Trump, dispuesto a quemar sus puentes con Zelenski para acercarse a Rusia
El presidente de Estados Unidos insiste en calificar al ucranio de dictador y le acusa de renegar de un acuerdo para cederle los minerales de su país en pago por la ayuda militar recibida
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Donald Trump ha escalado su disputa con Volodímir Zelenski, y parece dispuesto a quemar todos los puentes con Kiev mientras se acerca a Rusia a pasos agigantados para una negociación que ningunea también a Europa y parece encaminada a repartirse zonas de influencia: el continente americano para Estados Unidos, la antigua esfera soviética para Moscú. Este miércoles, el presidente de EE UU ha calificado en dos ocasiones distintas al líder ucranio de “dictador sin elecciones”, de dilapidar la ayuda recibida en tres años de guerra y de haber engañado a su país, en declaraciones plagadas de falsedades. En un nuevo insulto, le ha acusado de renegar de un acuerdo para ceder a Washington el control de la mitad de los minerales de su país. Mientras tanto, ni un asomo de crítica para Vladímir Putin.
El ataque al aliado, que marca un giro de 180 grados en una política exterior de EEUU hasta ahora de apoyo incondicional a Kiev y aislamiento de Moscú, no es algo improvisado. Es algo que se multiplica con las horas, cada vez con más inquina, y que repite casi punto por punto la propaganda rusa. El hasta ahora héroe de la epopeya pasa a ser el malo de la película, un líder ilegítimo que engañó a Estados Unidos y empezó la guerra. El país al que demócratas y republicanos prometieron apoyar “todo el tiempo necesario” pasa a ser mero objeto de negociacion, sin voz ni voto en las conversaciones sobre su futuro.
Al tiempo que su enviado para Ucrania y Rusia, el general retirado Keith Kellogg, llegaba a Kiev para conversar con Zelenski este jueves, Trump utilizaba un foro financiero patrocinado por Arabia Saudí en Miami para redoblar sus ataques. Volvía a responsabilizar al ucranio de la guerra, como había hecho ya en un comentario en redes sociales horas antes y en una rueda de prensa el martes: “un comediante de modesto éxito, Volodímir Zelenski, convence a Estados Unidos de gastar 350.000 millones de dólares, para ir a una Guerra que no se puede ganar, que nunca debió haberse iniciado, pero una guerra que él, sin Estados Unidos y Trump, nunca podrá terminar”.

En Miami añadía una nueva acusación: “teníamos un acuerdo basado en tierras raras, pero ellos (los ucranianos) lo rompieron... lo rompieron hace dos días”. Zelenski había planteado pagar con tierras raras futuros suministros de armamento. La propuesta que los emisarios de Trump llevaron a Kiev la semana pasada, según ha publicado el periódico británico Daily Telegraph, preveía que Ucrania cediera a Washington el 50% de los derechos de sus minerales como pago de medio billón de dólares por la ayuda recibida de Estados Unidos en los últimos tres años (Trump la coloca en 350.000 millones de dólares, aunque las cifras reales rondan los 119.000 millones). Ese plan impondría a Kiev un pago de reparaciones superior, proporcionalmente, al que el Pacto de Versalles impuso a la Alemania agresora tras el final de la I Guerra Mundial; aquella carga devastó la economía germana y abrió la puerta al triunfo del nazismo tres lustros más tarde.
A bordo del avión presidencial Air Force One que le traía de vuelta a Wahington, Trump agregaba que piensa recuperar ese acuerdo y cerrarlo como él desea, “o las cosas no van a ir muy bien”.
Las declaraciones de Trump han dividido al partido republicano: el ala dura, incondicional del presidente, propaga sus palabras. Los moderados internacionalistas, que mantienen su visión de Putin como adversario, piden a Trump que recapacite. “Putin empezó esta guerra. Putin perpetró crímenes de guerra. Putin es el dictador que mata a quienes se le oponen. La UE ha contribuido más a Ucrania. Ucrania quiere ser parte de Occidente, Putin odia Occidente”, escribía en X, la antigua Twitter, el congresista Don Bacon. “Desde luego no calificaría a Zelenski de dictador”, aseguraba la senadora Lisa Murkowski a la cadena NBC.
