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Guardianas de la vida o los nuevos retos del colectivo feminista pionero en Colombia

Un proyecto concebido desde la economía igualitaria y popular aúna agroecología y turismo para ayudar a dignificar las vidas de cientos de mujeres de la castigada región de Santander, fortaleciendo su autonomía económica

Las mujeres de La Comunera trabajan en la siembra de semillas, especialmente plantas aromáticas.
Las mujeres de La Comunera trabajan en la siembra de semillas, especialmente plantas aromáticas.OFP

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Hace 48 años, Yolanda Becerra cofundó el colectivo más antiguo de mujeres de Colombia, la Organización Femenina Popular (OFP), en una de las ciudades más castigadas por el conflicto armado, Barrancabermeja, la capital del departamento de Santander y de la región nororiental de Magdalena Medio. En un contexto donde la ciudad era central en el corredor entre Venezuela y Panamá, albergaba la segunda refinería de petróleo más grande del país y contaba en sus alrededores con una gran presencia de minas de oro, cultivos de uso ilícito, guerrillas y varios grupos paramilitares y criminales. En estos casi 50 años de vida, la organización ha sufrido ataques, persecuciones, amenazas y asesinatos, pero nunca ha bajado los brazos. Ha sabido resistir trabajando por el empoderamiento y los derechos de las mujeres, y construyendo una economía incluyente para ellas y sus comunidades.

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“Las mujeres hemos sido capaces de trabajar la paz en medio de la guerra. Y ahora que la paz quedó incompleta tras los acuerdos, nosotras continuamos en la lucha contra la judicialización de líderes sociales y la extracción recursos naturales que empobrece a la región, especialmente a las mujeres”, destaca Becerra por videollamada.

Hoy la OFP proyecta su trabajo en todo Magdalena Medio, ampliando su presencia a otros municipios de la región de Santander. Víctimas y supervivientes del conflicto armado colombiano, pero también defensoras del territorio y constructoras de paz, las mujeres de la organización han hecho ahora realidad el sueño de impulsar un proyecto turístico natural en un inmenso paraje del municipio santandereano de Lebrija, desde donde también realizan emprendimientos agroecológicos. Se trata del Centro Bionatural de Turismo Comunitario Comunera, un programa integral en el que convergen la agroecología y el llamado turismo comunitario para promover el bienestar, principalmente de las mujeres, y su derecho al tiempo libre, al esparcimiento y a la salud mental.

“El campo en Colombia, generalmente olvidado por un Estado ausente, no es un lugar donde se den precisamente oportunidades de desarrollo. La Comunera es un proceso que nace con la idea de recuperar un lugar que un día fue de guerra en un espacio de vida, y atraer a personas para que se reconecten con la naturaleza, generando experiencias y rescatando la memoria cultural”, comenta por videollamada Kelly Campo, integrante de la OFP.

La Comunera brotó hace un año como un gran laboratorio agroecológico donde las mujeres pusieron en marcha iniciativas agrícolas para mejorar su situación socioeconómica. Lo hicieron propagando especies ornamentales, frutales, medicinales y legumbres, así como cultivando plantas aromáticas, especialmente de citronela, para luego a partir de sus aceites esenciales producir derivados como jabones artesanales, geles hidroalcohólicos y limpiadores de suelos.

Aquí todas somos una. Como mujeres organizadas aprendimos a defender la vida en los territorios
Emerita Torres, miembro de la OFP

En La Comunera huele a tomillo, menta, orégano, caléndula, manzanilla, albahaca o romero. Las mujeres vienen trabajando así en la siembra de semillas, implementando técnicas agroforestales y aprendiendo a producir abonos orgánicos con diferentes tipos de residuos. De esta manera, también se concreta en la práctica todo el trabajo de la organización en el tema de las economías alternativas. Y todo con una clara visión política, desde la comida que cultivan y preparan para comercializar, hasta los pollos que crían, porque ayudan a construir la economía del país.

Emérita Torres es un claro ejemplo. Lleva 23 años en la OFP y forma parte de una de las unidades productivas cultivando citronela y participando en todo el proceso para sacar los aceites esenciales. “Orgullosa y afortunada”, así dice sentirse. “Aquí todas somos una. Como mujeres organizadas aprendimos a defender la vida en los territorios. La citronela ha mejorado nuestra calidad de vida, especialmente en lo económico. Gracias a ella pude arreglar mi vivienda y mejorar el cultivo, la producción y la comercialización”, dice vía WhatsApp.

Campo acompaña este proceso con las mujeres desde una doble vertiente: la social, por haber estado siempre vinculada a la OFP y como química de profesión que es. Está convencida que la ciencia aporta un plus que puede ayudar a fortalecer los procesos productivos. “Es mucho lo que saben las mujeres desde su experiencia porque tienen una relación muy íntima con las plantas. Ellas son realmente científicas comunitarias y guardianas de la vida, pero también es importante ese diálogo de saberes entre lo social y lo académico. Generar ese puente de conocimiento y de interacción no es fácil, pero nos ayuda a que esos procesos sean más sostenibles en el tiempo”.

