El debate | ¿Es mejor una Navidad más global, o una más tradicional?
La transformación tanto del sentido como de la estética de las celebraciones navideñas plantea la cuestión de hasta qué punto deben ceñirse a la tradición cristiana o abrirse a nuevas perspectivas culturales de todo el mundo

Las celebraciones navideñas son hoy una mezcla de tradiciones que a menudo opacan el origen cristiano. Las imágenes y el relato del Evangelio conviven con costumbres de todo el mundo y elementos que nada tienen que ver con la historia y el sentido original de la celebración, pero al mismo tiempo soy ya indisociables de estas fechas.
La ensayista Olivia Muñoz-Rojas argumenta que en realidad todo lo que hoy consideramos tradicional ha sido una mezcla de culturas en algún momento de la historia. El profesor Ricardo Calleja reivindica que el relato religioso es lo que da verdadero sentido a la celebración.
Las tradiciones navideñas siempre se mezclaron
OLIVIA MUÑOZ-ROJAS
No hace falta evocar el clásico de Hobsbawm, La invención de la tradición, para advertir que aquello que consideramos tradiciones son a veces usos relativamente recientes y, con frecuencia, el resultado de la hibridación de distintas costumbres previas. Numerosas prácticas que asociamos con el actual imaginario de la Navidad, empezando por el propio Santa, combinan elementos cristianos y paganos, tanto antiguos como modernos. A lo largo del siglo XIX, San Nicolás —uno de cuyos milagros fue ayudar a un padre con las dotes de sus hijas, arrojando monedas de oro por la ventana, que acabaron en los calcetines puestos a secar junto a la chimenea— terminó solapándose con diversas reinterpretaciones del dios nórdico Odín. Durante siglos éste fue imaginado como un hombre de larga barba y túnica que, con su ojo omnividente, surcaba las noches de invierno a lomos de Sleipnir, su caballo de ocho patas.
El origen de la tradición del belén, por su parte, suele situarse en 1223, cuando San Francisco de Asís, tras regresar de Tierra Santa, recreó el nacimiento de Jesús en una cueva con animales vivos. En las distintas regiones del mundo, los belenes se adaptan a las estaciones, los paisajes y la fauna y flora locales, que no necesariamente coinciden con los de la Palestina romana. Así, en Perú, encontramos escenarios montañosos y veraniegos; en México, algún guajolote y nopales; en Filipinas, carabaos y bambú; y cebús y baobabs en Nigeria. En España, donde la tradición llegó con Carlos III tras su reinado en Nápoles, las figuras de barro usadas popularmente en los belenes evocan oficios de antaño y trajes regionales.
Algunas de nuestras tradiciones culinarias navideñas más arraigadas, como el pavo de Nochebuena, ilustran genealogías igualmente caprichosas. Introducida en Europa desde América en el siglo XVI, la gallina de Indias o guajolote —el mismo que aparece en algunos belenes mexicanos y que los mayas tenían por animal sagrado— ganó popularidad entre la aristocracia inglesa y francesa por su tamaño y su carne fina. Se cuenta que, en 1540, Enrique VIII pidió por primera vez que se sirviera como plato principal de la cena de Navidad para impresionar a los comensales. De ahí pudo haber nacido una costumbre que se extendió a otras cortes europeas y, más tarde a las clases populares. De Europa, el pavo regresó a Norteamérica como plato para celebrar el Día Acción de Gracias que precede a la Navidad.
Sobre el origen del turrón, dulce navideño indispensable en nuestro país, circula una hermosa leyenda sobre un califa de Al Ándalus y su esposa, una princesa escandinava, que vuelve a evocar los cruces de imaginarios de los que a menudo nacen las tradiciones. La princesa echaba tanto de menos los paisajes nevados de su tierra que su esposo mandó plantar un bosque de almendros alrededor del palacio. De las flores, que emulaban la nieve, brotaron abundantes almendras que fueron aprovechadas para elaborar lo que se convertiría en los primeros turrones. Al igual que éstos, el mazapán forma parte de nuestra herencia árabe y mediterránea. En Centroeuropa, donde también es típico, llegó a través de la influencia turca. Los españoles lo llevaron a México, donde en ocasiones se elabora con cacahuetes, y los portugueses a Goa y Bombay, en la India, donde se utiliza anacardo molido para formar delicadas figuras navideñas.
En un mundo aún más conectado que en el pasado, nuestros usos y costumbres viajan, mutan, se cruzan y se adaptan con una rapidez creciente. Los rituales navideños no son una excepción. En la fiesta de Navidad del colegio de mi hija en Francia, junto con galletas de jengibre, madalenas y samosas, se sirvió chocolate caliente —bebida de origen prehispánico—, vino caliente, típico de las regiones frías de Europa, y masala chai indio. Niños de distintos orígenes culturales se acercaron a Papá Noel con la misma curiosidad e ilusión, decoraron galletas navideñas y cantaron villancicos. El próximo marzo, disfrutarán de una versión local del Holi, el festival hindú de los colores. Al conocer y hacer suyas distintas tradiciones, aprenden que el fin último de toda celebración es compartir la dicha.
