Retrato de las lideresas del Sur en el año de la pandemia
Las mujeres de todo el mundo han estado al frente en la lucha contra la covid-19 como sanitarias y trabajadoras esenciales, y han sufrido desproporcionadamente el impacto económico y la creciente violencia de género. Este es un repaso a su esfuerzo global por el desarrollo desde el pasado Día de la Mujer hasta hoy
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Decenas de mujeres del mundo han sido protagonistas de las informaciones de Planeta Futuro/EL PAÍS desde el 8 de marzo de 2020, un año en el que la pandemia de covid-19 ha puesto del revés la realidad conocida. Pero ellas se quedaron al frente de la lucha contra la enfermedad y sus consecuencias: las profesionales de la salud, las madres, las cuidadoras, las limpiadoras, las maestras. Nos lo recordaba en julio de 2020 Magdalena Sepúlveda, directora ejecutiva de la Global Initiative for Economic, Social and Cultural Rights, en una de sus tribunas de la Red de Expertos “Las mujeres están en la primera línea de la batalla contra el virus. A nivel mundial, el 88% de los trabajadores del cuidado personal y el 69% de los profesionales de la salud son mujeres, que corren mucho más riesgo de enfermarse”.
Como Lydia Kuria, enfermera en una clínica de Kibera, en Kenia, uno de los slums más grandes del este de África, donde las medidas de higiene y distancia social son casi imposibles por la falta de agua y saneamiento adecuado, y las condiciones de hacinamiento. Aun cuando no disponía de suficientes mascarillas como para no tener que reutilizar la que tenía, acudía al centro de salud para atender a los que caían enfermos o a las mujeres que se ponían de parto. “Muchas embarazadas están dando a luz en casa, con las dificultades y los problemas que esto tiene, porque en las horas del toque de queda les está prohibido acudir a la clínica”, explicaba por videollamada. La organización para la que trabaja, Amref Salud África, y otras que trabajan en la zona, consiguieron que el Gobierno les diera un permiso especial para que sus pacientes pudieran acudir en caso de emergencia. “Así podremos evitar que los partos más graves se puedan ver afectados”.
La tecnología ha facilitado que en los meses de confinamiento, en los que el contacto humano se mantenía a través de las pantallas, las reporteras de esta sección hayamos conectado con las mujeres del mundo que, como Kuria, han luchado contra las peores consecuencias de la pandemia y las carencias que ya había antes de ellas: la pobreza, el hambre, la desigualdad, la violencia, la destrucción del planeta... Males de los que, además, ellas son las más perjudicadas. “Con la llegada del coronavirus mi vida ha cambiado. Debido a las nuevas normas, no salimos ni a la puerta de casa. No vamos al colegio. Ha cerrado. Antes de que llegase la enfermedad, iba a la escuela”. La que habla es Esta Sanoussi, una niña de 15 años que vive en Maradi, Níger. Ella es una de las adolescentes que nos contaron en una serie de vídeos cómo estaban viviendo la pandemia. La interrupción de su formación es una de las constantes que, en el caso de las chicas, tiene el riesgo asociado (y mayor que entre los varones) de abandono definitivo, bien porque sus progenitores primen la educación de los chicos en caso de necesidad, porque las casen o se queden embarazadas. Muchas, como Fatimata Bagayogo, de 11 años, de Costa de Marfil, han contado con el apoyo de sus padres para continuar estudiando y se han esforzado en aprender por radio, televisión e incluso por mensajes en el teléfono. “Quiero ser médico”, explicaba la pequeña, al ser fotografiada por Unicef.
No cuesta dinero, nadie puede decirme que debido a la pandemia, no puede apoyar el liderazgo de las mujeresPhumzile Mlambo-Ngcuka, directora ONU Mujeres
La pandemia no solo amenaza con truncar los sueños de millones de niñas, sino también carreras profesionales y deportivas. Es el caso de Gloria Guissou, la gran campeona burkinesa de kárate, que dudaba de poder cumplir su objetivo de participar en unos Juegos Olímpicos. A causa de la covid-19, se celebrarán en el 2021. “No estoy segura de que mi marido pueda esperar hasta entonces para tener nuestro primer hijo, así que puede que este sueño no se realice…”, decía el pasado noviembre.
Solo con más mujeres en el poder, desde el que se ejerce en las instituciones hasta en las más remotas comunidades, se cerrarán las brechas de género y será posible un desarrollo sostenible e inclusivo. Así lo cree Phumzile Mlambo-Ngcuka (65 años, Sudáfrica), la directora de ONU Mujeres, con quien charlamos en una entrecortada conversación ―cosas de la cobertura― en febrero de 2021. “No cuesta dinero, nadie puede decirme que debido a la pandemia, no puede apoyar el liderazgo de las mujeres”, insistió. Más presidentas, más ministras, más políticas, más alcaldesas, más altas directivas y jefas. Un deseo compartido por Suzi Carla Barbosa, ministra de Asuntos Exteriores de uno de los 10 más pobres del planeta, Guinea Bissau, y ejemplo de lideresa crecida al calor de las comunidades rurales de mujeres africanas. “Desde siempre mi compromiso ha sido dar voz a las mujeres, sobre todo, las rurales. Y ser una referencia en la política para las jóvenes, para que se involucren y luchen por sus derechos”, comentaba en una entrevista, aprovechando su visita oficial a España a principios de 2021, lo que facilitó un encuentro presencial, con la debida distancia.
