La “reserva estratégica” de bitcoins
Para qué quiere Donald Trump legitimar un sistema financiero alternativo internacional con una fuerte adicción al fraude

Quien fuera que se hiciera llamar Satoshi Nakamoto había creado Bitcoin como un sistema financiero descentralizado resistente a la censura, la codicia y las maniobras de los poderosos, con millones de nodos y usuarios en todo el mundo, lejos del control corporativo y gubernamental. En ese sentido, su proyecto ha sido un estrepitoso fracaso. Internet está muy lejos de ser la solución distribuida, libre y neutral que pintaban sus primeros protocolos. Las transacciones de Bitcoin ocurren en los servidores de AWS, Google Cloud y Microsoft Azure. Las billeteras criptográficas dependen de los sistemas operativos Android e iOS. Eso sin mencionar el acceso a Internet y la electricidad.
Incluso si la capa fundamental de la infraestructura fuese verdaderamente distribuida, los usuarios seguirían dependiendo de plataformas de intercambio como Binance, Coinbase o Kraken para transformar sus criptomonedas en productos y servicios. Empresas tan sujetas a restricciones y susceptibles de sufrir y ejercer la censura como Visa y Mastercard. Bitcoin no solo depende de esa infraestructura controlada por unos pocos poderosos. También se está transformando en el vehículo de enriquecimiento y empoderamiento de Donald Trump.
Después de desplumar a cientos de miles de incautos con sus últimas criptomonedas, $MELANIA y $TRUMP, el presidente de EE UU ha firmado una orden ejecutiva para establecer una reserva estratégica de bitcoin y otras criptodivisas más dudosas. Cumple así la promesa que le hizo a la industria que más generosamente apoyó su última campaña, aunque el anuncio no ha inflado el valor de los activos, sino más bien al contrario. La reserva contará de momento con los 198.000 bitcoins que el Departamento de Justicia y las agencias federales han confiscado en sus numerosas operaciones contra cibercriminales. Aquellos que esperaban que el Gobierno invirtiera una cantidad importante de dinero público en bitcoins, como hizo Bukele en 2021 con fondos de El Salvador, se han llevado una decepción. Esto explica las caídas en el valor de bitcoin, ethereum y solana. Otro detalle: las cripto requisadas pertenecen legítimamente a las víctimas de esas criptoestafas. Una excepción podría haber sido los 144.000 bitcoins confiscados en el caso Silk Road; pero el Gobierno las vendió en su momento por varios miles de millones de dólares y el responsable, Ross Ulbricht, ha sido indultado por Trump.
El presidente ha descrito su “Reserva Estratégica de Bitcoin” como un “Fort Knox virtual para el oro digital”, en referencia a la famosa instalación militar de Kentucky, donde el Gobierno mantiene gran parte del oro de las reservas federales. A diferencia de Fort Knox, las criptas de las cripto son asaltadas y desplumadas con frecuencia. El mes pasado, sin ir más lejos, el segundo intercambio de criptomonedas más grande del mundo sufrió el robo más grande de la criptohistoria. Bybit perdió 1.500 millones de dólares en Ethereum a manos de un grupo de hackers norcoreanos llamado Lazarus. El dinero robado, por cierto, estaba en una billetera fría (cold wallet), presuntamente protegido de robos porque no está conectado a Internet.
Las instituciones son frágiles. Los bancos fallaron en 1929, los mercados colapsaron en 2008. Hay motivos para mantener un sistema financiero alternativo internacional. Una reserva de bitcoin permitiría al Gobierno tener liquidez, y sostener los servicios críticos durante un colapso. La pregunta es si la administración Trump está legitimando ese sistema financiero para proteger a la ciudadanía o para desplumarla. Y qué recursos tiene Europa para protegerse de sus peores consecuencias.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.
Sobre la firma