Una celebración de luz con la sombra de la cruz
RICARDO CALLEJA ROVIRA
Cada año, la Navidad se nos impone obligándonos a tomar posición. ¿Felicitamos con un neutro ”felices fiestas”, con un druídico “feliz solsticio”, o con un “feliz Navidad” que algunos consideran intrusivo? (Hay incluso quien con aire retro saluda con un “felices Pascuas”). Literalmente se repite lo que el anciano Simeón advirtió sobre Jesús a María y José en el Templo de Jerusalén: “Será una bandera discutida; así quedará clara la actitud de muchos corazones”. Incluso si no podemos prescindir de ella, ¿tiene que ser la Navidad explícitamente cristiana? ¿No podríamos rediseñar la fiesta para celebrarla juntos, integrando modos distintos de vivirla? Este experimento ya se hizo en Estados Unidos, donde celebran Christmas sin Christ: el protagonista es Santa Claus. O, más bien, el consumidor. Pero todos sabemos que esa Navidad comercial es una trampa saducea. ¿No podremos dar con una fórmula más nuestra, que destaque sentimientos, valores y figuras capaces de unirnos?
Este planteamiento suena razonable. Pero pienso que es una vía muerta. Esa versión blanda de la Navidad es incapaz de darnos lo que promete: amor, cuidados, paz, luz, esperanza, solidaridad. Las historias siempre han sido más eficaces que las ideas abstractas para mover los corazones. Para que los valores navideños se hagan realidad, no basta la repetición enfática de los mismos con canciones cursis y discursos bienintencionados. Como no basta el turrón para alimentarse. La prueba la tenemos precisamente en la agitación consumista de estos días, que rara vez se traduce en una renovada alegría, ni en la cercanía efectiva con los que más sufren.
¿Cuál es la alternativa? Desde luego, mejor es lo que tenemos que seguir produciendo sin descanso. Pero cabe también la posibilidad de que volvamos a leer y sigamos representando la narración original de los evangelios. No se trata de un relato maniqueo, que consuela a los creyentes y refuerza privilegios. Entre los que reconocen al Mesías hay pobres de Israel y ricos paganos en búsqueda; entre quienes lo rechazan, dictadorzuelos, sesudos sabios de Jerusalén y paisanos de Belén de toda la vida. Todos podemos encontrar el personaje con el que identificarnos. La Navidad no se presenta como un fenómeno de nicho sino como “una buena noticia que será de gran alegría para todo el pueblo”, según anuncian los ángeles a los pastores.
Pero en las páginas de Lucas y Mateo descubrimos que en la Navidad hay claroscuro. La dulzura de la madre que sostiene al niño contrasta con la amargura de la indiferencia, con la crueldad del tirano. El Belén nos habla de un amor que exige cuidado de lo frágil y esforzado sacrificio. De una luz con sombra de cruz. La Navidad de los evangelios es entrañablemente humana, pero no primariamente horizontal sino vertical. El niño Jesús no nos enseña valores: nos trae la Salvación. Los antiguos padres resumían: “Dios se hizo hombre para que el hombre se hiciera Dios”. Sólo si el Cristo descendió hasta el polvo —pañales, destierro, violencia— podía abrazarnos en nuestra humanidad; pero sólo si era Dios podría elevarnos hasta el cielo, hasta el Amor. La esperanza de la Navidad no es bobalicona e ilusa, aunque exige creer como niños. Es la esperanza de un amor que nos dice eso de Rosalía en Lux: “toíto te lo perdono”. Podemos cantarla con villancicos de pastores o sumarnos a los coros angélicos de un Mesías de Haendel: caben todos los gustos. ¿Pero todo esto concierne al no cristiano? ¿No es peligroso que el eje de una fiesta compartida pase por algo tan estrictamente confesional? Esta angustia está prefigurada en la de Herodes, que piensa que el Rey que nace viene a moverle la silla, hasta el punto de que maniobra para abortar su reinado. El verdadero peligro estaría en olvidarnos de estas escenas y de la Verdad sobre el ser humano que desvelan, haciéndola accesible también a no creyentes. Sólo “después de Cristo” podemos superar la letanía de Oscar Wilde en la cárcel de Reading: “Todo hombre mata aquello que ama”. La angustia deberíamos sentirla si —endurecidos en nuestro cinismo— no fuéramos ya capaces de conmovernos ante el amor que emana de una familia desamparada. Si no nos compadeciéramos de los santos inocentes.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.
Más información
Archivado En
Últimas noticias
El documental ‘Justicia capturada’ sobre supuestos abusos de los jueces causa indignación en Rumania
La jefa de gabinete de Trump afirma en una entrevista que el presidente tiene “personalidad de alcohólico”
El subdirector de Emergencias declara que los debates en el Cecopi fueron demasiado largos el día de la dana
Abraham Mateo cuenta cómo le hacían la vida imposible en el colegio: “Me pusieron seguridad dentro del centro”
Lo más visto
- Elon Musk, más cerca de ser el primer hombre en alcanzar una fortuna de un billón de dólares
- El rechazo de Francia y las dudas de último minuto de Italia amenazan con descarrilar la firma del acuerdo entre la UE y Mercosur
- La UCO precipitó la detención del expresidente de la SEPI porque se percató de que lo seguían cuando iba a una cita con Leire Díez
- Interior nombra jefe de la UCO al coronel Pedro Merino, exintegrante de la unidad y que estuvo destinado en La Zarzuela y Seguridad Nacional
- El Gobierno de Mazón pagó 107 millones de euros más a Ribera Salud al aumentar su aportación por ciudadano






























