No es presidenta ni se dedica a la política, pero Melinda Gates es una de esas mujeres con poder. Manda y mucho. Es una líder con enorme influencia en el desarrollo sostenible del planeta, como codirectora de la Fundación Gates, una de las organizaciones filantrópicas más grandes del mundo. En una entrevista con cuatro medios europeos, entre ellos EL PAÍS, reflexionaba sobre los cambios que la pandemia provocará en la manera de hacer las cosas y la forma en la que vamos a reconstruir el mundo. Y vaticinaba un papel protagónico de la familia y de la mujer. “Todas las economías del mundo se construyen sobre las espaldas de las mujeres que desempeñan trabajos no remunerados. No importa si eres un país europeo, eres Estados Unidos, eres India, eres uno de África...”. Según su análisis, a partir de ahora hay que pensar en cómo asegurarse que equilibramos las economías con las necesidades de las familias para tener días de permiso por enfermedad pagados, para poder cuidar a los niños, a los ancianos... “Esta pandemia ha dejado al descubierto cosas en nuestros propios hogares que la mayoría de la gente no ha querido afrontar. Y creo que dependerá de nosotros, como comunidad global, aprender la lección”.
Como Melinda Gates, otras lideresas, pero de las de abajo, también han saltado a nuestros titulares. Porque ellas no han dudado en ponerse al frente del cuidado de sus comunidades. Lo hemos visto en Valle del Sol, un asentamiento entre los cerros del norte de la ciudad de Lima (Perú). Allí, los hogares donde no entraba pan empezaron a colocar banderas blancas en sus ventanas como símbolo de que necesitaban ayuda. Las mujeres no dudaron en acudir al rescate y organizaron ollas comunitarias, es decir, hacían comida para todos. También fueron protagonistas en Planeta Futuro cinco migrantes en Buenos Aires ―Ana, Juana, Andrea, Susana y Patricia― que llegaron a Argentina desde otros países y se convirtieron en un apoyo imprescindible para alimentar de forma solidaria a los vecinos de los barrios empobrecidos de la capital en esta pandemia.
En el año en el que el planeta ha estado pendiente de una enfermedad infecciosa para la que se desarrolló una vacuna en tiempo récord, pero todavía no hay cura, recordamos en un despliegue especial que cada 30 segundo fallece un niño menor de cinco años a causa de la neumonía, prevenible y tratable en la mayoría de los casos. Ridhima Pandey, de 13 años, un referente en la lucha contra el cambio climático en India, subrayaba en Barcelona poco antes de que el mundo se paralizase que la contaminación es un factor que perjudica la salud de los niños, dañando gravemente sus vías respiratorias, entre otras consecuencias. Ella es uno de los exponentes de una nueva generación de ‘malalas’ y ‘gretas’, chicas jóvenes que también han alzado su voz en este año de pandemia. Por los bosques, por los derechos de las personas LGTBI, por respirar aire y beber agua limpios. Ya despuntan como las líderes que Mlambo-Ngcuka reclama.
Las que luchan, las que padecen, las que mandan y las que necesitan ayuda, las mujeres del planeta son homenajeadas hoy 8 de marzo, pero son ignoradas e invisibles el resto del año
Las que luchan, las que padecen, las que mandan y las que necesitan ayuda, las mujeres del planeta son homenajeadas hoy 8 de marzo, pero son ignoradas e invisibles el resto del año. Nos lo advirtió la investigadora británica Luba Kassova: en 2019, menos del 1% de las noticias trataban sobre cuestiones relacionadas con la desigualdad de género, según su estudio sobre la presencia femenina en los medios de comunicación. Y 2020 no fue distinto. Su análisis de la información sobre la pandemia concluyó que las noticias sobre la misma esconden a las mujeres. Ellas han sido las grandes ausentes en los titulares y entre las voces expertas, tanto o más como lo han sido de los puestos de toma de decisiones.
Milagros Ramos, de 24 años, y su madre, se rebelaron contra la invisibilidad de las mujeres y convirtieron el atuendo más popular en esta pandemia, la mascarilla protectora, en un grito feminista. Sus cubrebocas violetas, pintados con una técnica ancestral tradicionalmente masculina, ilustran esta noticia. Desde Lima, donde los confeccionan, lanzan un mensaje: “¡No estás sola!”.
El Día Internacional de la Mujer es el momento señalado para destacar lo que pasa casi desapercibido el resto del año: que 200 millones de mujeres viven mutiladas víctimas de la ablación, que una de cada tres ha sufrido algún tipo de violencia física o sexual, que ya incluso antes de que la pandemia lo empeorase todo, cada día 34.000 niñas eran obligadas a casarse y 830 mujeres morían por complicaciones relacionadas con el embarazo o el parto. Que desde enero hasta octubre del 2020 hubo 2.384 feminicidios en México y reporteras como Frida Guerrera se la juegan por denunciarlo. Mientras siga sucediendo, lo seguiremos contando.
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