_
_
_
_

Adriana Mejía: “Los jóvenes no forman parte de los espacios de participación porque no creen en las instituciones”

La gerente de la Escuela de Participación Ciudadana de Bogotá insta a que la sociedad civil se adueñe de las múltiples herramientas que tiene para tomar decisiones aunque lamenta que estas se vinculen al “clientelismo” o a la “corrupción”

Adriana Mejía Ramírez, gerente de la Escuela de Participación de Bogotá, este viernes en el Instituto Distrital de la Participación y Acción Comunal.
Adriana Mejía Ramírez, gerente de la Escuela de Participación de Bogotá, este viernes en el Instituto Distrital de la Participación y Acción Comunal.ANDRES CARDONA
Noor Mahtani

A su cargo tiene la labor de convencer a 100.000 bogotanos de que la democracia es mucho más que votar cada cuatro años. Adriana Mejía Ramírez (Bogotá, 45), gerente de la Escuela de Participación Ciudadana de la capital colombiana, sabe que el reto es enorme: “La corrupción ha hecho que los más jóvenes no crean en las instituciones”. La burocracia, dice, no ayuda. Con una oferta de más de 550 espacios que van desde consejos sobre la bicicleta, hasta la construcción de paz o la defensa de los derechos de miembros de diferentes etnias, la ciudad —que destina la mitad del presupuesto local en las propuestas locales— quiere empezar a decidir “desde el barrio”.

Para ello, se ha celebrado esta semana el primer Laboratorio de Innovación Ciudadana (LABIC) en Bogotá; para trabajar en equipo en la búsqueda de soluciones a problemas comunes: desigualdad, inseguridad, falta de inclusión… Los 11 proyectos presentados tendrán hasta el 3 de diciembre para darle forma y solidez y que más adelante sean apoyados e implementados. “Los ciudadanos son los que lidian con esta realidad, son ellos los que tienen que cambiarla de la manera que crean más conveniente”, aseguró durante una de las ponencias del evento la entrevistada.

Pregunta. ¿Por qué es necesario formar al ciudadano en ejercer como tal?

Respuesta. Nos propusimos que la mayor diversidad de personas que viven y habitan Bogotá se puedan integrar a procesos de incidencia, empoderamiento, acción colectiva… Que su conexión con el territorio sea distinta. Esta ciudad tiene estadísticas muy interesantes de participación. No solo el formal, que se mide por los encuentros ciudadanos. Si no que, tradicionalmente, la ciudadanía hace sus propios aportes y se organizan por sí mismos. Pero nos hemos dado cuenta de que la brecha entre quienes se apuntan a los cursos y la población en general, sigue siendo muy alta. Los espacios de participación han perdido legitimidad porque la ciudadanía ha perdido la confianza en las instituciones. Sobre todo los jóvenes. Ellos no forman parte de estos espacios precisamente por eso.

P. ¿Qué es lo que ha hecho que pierdan la confianza?

R. Cada generación viene con su interés y su impronta. Las juntas de acción comunal son por ejemplo una expresión antigua y tradicional de la participación. Es cierto que en su momento hicieron varios de los barrios del país y lograron condensar intereses y expectativas de gente que quería cambiar su entorno. Pero sus formas no convencen a la juventud.

P. ¿Están anticuadas?

R. Pues… Tiene unas formas de ser propias que se entienden por el contexto en el que se iniciaron. Pero hoy están tildadas de clientelismo. Antes se comprometía el voto a cambio de mejoras en los barrios; de ladrillos o reparaciones de las aceras, por ejemplo. Las cosas han ido cambiando, claro. Pero los jóvenes siguen vinculando la gestión barrial con la corrupción. Siguen viendo, además, al funcionario como indolente, lejano… El problema que yo ubico es precisamente ese. Que la excusa preestablecida es siempre la misma: “No participo porque eso está ya decidido; allá siempre van los mismos; está copado; son discusiones inocuas…”. Nuestro mayor dilema es cambiar la percepción. Nuestros espacios no están corruptos, están llenos de gente que se ocupa y se preocupa por ciertas cosas.