Las llamadas guardianas de la vida de la Organización Femenina Popular reforestan el territorio como una posición social y política de defensa del territorio y la naturaleza.
Las llamadas guardianas de la vida de la Organización Femenina Popular reforestan el territorio como una posición social y política de defensa del territorio y la naturaleza.OFP

La Comunera dio un paso más allá. Alrededor del proyecto agroecológico surgió la idea del turismo comunitario, concebido como una forma de poder descubrir la importancia de lo que significa sembrar una planta y promover la salud mental, que siempre estuvo muy presente en el trabajo de la OFP.

“Pensamos en cómo hacer un turismo que ayude a la salud mental de las mujeres, de las personas, de los niños, de las niñas y de la comunidad. Porque construir economía para las mujeres también significa sanar el cuerpo, el alma y la mente. Con el turismo comunitario queremos que ellas puedan tener un espacio que ayude a reconocer también ese poder curativo de la mente y del alma en las plantas, en la reconexión con la naturaleza”, afirma la química. En la Comunera se puede visitar un vivero, realizar un curso de siembra y cosecha, y degustar alimentos recién recolectados, pero también hacer observación de fauna y flora, senderismo, meditación y una prueba cerebral para despertar la memoria.

Ser protagonistas a lo grande

La Comunera beneficia de manera directa a 35 mujeres y está centrado en la economía feminista y popular, que les aporta autonomía e independencia monetaria. “La economía de las mujeres no se puede quedar solo en las pequeñas cosas. Tenemos derecho a ser protagonistas en iniciativas grandes, en procesos visionarios, en empresas”, matiza la química. Las expectativas y los sueños que se han puesto en este proyecto son inmensos. “Estamos en un tiempo muy convulsionado, muy desesperanzador y con pocas oportunidades. Poder seguir construyendo, haciendo el acompañamiento y trabajando es muy importante”.

La Comunera beneficia de manera directa a 35 mujeres y está centrado en la economía feminista y popular

El feminismo popular es la bandera de la OFP, una apuesta política de transformación, donde ellas tienen un sentido de clase que aporta a la construcción de un modelo económico alternativo. “Trabajar con mujeres es como trabajar con el engranaje de la vida”, dice Campo. Y menciona otro de los proyectos que se desarrollan en La Comunera, el de guardianas de la vida, mediante el cual reforestan los territorios. Una actividad que se hace en todo Magdalena Medio como una posición social y política de defensa del territorio y la naturaleza.

Un salto a lo virtual

Las mujeres de la OFP también están trabajando desde lo virtual nuevas vías de comercialización de sus productos. Crearon Bazarte App, una aplicación a modo de plataforma virtual que sirve como circuito de comercialización que busca disminuir el número de intermediarios entre las productoras y el consumidor. Una manera también de acortar la brecha digital que afecta a las mujeres, tanto en el ámbito de los conocimientos, como a la hora de contar con un buen dispositivo o una buena calidad de red, algo muy visible en las regiones más rurales y abandonadas por el Estado.

Debido a la pandemia, y también en la virtualidad, la OFP ha iniciado una gira de incidencia por Europa con instituciones catalanas. El objetivo es sensibilizar y hacer un llamado sobre la situación que viven las organizaciones sociales en el nuevo contexto colombiano tras los acuerdos de paz, los asesinatos de líderes sociales y excombatientes, las masacres, los feminicidios y toda la violencia que sigue transitando por el país.

Para la OFP, el acompañamiento internacional en los estos últimos años ha significado vida y por eso en esta gira pedirán que continúe ese apoyo. Desean que otros países exijan el cumplimiento de los acuerdos de paz y desdibujar la falsa idea de la pacificación que se ha querido transmitir. “En este momento de pandemia es importante lograr romper el aislamiento, encontrar apoyos, solidaridad y nuevas formas de reencuentro para continuar el camino. Y poner sobre la mesa las realidades que vivimos las mujeres y las organizaciones”, señala Becerra.

La campaña de incidencia virtual que impulsa la OFP con el apoyo de la Taula Catalana por la Paz y los derechos humanos en Colombia y de la Plataforma Unitaria contra las Violencias de Género, entre otras entidades, servirá también para que la organización de a conocer sus proyectos como el de La Comunera o la puesta en marcha de una emisora de radio comunitaria feminista, la escuela de liderazgo y empoderamiento político y la Red de Productoras por una economía feminista popular. Su idea es fomentar la figura del madrinazgo para estos planes. Y sentirse respaldadas.

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