa”.

La amiga de Nyebaka, Nyekoang Malit, también comenzó a usar la copa en marzo pasado y desde entonces ha dejado de utilizar trapos para absorber la sangre. “Antes solía cortar un trozo de tela y lo ponía junto con la ropa interior para empapar la sangre… [Pero] ya no tengo miedo y quiero que las mujeres no se sientan avergonzadas por la menstruación, porque es un regalo de Dios”.

El tabú que rodea a la regla y la falta de acceso a productos de higiene en Bentiu es un ejemplo de un problema que ocurre en todo el mundo. Las mujeres y las niñas que viven en la pobreza tienen que lidiar cada mes con su menstruación en circunstancias extremadamente difíciles y entre privaciones.

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