Sudán, un país en transformación hacia la igualdad
En dos años, se ha pasado de prohibir a las mujeres salir con pantalones a tomar las primeras decisiones con perspectiva de género. Las activistas piden al Gobierno de transición que cuente con ellas para definir la agenda política
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“Ahora que hace dos años que empezó la revolución, lo que más recuerdo son las caras de las mujeres que, aunque no podían salir a manifestarse porque eran ancianas o tenían hijos pequeños, dejaban las puertas de sus casas abiertas para que las demás pudiéramos refugiarnos de los golpes de la policía y de los gases lacrimógenos”, cuenta la activista Sheenaz El Zain al otro lado de la videollamada. En diciembre de 2018, miles de personas se lanzaron a las calles de Jartum, la capital de Sudán, para pedir la dimisión del presidente Omar Al-Bashir, en el poder desde 1989. Fue el inicio de una revolución que acabó derrocando al régimen e hizo virales imágenes de mujeres cantando a la libertad y desafiando la ley.
Dos años después, las activistas reivindican cambios estructurales que vayan un paso más allá de la mera presencia de mujeres en el Gobierno. Piden definir las prioridades de la agenda política del nuevo Sudán. “Todo el mundo sabe que, sin las mujeres, la revolución no hubiera sido posible, pero pocos se acuerdan. Por eso seguimos reclamando lo que nos merecemos”, asegura El Zain.
Desde el inicio de la transición en agosto de 2019, el Gobierno ha tomado decisiones enfocadas a la igualdad de género como la criminalización de la mutilación genital femenina, que según Unicef afecta al 86,6% de las sudanesas, o la derogación de una ley que prohibía a las mujeres vestir pantalones, viajar solas o bailar en público. Hace pocas semanas anunció que prohibirá el matrimonio infantil, que afecta al 34% de niñas menores de 18 años. La portavoz de la oficina del Primer Ministro, Natalina Yacoub, asegura: “El nuevo Gobierno trabaja para la paz, la justicia y la libertad, y eso significa poner a las mujeres como prioridad”. Considera que será difícil reformar el país porque las leyes del régimen anterior menospreciaban sistemáticamente a las mujeres. “Nos han enseñado a ser vergonzosas, a no hablar, a tener miedo, a decirnos a nosotras mismas que no podíamos o que no debíamos”, explica.
Lo cierto es que el Gobierno del tecnócrata Abdalla Hamdok trabaja a contrarreloj para transformar y estabilizar el país antes de las elecciones democráticas previstas para 2022. Sus principales retos son desmantelar el sistema de corrupción instaurado por Al-Bashir, reformar el sistema judicial y gestionar la profunda crisis económica. El país ha vivido un año de extrema fragilidad: el ejército sofocó un intento de golpe de Estado en enero, el primer ministro sobrevivió a un atentado en marzo, en Darfur se vive una escalada de violencia desde julio y, en las calles, los sudaneses siguen reclamando mayores reformas democráticas mientras afrontan la pandemia. Además, en las últimas semanas, el conflicto en la región de Tigray, en Etiopía, ha obligado a 50.000 personas, la mayoría mujeres y niños, a refugiarse en Sudán, un número que se suma al millón de refugiados que ya residen en el país, según Acnur.
Las activistas exigen más mujeres en la toma de decisiones
Al inicio de la transición, la principal reivindicación de las mujeres era tener puestos de decisión en las instituciones. Actualmente, de los 11 miembros del Consejo Soberano, el órgano cívico-militar que ostenta la jefatura del Estado, dos son mujeres: Aisha Moussa, lingüista y activista, y la jueza Raja Nicola Abdel-Masih, la primera cristiana copta en tener un alto cargo en el sistema político de Sudán. En el Gobierno, cuatro de los 20 ministerios están liderados por mujeres; como el de Finanzas o el de Trabajo y Desarrollo Social.
Aunque reconoce el trabajo del Gobierno para incluir a más mujeres, la activista Hamadelneil considera que deberían “empezar a aprobar políticas con perspectiva de género y preparar a la sociedad para un nuevo contexto en el que las mujeres tomen más decisiones”. Hamadelneil fue la única mujer que participó en la elaboración de la Declaración Constitucional, que funciona como marco legal en el periodo de transición, y sigue de cerca los debates sobre el rol de las mujeres.
Uno de los puntos más polémicos ha sido la designación de los 18 gobernadores civiles correspondientes a cada estado del país. Según explica El Zain, al principio no se eligió a ninguna mujer a pesar de que todas las candidatas tenían una extensa trayectoria profesional. Más tarde el primer ministro designó a dos mujeres y, aun así, las comunidades más conservadoras mostraron su descontento. “Es difícil que las mujeres podamos desarrollar una carrera política si no hay espacios para nosotras, por eso yo les digo a los partidos políticos y al Gobierno: ¿qué hacen ustedes para eliminar obstáculos y ofrecernos oportunidades?”, se pregunta El Zain.
