Una cuestión de dignidad democrática
Los lectores y las lectoras escriben sobre la violencia de la extrema derecha, los ataques al colectivo LGBTIQ+ y la precaria situación de los becarios

El mundo, a ratos, se vuelve un lugar profundamente inhóspito. Este lunes, mientras preparaba el café antes de trabajar, encendí la televisión para escuchar las noticias. “Pedro Sánchez, tiro en la nuca”, oí de fondo. Creí haber entendido mal. Me giré hacia la pantalla y confirmé la escena: un grupo de falangistas pedía un tiro en la nuca para el presidente del Gobierno durante una manifestación por el aniversario de la muerte de Franco. En las imágenes aparecían jóvenes vestidos de negro, algunos con el rostro semicubierto, gritando consignas cargadas de odio. Sentí pavor. Y sentí tristeza. Resulta inquietante comprobar hasta qué punto la violencia vuelve a encontrar espacio en el debate público, y más aún cuando procede de generaciones que no vivieron la dictadura pero la reproducen como si fuera un gesto identitario sin consecuencias. Medio siglo después, los límites democráticos se difuminan. Toleramos discursos que deberían avergonzarnos como país y que normalizan la amenaza contra el que piensa diferente. La memoria se diluye y el extremismo encuentra dónde echar raíces. Como sociedad, deberíamos preguntarnos por qué ocurre esto. Porque no es una cuestión ideológica, sino de dignidad democrática.
Ana Uli de la Fuente. Sevilla
Recortes de derechos
Vivimos unos tiempos en los que parece que los derechos alcanzados por el colectivo LGTBIQ+ pueden desaparecer en cualquier momento. Casos como el proyecto de la Liga de prohibición de la diversidad en las escuelas en Italia o las medidas implementadas por la Administración de Trump muestran que este retroceso es un fenómeno global. En Hungría, el acoso a activistas llega al extremo de amenazas de prisión por organizar una marcha del Orgullo, y en Madrid, el recorte de fondos destinados a políticas de igualdad debilita la defensa de esos derechos. Estos ataques suelen estar impulsados por gobiernos conservadores y fuerzas de extrema derecha que presentan estas conquistas como imposiciones ideológicas. Que defendamos los derechos LGTBIQ+ garantiza igualdad y respeto para todas las personas. Recortarlos implica relegarnos a ser ciudadanos y ciudadanas de segunda por nuestra orientación sexual o identidad de género. Por eso es fundamental que vigilemos y luchemos para conservar y ampliar los derechos conquistados.
Pedro Marrero Arnay. Madrid
Becarios eternos
Vivimos en la contradicción: España celebra el talento joven mientras lo condena a ser barato y sustituible. En demasiadas empresas, el becario no es una figura formativa: es la manera más rentable de cubrir tareas estructurales sin reconocerlas como empleo. Se les ofrece “experiencia”, pero sin salario digno. Se les pide compromiso, pero sin estabilidad. Y después, cuando quieren entrar en el mercado laboral, se les culpa de no tener suficiente experiencia. Un bucle perfecto para que todo cambie sin que cambie nada. La precariedad juvenil no es una anécdota. Es un síntoma de un país que ha confundido la oportunidad con la disponibilidad infinita. Si de verdad queremos retener talento, tal vez el primer paso sea dejar de tratarlo como un recurso desechable.
Clàudia González Almir. Barcelona
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