Lula da Silva en el infierno y la Amazonia con él
Con la caída de la popularidad del presidente brasileño cae la posibilidad de salvar la selva amazónica para salvarnos a nosotros
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“Lula le dice a la gente que no compre... ¿A dónde vamos a parar?”, “Trump se inspira en Gaza, para desesperación del islamoizquierdismo”, “El Consejo de Derechos Humanos de la ONU se ha convertido en un desfile de comunistas”. Estos titulares aparecen estampados en pantallas esparcidas por un supermercado de la ciudad de Altamira, a 800 kilómetros de Belém, la capital amazónica que acogerá la COP30. Proceden de una de las máquinas de desinformación disfrazadas de plataformas periodísticas de la extrema derecha evangélica. Lo que pone lo lee como verdad cualquiera que compre o codicie un trozo de carne de vaca nacida para morir en una zona deforestada. Es un microcosmos que reverbera la difícil situación de Lula da Silva, cuyo índice de aprobación cayó en picado a principios de año, hasta el 24%, el peor de sus tres mandatos. Reverbera también el drama de un mundo en el que la extrema derecha está mucho mejor organizada para ganar elecciones que la izquierda, el centro o incluso la vieja derecha. En este contexto, la posibilidad de que la petrolera estatal brasileña Petrobras abra un nuevo frente de explotación en la Amazonia está cada vez más cerca de la realidad, a pesar de que se haya agravado el colapso de la casa-planeta causado principalmente por los combustibles fósiles.
A falta de nueve meses para la COP30, Lula da Silva presiona a la agencia medioambiental del Gobierno brasileño para que conceda una licencia de perforación para buscar petróleo en la desembocadura del Amazonas. Incluso llegó a calificar de “rollo” la duración del proceso técnico de concesión de una licencia medioambiental. El aumento de la presión se produce justo después de la elección para presidente del Senado de Davi Alcolumbre, político de Amapá, el Estado amazónico que recibiría regalías en caso de que se explotaran combustibles fósiles.
La izquierda que representa el actual presidente de Brasil cree o finge creer que aún se puede reducir la pobreza a costa de la naturaleza. Pero, ahora mismo, hay otras razones para que Lula da Silva acelere la aprobación del nuevo frente de explotación de petróleo en la Amazonia a tiempo de que cesen las protestas antes de la COP30. Sin mayoría, políticamente debilitado y con relaciones cada vez más difíciles, Lula intenta sobrevivir en un Congreso hostil vendiendo al mejor postor principios y, pronto, casi seguro que ministerios. La extrema derecha ya ha convocado manifestaciones el 16 de marzo con dos banderas: “Fuera Lula” y amnistía para los detenidos por el intento de golpe de Estado del 8 de enero de 2023.
Son malas noticias para el mundo y que reflejan el mundo. Cada vez que Lula y los grupos progresistas que apoyaron su elección se debilitan, se aceleran las posibilidades de destrucción de la Amazonia y de todos los biomas del país con mayor biodiversidad del planeta. La extrema derecha brasileña, muy vinculada al evangelismo de mercado y también a la extrema derecha mundial, ha iniciado su campaña para las elecciones presidenciales de 2026 con una organización sin precedentes, que se ramifica por las profundidades de Brasil. También está empeñada en conseguir que la primera COP amazónica transcurra sin que haya cambios en la explotación depredadora de la selva. Si se concede la licencia para perforar en la desembocadura del Amazonas, a pesar de lo absurdo que es que haya un nuevo frente de explotación de petróleo en la mayor selva tropical del mundo, habrán ganado una importante disputa concreta y simbólica de la COP antes de la COP.
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