Elon Musk y el mundo satisfactorio
Los jóvenes emplean un lenguaje en el que influye no solo el inglés, sino una manera rápida de satisfacer las necesidades

Tener un hijo preadolescente me obliga a reaprender mi propio idioma: él habla en dialecto jovenés y yo, viejunés, y aunque suenen parecido, a veces se necesitan traductores y diccionarios. Usamos en general las mismas palabras, pero con otros significados. Por ejemplo, el adjetivo satisfactorio. En el dialecto viejunés lo satisfactorio es lo mediocre, lo que cumple mondamente las expectativas. Un trámite notarial puede ser satisfactorio, pero no diríamos de un orgasmo que lo es, salvo si nos lo pregunta un encuestador del CIS. En el dialecto jovenés, en cambio, satisfactorio significa placentero, gustoso, grato. Se puede decir de un orgasmo o del tacto de un papel de dibujo o del aroma de un cocido maragato.
Es un calco del inglés satisfying, que no significa exactamente satisfactorio (eso es satisfactory), sino que da gustirrinín, de ahí el nombre comercial de Satisfyer para la popular máquina masturbatoria femenina. De todos los malentendidos entre mi castellano viejunés y el jovenés, este es el que más me cuesta resolver. Cuando mi hijo dice que algo le resulta satisfactorio me parece que se refiere a una molestia que se ha resuelto bien, no me acostumbro a que lo aplique a algo agradable y deseado.
No soy purista con casi nada, y menos con las lenguas. Me da lo mismo que se corrompan o desaparezcan, y es normal que una generación que vive inmersa en el inglés polucione con anglicismos todo su castellano, que no es más que un latín corrompido por muchas otras lenguas. Pero trabajo con las palabras y soy sensible a sus cambios, y este cortocircuito de significados tal vez sea un síntoma de lo poco satisfactorio que se nos está quedando el mundo.
No solo el inglés contamina al castellano: el jovenés y el viejunés también viven en un trasvase continuo, y lo satisfactorio como placer acabará contagiándose de lo satisfactorio como cosa cumplida. En tal caso, el placer acabará siendo un trámite, y los orgasmos se parecerán a las rutinas de una notaría. Ya ocurre un poco con Tinder y con el modo en que los algoritmos burocratizan los afectos. Lo satisfactorio, y no lo placentero, es lo propio de un mundo donde todo se evalúa en likes y en puntuaciones del uno al cinco. Desconfiados del entusiasmo, de las grandes ambiciones y de las exaltaciones románticas de nuestros abuelos, vivimos en una sociedad de gente satisfecha, conformada, corta de vista, desentendida de aventuras y deseos mayúsculos, gente acostumbrada a satisfacer sus necesidades pulsando un botón, como quien tira de la cadena. No es extraño que Elon Musk, fabricante de botones satisfactorios, domine este mundo asténico.
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