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Túnez: las mujeres rurales buscan reconocimiento

Alrededor de 1,8 millones de tunecinas viven en zonas rurales; el 40% de ellas son analfabetas y el 60% sufre problemas de salud. Varias asociaciones del norte del país reclaman que las leyes que promueven la igualdad de género se implementen a nivel local

Después del trabajo de jornaleras Rajeh y Hakima llevan a sus ovejas a pastar.
Después del trabajo de jornaleras Rajeh y Hakima llevan a sus ovejas a pastar.Pau Gonzalez

En la aldea de Balta Bou Awan, que se extiende sobre un valle verde en las montañas de la provincia de Jendouba, al noroeste de Túnez, una camioneta retumba cuesta arriba en la carretera principal. Una docena de mujeres, con paños de colores en sus cabezas, va de pie en la parte trasera del vehículo.

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Se detiene en medio del camino y bajan dos mujeres, y caminan cuesta arriba hacia las casas de cemento. Son jornaleras agrícolas, contratadas para cosechar tomates, papas y aceitunas, actividad que comienza alrededor de las cuatro de la mañana. Trabajan por 10 dinares al día, el equivalente a cerca de tres euros. Viven al día, muchas son analfabetas y, en muchos casos, son obligadas por sus padres a abandonar la escuela para poder utilizar el poco dinero en la educación de sus hijos varones.

El pasado 13 de agosto, el presidente de Túnez, Kais Saied, visitó El Mouraidia, localidad vecina a Balta Bou Aouane. Allí se reunió con trabajadoras agrícolas y pidió la protección consistente de los derechos de la mujer. La visita se produjo con motivo del Día Nacional de la Mujer de Túnez, que también marcó el 64º aniversario de la implementación del Código de Estatuto Personal. El código se celebra como un hito progresivo para las mujeres en la región. Se prohibió la poligamia y les reconoció iguales derechos en las decisiones de matrimonio, divorcio y custodia de los hijos. Sin embargo, también establece límites en el derecho de herencia de propiedades y estipula que los hijos heredan el doble que las hijas.

Túnez es a menudo representado en el extranjero como el país defensor regional de los derechos de las mujeres, especialmente desde la Primavera Árabe, sin embargo, la realidad para las que viven en el entorno rural llega a ser brutal: se enfrentan a violencia física y económica, a la falta de educación, el analfabetismo y a una ausencia total de participación política.

Según el Ministerio de Agricultura, alrededor de 1,8 millones de tunecinas viven en entornos rurales, el 32% de las mujeres del país. De ellas, el 40% son analfabetas, mientras que el 60% sufre problemas de salud, casi siempre (en el 93% de los casos) relacionados con el trabajo. Solo el 10% tiene acceso a atención médica gratuita.

Trabajan por 10 dinares al día, el equivalente a cerca de tres euros. Viven al día, muchas son analfabetas y, en muchos casos, son obligadas por sus padres a abandonar la escuela

Ante esto, son cada vez más las mujeres rurales que trabajan para salir de la pobreza e intentar cambiar su situación, haciéndose oír en la esfera política de Túnez. Salsabil Kouki, de 33 años, nació en Balta Bou Awan, pero, a diferencia de otras vecinas de la aldea, pudo seguir una educación universitaria. Hoy, es la presidenta de la rama local de la Asociación de Desarrollo Comunitario y la Ciudadana, y participa en otras iniciativas, como la organización solidaria Lam Echaml (siempre juntas) y en el programa por los derechos de los niños de la Unión Africana.

Sentada frente a su casa en Batla Bou Awan, Kouki habla de la resistencia que ella y otras como ella enfrentan al luchar por un mayor reconocimiento de las autoridades locales. “En las reuniones del consejo municipal, las activistas mencionamos los problemas de las mujeres discapacitadas, divorciadas y aquellas que nunca han ido a la escuela. Son las más vulnerables. Pero el municipio nos dice: ‘No las he incluido en el presupuesto de este año’. Es como si ni siquiera pensaran en nosotras”.

Y después de décadas de grave abandono por parte del Estado, la desconfianza entre las mujeres rurales es profunda: “El año pasado, antes de las elecciones, realicé sesiones de sensibilización política. Ellas quieren votar. Pero la pregunta que más escucho es: ‘¿Qué beneficios me traerán estos políticos?”, explica Kouki.

Ha habido mejoras en Balta Bou Awan, pero estas son básicas y han requerido tal lucha que Kouki parece casi desanimada por los modestos logros que las activistas han logrado para su comunidad. “El camino ha sido pavimentado. [El municipio] nos ha extendido el agua pública. Pero esto fue solo después de organizar innumerables sentadas y de presentar numerosas quejas a la oficina del gobernador”.

Chadlia Ayari es otra mujer rural que ha superado grandes convenciones sociales y busca un cambio. Es miembro de La mujer moderna y el niño del mañana, una asociación que se enfoca en eliminar la violencia doméstica generalizada contra las mujeres rurales y sus hijos en Jendouba. Ayari creció en la pobreza, abandonó la escuela en el tercer año de primaria, sin haber aprendido a leer. Se casó cuando tenía poco más de 20 años y se mudó a Siliana, la provincia rural vecina, donde vivía con su esposo en un pueblo sin agua ni electricidad. Dejó a su marido y escapó con sus dos hijos de la violencia que sufrían. Regresó a Jendouba hace 15 años y se involucró con las mujeres organizadas: desarrolló sus habilidades orales y de lectura.

