Pistolas y mantequilla
Si inviertes bien en defensa, innovarás en tecnología de uso civil


La política es lo contrario a la infancia. Mientras los niños transforman cualquier cosa en una pistola, los presupuestos generales del Estado convierten las pistolas en cualquier cosa. Pero, con el orden mundial patas arriba, la meta ya no es camuflar sino hacer aflorar el gasto en defensa. Haríamos bien en dejarnos de ingeniería contable y tomarnos en serio el gasto militar. Porque los cañones y la mantequilla no son mutuamente excluyentes, sino complementos. Hijos de la misma madre: la creatividad humana.
Podemos pensar que Europa tiene dos grandes problemas (innovación escasa y defensa insuficiente) o una gran oportunidad, porque el uno es la solución del otro. Si inviertes bien en defensa (no en pintar cuarteles), innovarás en tecnología disruptiva.
Una política industrial (un oxímoron todavía para muchos) sensata puede fomentar desarrollos que empujen las barreras de lo que es posible para la protección y el bienestar de una comunidad. Para eso hay que mirar a EE UU, pero no al de Donald Trump, sino al de sus predecesores desde Eisenhower, creador de la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzados (a la que se le añadiría después el apelativo “de defensa”, y conocida como DARPA). También fue por una amenaza rusa, pero no de Putin invadiendo Ucrania sino de Jruschov conquistando el espacio. El objetivo de DARPA era que EEUU, tras asistir perplejo al lanzamiento del primer satélite del mundo, el Sputnik soviético en 1957, no volviera a verse sorprendido por nuevas tecnologías.
Esta agencia federal (es decir, un ente de esos que ahora Elon Musk desmantela) fue la verdadera artífice de Silicon Valley. Los inventos con los que EEUU ha maravillado a la humanidad ―internet, la nube, los sistemas de reconocimiento de voz, el GPS, la realidad virtual― no fueron fruto de los sueños alocados de unos jovenzuelos trabajando en garajes, sino de la planificación seria de un sistema de innovación. Tampoco fueron tampoco ideados por generales o burócratas en las altas esferas, sino que resultaron de la interacción a ras de tierra entre universidad, industria y ejército.
Los resultados tardaron en llegar. Durante mucho tiempo, los europeos les aventajamos en tecnologías de la comunicación. Recordad aquellas películas de Hollywood (siempre tan modernas en todo) de finales los 90 en las que los personajes solo usaban el teléfono fijo mientras nosotros ya íbamos con el móvil hasta a pastar las ovejas.
Europa debe ser proactiva. Y paciente. Aún somos el continente más seguro. No nos gobierna Putin. Ni Trump.
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