Los jóvenes siguen vinculando la gestión barrial con la corrupción. Además, siguen viendo al funcionario como indolente, lejano…

P. ¿Son las instituciones las que tienen que buscar al ciudadano o al revés? ¿Cuál es el límite entre infantilizar y llegar a todos?

R. Como institución pública, comprendemos que hay dos tareas que tenemos que garantizar. Por una parte, asegurarnos de que hay espacios abiertos y funcionando para el que quiera integrarse; que las elecciones sean abiertas y transparentes… Y otra, es que la información baje a espacios donde las personas han estado excluidas de la toma de decisiones. Pero la participación se entiende muy atada al rol del Estado. Sin embargo, las nuevas ciudadanías se dieron cuenta de que hay formas de participar sin pasar por el Estado o al menos sin que este sea el lugar último de llegada. El Estado-centrismo es uno de los peligros más fuertes de la participación. Un grupo de WhatsApp, vínculos entre vecinos, a través de los medios de comunicación… Esa es otra forma de encontrar fórmulas de solución. Y ese es el imaginario más difícil de romper. Centrar todas las expectativas en que el Estado lo resuelva todo, es equivocado.

P. El paro y la movilización juvenil son contempladas como otra forma de participar…

R. Claro, y esa es otra de las formas que comentaba antes. No tiene que ser todo a través de las instituciones. La gente que se junta y busca soluciones también está incidiendo en el cambio. Pero también hay múltiples escenarios en los que se involucren y se puedan acercar y tener contacto con organizaciones sociales.

P. ¿En Colombia se sigue anclado a la idea de que votar es la única responsabilidad u opción del ciudadano?

R. Nosotros hicimos un ejercicio en octubre, en el primer congreso Bogotá, comunidad para el desaprendizaje, y una de las preguntas era esa; sobre cómo se concebía la democracia. El 80% respondió que era votar, elegir y ser elegido. Tenemos un imaginario muy fuerte que desmontar. Nos toca decirles: pilas (ojo), que esto también tiene que ver con la garantía de los derechos, sobre la apertura y transparencia de las instituciones, sobre el contrapeso de otros actores… Pero la gente aún no ve eso.

Hay formas de participar sin pasar por el Estado o al menos sin que este sea el lugar último de llegada. El Estado-centrismo es uno de los peligros más fuertes de la participación

P. ¿Y cuál es la oferta en Bogotá?

R. Uff… Si mi memoria no me falla creo que son 550 espacios de participación. Se dan por cada sector, por cada grupo poblacional, para víctimas… Hay todos los que te puedas imaginar. Pero justamente que haya tantos hace que tengan menor nivel de incidencia. Es algo en lo que estamos trabajando. Se intentó unificar durante el mandato de [Gustavo] Petro [2011], pero no fue tan fácil. Legalmente, no era posible unir diferentes presupuestos para temas de participación conjunta.

P. ¿El esqueleto de las instituciones aún no están pensadas para que el ciudadano se involucre más?

R. Al menos hasta ahora, hay temas legales que no lo permiten. Habría que pensar en alternativas.

P. ¿Y existe una brecha de género? ¿Participan más ellos?

R. Ha estado muy chévere darse cuenta de que el porcentaje de participación femenina está en un 58%. Hay muchas más mujeres interesadas y son las que más se certifican. Además, están más involucradas con las organizaciones y tienden redes. Y la mayoría ha pasado por la universidad, suelen venir mujeres formadas. Y cada vez nos interpelan más en que busquemos el enfoque de género. Es bastante interesante porque la retroalimentación de ellas van a un punto mucho más neurálgico de nuestro rol como formadores.

Puedes seguir a PLANETA FUTURO en Twitter, Facebook e Instagram, y suscribirte aquí a nuestra ‘newsletter’.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_