En 2019, Ayari fue candidata en las elecciones municipales en Jendouba y ahora dirige iniciativas para involucrar a otras en la participación política y ayudarles a conseguir empleo. Si bien no ganó el escaño municipal, sí que obtuvo una enorme popularidad local. Está orgullosa del trabajo que su asociación ha hecho para las mujeres, pero hay mucho más por recorrer. “La educación es esencial. Hay mujeres en las montañas que no saben leer. Sus ojos están cerrados a todas las posibilidades. Y sin educación, dependen totalmente de sus maridos. Pero tenemos que enseñarles para que puedan seguir el camino sin sus esposos”, afirma Ayari.

Dalanda Lakti, quien fundó La mujer moderna y el niño del mañana en 2015, explica que la asociación se inspiró en mujeres que discutían problemas comunes en la peluquería en la que trabajaba en aquel entonces. Entre los servicios que la asociación brinda se encuentra la organización de caravanas médicas que llevan especialistas y pediatras a las aldeas. También asesoran a las mujeres sobre sus derechos legales y realizan campañas contra la violencia doméstica, y alientan a la población femenina a votar y participar en las elecciones locales.

La asociación también está abordando el problema generalizado en las familias de las zonas rurales, que envían a sus hijas a las ciudades costeras más ricas para trabajar. “Los padres sacan a sus hijas de la escuela y las envían a casas en Túnez [refiriéndose a la capital] para trabajar, donde están expuestas a peligros, como la violación. Por lo que ofrecemos cursos de pintura, cerámica, tejido de la seda-Crafts, para que creen objetos que después puedan vender”, explica Lakti, que añade que esto les ayuda a ganar cierto nivel de independencia financiera.

Para Faouzia Abidi, presidenta de una de las ramas de la Asociación para la Mujer Rural de Jendouba en la comunidad agrícola de Fernana, ha habido algunas mejoras desde que organizaciones como la suya comenzaron su trabajo. “La mujer rural en Jendouba hoy no es como era en 2013 o 2014. Antes, si algún hombre le decía que se callara, se callaba. Pero nosotros vamos a las comunidades rurales y hablamos con ellas. Y ahora entienden sus derechos, y están hablando y debatiendo. Y está teniendo un efecto: sus esposos nos preguntan, ‘¿Qué le has hecho a nuestras mujeres? Ya no nos escuchan’”, se lamenta Abidi.

En los salones de azulejos del parlamento tunecino a cientos de kilómetros de distancia, en la capital Túnez, Chedia Hafsouni, diputada por Jendouba, señala que en el gobierno, los derechos de las mujeres rurales están en segundo plano. “El interés del Estado en el tema de la explotación es solo circunstancial. Cuando ocurre un accidente de tráfico importante que las mata [a las trabajadoras agrícolas], el Ministerio de Asuntos de la Mujer se levanta en armas y dice que les dará un seguro, pero la conversación se apaga y no pasa nada”.

Si bien Hafsouni tiene su propia organización que sirve a las mujeres rurales de Túnez y representa una de las provincias más rurales del país, no confía en que la simple aprobación de leyes pueda mejorar profundamente las circunstancias. “Implementarlas depende de los ministerios. Nosotras, las diputadas, somos legisladoras, pero no podemos poner en práctica las leyes”, dice citando la Ley 58, que fue elogiada como una decisión histórica en 2017, pues protegía a las mujeres contra la violencia doméstica, pero que apenas se implementa, si es que se cumple, en comunidades rurales remotas.

Jannet Kaddechi, presidenta de la Voix d’Eve, organización de derechos de las mujeres en la provincia central de Túnez de Sidi Bouzid, asegura que la situación de las agricultoras está así diseñada. “Los propietarios de tierras e inversionistas saben que los hombres no aceptarán las condiciones y el pago del trabajo agrícola. Saben que si las mujeres rurales conocieran sus derechos u opciones para un mejor trabajo, podrían irse. Estos inversores son indirectamente muy influyentes en los políticos, por eso no se aplican las leyes”.

Además, Kaddechi señala que un inspector de condiciones laborales en Sidi Bouzid le dijo que su auto se averió hace un año y que su empleador, el Estado, hasta ahora se ha negado a arreglarlo. Esto le ha hecho imposible visitar los lugares de trabajo de la aldea y examinar las condiciones laborales de las trabajadoras agrícolas.

Pero, a pesar de las fuerzas en su contra, Kaddechi asegura que las mujeres rurales son cada vez más visibles desde la revolución de 2011. “Estamos viendo que se abren asociaciones y unas capacitan a otras. En Sidi Bouzid hay protestas y sentadas que exigen empleo digno, organizadas por las propias trabajadoras agrícolas. Los medios locales nos contactan para informar sobre ellas. Se están sintiendo cada vez más seguras con su papel en la vida pública”.

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