Es difícil que las mujeres podamos desarrollar una carrera política si no hay espacios para nosotras
A pesar de haber conseguido cierto espacio, El Zain cree “que las gobernadoras lo tendrán difícil porque van a trabajar con hombres con una mentalidad patriarcal que no van a respetar su criterio”. Las activistas opinan que el Gobierno todavía tiene muchas decisiones pendientes para allanar el camino hacia la igualdad. Según Hamadelneil, el próximo paso debería ser firmar y ratificar la CEDAW y el protocolo de Maputo, dos convenciones internacionales que obligarían al Gobierno a eliminar cualquier tipo de discriminación contra las mujeres.
Lenguaje inclusivo y derechos de la mujer en los acuerdos de paz
La transición llegó a un punto culminante hace pocos meses cuando el Gobierno y representantes de los grupos armados y la sociedad civil de las zonas en conflicto —Darfur, Kordofán del Sur, Nilo Azul y los estados del este— llegaron a un acuerdo de paz. Además de abrir vías para la reconciliación, los acuerdos garantizan la participación política de las comunidades discriminadas por el régimen de Al-Bashir, incluyendo cuotas específicas para las mujeres. Según informa la organización Acción para los Derechos de las Mujeres en Sudán (SUWRA), las negociaciones han contado con la participación de mujeres de los grupos armados, así como hasta 19 mujeres activistas por los derechos humanos. Sin embargo, Hamadelneil denuncia que no hubo ninguna mujer como representante del Gobierno y eso “va en contra de la Declaración Constitucional”.
Las activistas de SUWRA explican que, por primera vez, los acuerdos de paz incluyen la perspectiva de género tanto en el uso de un lenguaje inclusivo en el texto como en reconocer los derechos de las mujeres, especialmente de las que han vivido situaciones de “esclavitud y explotación”. No obstante, señalan que se asocia a las mujeres con “puestos técnicos” y temen que eso podría apartarlas de los procesos de decisión. Además, lamentan que no se concreten medidas para promover la independencia económica de las mujeres que han enviudado a raíz del conflicto y no pueden heredar las tierras de su familia porque la ley de la propiedad las discrimina.
Por otro lado, desde SUWRA señalan que los acuerdos reconocen la separación entre el Estado y la religión, lo que podría ser un punto de partida para acabar con las dinámicas “racistas y discriminatorias” que las comunidades no musulmanas y las personas negras han sufrido durante el antiguo régimen. Es el caso de las mujeres de Darfur, al oeste del país, que han afrontado situaciones de violencia sexual sistemática desde el inicio del conflicto en 2003, una de las acusaciones que han llevado a Al-Bashir ante el Tribunal Penal Internacional.
Nuestras madres, tías y abuelas han estado 30 años luchando para que la revolución se hiciera realidad, soportando vejaciones e incluso la cárcel
Otra comunidad que ha participado en los acuerdos de paz es la de las montañas Nuba, en el estado de Kordofán del Sur. Precisamente la portavoz de la oficina del primer ministro, Natalina Yacoub, lleva años haciendo activismo en favor de los derechos de los pueblos Nuba. Se siente optimista porque “a pesar de pertenecer a una comunidad discriminada, está trabajando para el Gobierno e incluso hablando como portavoz, algo que antes hubiera sido impensable”.
Tres décadas de resistencia
Hamadelneil y El Zain señalan que la transformación de Sudán no es solamente un logro de la revolución de 2019, sino de una estrategia de resistencia que se tejió durante décadas a pesar de Al-Bashir. En las calles era habitual ver a mujeres vistiendo pantalones, algunas con hiyab y otras luciendo su cabello, a riesgo de ser detenidas por quebrantar la ley. “Cada vez que salía de casa era un desafío, pero siempre ha habido muchas mujeres que nos hemos atrevido a llevar pantalones y enfrentarnos a la policía. Eso también era hacer la revolución”, recuerda Sara Karrar, que trabaja como consultora en Jartum.
Llevábamos toda la vida esperando este momento y no vamos a permitir que se nos vuelva a dejar de lado con la excusa de que no son cosas para mujeres
Karrarafirma que Sudán está evolucionando porque puede hacer “cosas que antes eran imposibles”, como viajar con su hija al extranjero sin el permiso de su exmarido. Espera que en los próximos meses el Gobierno pueda controlar la crisis económica que ahoga al país desde hace años y, finalmente, se centre en acabar con la discriminación a las mujeres. El Zain quiere que la revolución no quede en el olvido: “Nuestras madres, tías y abuelas han estado 30 años luchando para que la revolución se hiciera realidad, soportando vejaciones e incluso la cárcel. Llevábamos toda la vida esperando este momento y no vamos a permitir que se nos vuelva a dejar de lado con la excusa de que no son cosas para mujeres”.
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