El futuro de Ucrania es el de la UE
Si se deja caer a Kiev ante Rusia, el autoritarismo reaccionario habrá ganado un pulso geopolítico contra Occidente que marcará el siglo XXI

Sirva el tercer aniversario de la invasión de Ucrania, que se cumple este lunes, para tratar de recordar lo esencial en medio de la confusión: un país democrático en la frontera oriental de Europa lleva tres años sufriendo la agresión militar de Rusia, una agresión por pura paranoia imperialista, justificada con mentiras y con el explícito propósito de despojar al país de soberanía, libertad e identidad, si no anexionarlo de facto, para evitar su progresivo acercamiento a la Europa más próspera. En este tiempo, la guerra de Vladímir Putin contra Ucrania ha provocado al menos 43.000 soldados muertos ucranios reconocidos por Kiev, más de 12.000 civiles muertos y cientos de miles de heridos, aparte del mayor éxodo visto en Europa desde la II Guerra Mundial: 6,8 millones de personas fuera de su tierra.
La rendición de Ucrania debía ser cuestión de semanas. Pero Putin se encontró con un líder inopinado, el actor reconvertido en presidente Volodímir Zelenski, que sorprendió a sus propios aliados y logró armar una resistencia impensable. Se encontró también con una OTAN, liderada por el presidente Joe Biden, que se prometió hacer lo que fuera necesario para ayudar a Kiev a contener y revertir la agresión. Tres años después, el bloque atlántico que prometió a Ucrania entrar en la OTAN y luego no lo concretó, el mismo que ha administrado la ayuda militar con cuentagotas mientras Rusia se hacía con un 20% del territorio, ahora se encuentra con que el tiempo no era ilimitado.
En aquellos días, Biden dijo que “Ucrania nunca será una victoria para Putin” y que el dictador ruso “pagará el precio” de la agresión. Europa siguió a su aliado. En el aniversario de aquellas palabras, Donald Trump ha dejado claro que si Putin sale victorioso no es asunto suyo, y que el precio de la invasión lo pagarán los ucranios. Trump, que no ha condenado nunca la invasión, pretende que el mundo olvide los bombardeos indiscriminados sobre la población civil, la matanza de Bucha, el asedio de Mariúpol o de Zaporiyia, el sacrificio de tantas familias que han enviado a los suyos al frente y han perdido sus medios de vida. Por la boca del presidente de EE UU ha salido el argumentario de Putin: fue Kiev quien empezó la guerra y Zelenski es un dictador. Lo impensable está sucediendo: Washington y Moscú hablan con la misma voz, y suena a la voz de Putin.
Europa ha ayudado a Kiev a cambio de nada, pidiendo a su clase media sacrificios en su nivel de vida, en el convencimiento de que la defensa de la integridad de un país europeo ante la agresión de un tirano no es negociable, porque permitir semejante precedente pone en peligro a todo el continente. Europa y Estados Unidos han gastado alrededor de 250.000 millones de euros en ayuda civil y militar bajo la premisa de que no se puede poner precio a la libertad y la democracia. Tres años después, Trump ha venido para decirnos que sí, que por supuesto que se puede. Concretamente, su oferta de salida es quedarse con el 50% de los minerales de Ucrania a cambio de protección. Es una abdicación absoluta del liderazgo de los valores occidentales. El eje moral del planeta se ha torcido. Estados Unidos no es en estos momentos fiable.
Si viene impuesta por Trump y Putin, no habrá una paz verdadera en Ucrania mientras viva un ucranio para contarles a sus hijos lo que ha ocurrido estos tres años. Europa, antigua potencia colonial, sabe bien que las fronteras dibujadas con cartabón en despachos lejanos son la semilla de los conflictos de los próximos siglos.
Pero el proyecto de Putin va más allá de Ucrania. Por tanto, la secuencia lógica hace necesario poner sobre la mesa una proposición que hace solo tres meses habría sido absolutamente delirante: el actual Gobierno de EE UU supone una amenaza para la UE tal como la conocemos. Cuando Trump ganó las elecciones, aquellos que han hecho de la destrucción de la UE su misión lo celebraron como una victoria propia, el momento clave para cambiar el rumbo de la historia a su favor. Aquellos que creen en Europa deben verlo exactamente en los mismos términos dramáticos, o su tibieza será la perdición de todos. El primer paso es no dejar caer a Ucrania. Su futuro es el futuro de la UE.
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