El presidente arremete también contra su predecesor, el demócrata Joe Biden, y contra Europa por los que considera su gestión fallida del conflicto: “Biden nunca intentó (negociar la paz), Europa ha fracasado en conseguir la paz y Zelenski probablemente quiere continuar viviendo del cuento”, escribía primero en su red social, Truth, y repetía en Miami.
Buena sintonía hacia Moscú
Toda la inquina que vierte hacia el ucranio —a quien detesta desde que en su primer mandato Zelenski se negara a proporcionarle datos sobre supuestos negocios sucios de Hunter Biden, el hijo de su rival demócrata Joe Biden— se convierte en buena sintonía hacia Moscú. Trump se felicita por haber iniciado conversaciones con la Rusia invasora de Vladímir Putin: “Estamos negociando con éxito con Rusia un final para la guerra, algo que todos admiten que solo Trump y su Administración puede conseguir”, sostenía, un día después de que representantes de Washington y Moscú se reunieran en Riad para las conversaciones de mayor nivel en tres años. En el Air Force One, insistía: “nos está yendo muy bien con Rusia... podríamos llegar a un acuerdo que evite la muerte de millones de gente”
Esa reunión abre el camino a unas negociaciones sobre el futuro de Ucrania que Kiev, y los europeos, temen que deje al país invadido, y al resto de Europa, al pie de los caballos rusos. Unas conversaciones que algunos comentaristas han comparado con la conferencia de Yalta de 1945, en la que las grandes potencias se dividieron las esferas de influencia en el mundo resultante de la II Guerra Mundial.
“En lo que respecta a las líneas maestras de la estrategia, creo que la posición de la Administración Trump es unirse al esfuerzo de Rusia y de China por cambiar el modo en que funciona la política internacional y volver al modo antiguo que habíamos abandonado en los últimos ochenta, cien años”, apuntaba este miércoles el catedrático John Owen IV, de la Universidad de Virginia, en videoconferencia organizada por esta institución.
“Es —precisa el experto— un modo en el que las grandes potencias se relacionan principalmente las unas con las otras y cierran tratos sobre fronteras y el destino de Estados más pequeños, que tienen que ajustarse a esos acuerdos. A veces las grandes potencias crean imperios. Otras, se reparten Estados pequeños. A veces, acaban peleándose por territorio de esos países menores. La diferencia entre Donald Trump y, digamos, el príncipe austriaco Metternich hace 200 años es que Trump va en busca de recursos naturales, activos económicos, terrenos, y no de emplazamientos estratégicos”.
Aunque inmediatamente después de asumir el poder el 20 de enero, Trump exhortó, también en redes sociales, a Putin para que detuviera la guerra o se arriesgara a nuevas sanciones y aranceles, desde entonces el presidente estadounidense no ha tenido una mala palabra para el inquilino del Kremlin. La semana pasada, tras haber venido indicando la existencia de contactos entre ambos, anunció por sorpresa que había hablado con él para explorar la posibilidad de un acuerdo de paz sobre Ucrania, mientras Washington aceptaba tres de las grandes exigencias del Kremlin: ni Kiev recuperará todo el territorio ocupado por Rusia, el 20% del total, ni ingresará en la OTAN, ni Estados Unidos desplegará tropas sobre el terreno. Las garantías de seguridad para Ucrania parecen reducidas a las que pueda aportar una Europa dividida, sin liderazgo claro ni equipos de Defensa suficientes.
En las negociaciones de Riad, las dos delegaciones, encabezadas respectivamente por el secretario de Estado, Marco Rubio, y el ministro Lavrov, acordaron restablecer la normalidad en sus representaciones diplomáticas mutuas, hasta ahora diezmadas por años de expulsiones de funcionarios y malas relaciones entre los dos Gobiernos. El paso representaba un triunfo para Moscú, aislado en Occidente desde el comienzo de la guerra. Mientras, en todo momento Trump ha esquivado precisar qué concesiones espera —si es que espera alguna— del lado ruso.
“Que Estados Unidos hable con Rusia y Ucrania no forme parte de las conversaciones ni es una negociación ni se trata de paz”, apuntaba en la citada vídeoconferencia Mara Rudman, antigua integrante del Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca y ahora en la Universidad de Virginia. “Que falte uno de los protagonistas clave y que el presidente de EE UU se dedique a intercambiar insultos con ese protagonista clave no es el camino a ningún tipo de solución sostenible, y no hay ningún precedente histórico para eso”.
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