Lula sufre para gobernar Brasil tras su espectacular resurrección política
El presidente izquierdista alcanza el ecuador de su tercer mandato con buenos resultados económicos, aunque sin cumplir las expectativas en medioambiente y el fracaso con Maduro en Venezuela
Cuando el juez le pisaba los talones, el brasileño Luiz Inácio Lula da Silva, de 79 años, dejó claro que no huiría al extranjero ni a una embajada. Demostraría su inocencia. Fue encarcelado por varios casos después anulados. La extraordinaria resurrección política culminó con una victoria electoral en 2022 que entró en la historia como la más ajustada. Ese resultado anticipaba un tercer mandato del izquierdista bastante más cuesta arriba que los anteriores (2003-2010). Pronto quedó brutalmente confirmado. En el octavo día de vuelta al cargo, el bolsonarismo intentó sacarlo a la fuerza. Fracasó. El pasado 1 de enero, Lula alcanzó el ecuador de su mandato. Completaba diez años en el poder, solo el emperador Pedro II y Getulio Vargas le superan.
El líder de la izquierda brasileña cierra un bienio marcado —en el haber— por la estabilidad institucional, la vuelta de Brasil a los grandes foros internacionales, una economía que crece más y el reciclaje de los programas más exitosos de los Gobiernos progresistas. En el debe, el fracaso de iniciativas diplomáticas de calado, como Venezuela, la enorme dificultad de que el pueblo sienta en el bolsillo la mejora económica, sortear el bloqueo de un Congreso hostil y la contradicción de aspirar a liderar la transición verde sin renunciar a seguir buscando petróleo, incluso en la Amazonia.
Mientras el jefe de la oposición, el expresidente de extrema derecha Jair Bolsonaro está inhabilitado y pendiente de si el Fiscal General de la Unión acepta procesarlo por golpismo, el presidente Lula acaba de sufrir dos operaciones cerebrales que han abierto el debate sobre su edad y su idea de presentarse a la reelección en 2026. Hablar abiertamente de la sucesión aún es tabú.
Mantiene casi intacto el papel absolutamente central en la política brasileña desde finales del XX. Una encuesta reciente cifra en un tercio el apoyo a su Gobierno y en un tercio el rechazo. Otra coloca a Lula de ganador ante cualquiera, aunque cosecha un rechazo del 48%.
Relevo en comunicación
Insatisfecho con esos números, Lula ha estrenado 2025 con el relevo del secretario de comunicación, al que en pocos días ha recibido más veces que a 17 de sus ministros en 2024. Considera que el Gobierno debe vender mejor sus logros. El fin de la verificación de contenidos en Facebook e Instagram, que la oposición alaba, lo tiene muy preocupado. Lula sigue sin tener su propio móvil, pero sabe bien del efecto corrosivo de la desinformación.
El lunes pasado reunió a sus 39 ministros, a los que les advirtió: “2025 es el año de la gran cosecha. Ya no podemos inventar nada, tenemos que recoger lo plantado”. Ahora mismo, la misión prioritaria, reducir la inflación de los alimentos.
Brasil, de vuelta
Lula con Biden. Lula con Xi. Lula con Macron, con Von der Leyen, con Modi, con Sánchez, con Meloni… El bienio ha sido un festival encuentros con líderes de todo el planeta en una treintena de viajes oficiales. “Lula ha recolocado a Brasil como un actor relevante en el escenario internacional tras un período de aislamiento diplomático” con Bolsonaro, explica Tatiana Vargas-Maia, especialista en Relaciones Internacionales de la Universidad de Río Grande do Sul. Ha reforzado las alianzas en América Latina, África y los BRICS, regresado como voz relevante del Sur Global a foros multilaterales y, como colofón, acogió la última cumbre del G20 en Río de Janeiro, donde los líderes abrazaron la alianza contra el hambre. Este 2025, recibirá a los BRICS y la COP30 será en la Amazonia. Aunque Brasil “ha ejercido un notable liderazgo global en la agenda climática”, Vargas-Maia apunta que “ha sido menos incisivo de lo esperado”.
Cerca de casa, Venezuela y Argentina han sido los quebraderos de cabeza. Y han lastrado el papel de Brasil como articulador regional y sus esfuerzos para una mayor integración latinoamericana. El poder de persuasión de Lula quedó dramáticamente en entredicho ante Maduro. Un fracaso doloroso porque Lula se estrenó con una cumbre para sacar del ostracismo al chavismo, que ignoró sus movimientos apaciguadores. Señala Vargas- Maia que “la relación entre Lula y Maduro está marcada por un significativo distanciamiento (…) por la desconfianza mutua, especialmente tras las controvertidas elecciones venezolanas, cuyo resultado Brasil no reconoce”. El desembarco de Milei sembró la incertidumbre, agravada por la amenaza de abandonar Mercosur y las críticas a la relación bilateral.
El acuerdo UE-Mercosur agradó a Europa, decepcionada por los ataques de Lula a Zelensky.
Economía, alegría
La economista Carla Beni, profesora de la Fundación Getulio Vargas, enumera los logros en esa área cuando se para y exclama: “Ah, un factor muy importante es la estabilidad. Ya no tenemos un jefe del ejecutivo que dice todas las semanas que habrá un golpe”. Destaca que el PIB ha crecido más del 3%, “aunque la tasa de interés real es la más alta del mundo, la fuerte reducción de la pobreza, el aumento real del salario mínimo, un desempleo en mínimos históricos… Pero, señala, “hay una divergencia entre la realidad económica y la percepción de las personas”. Una distorsión que atribuye a la inflación, el tono de pánico de los medios y la polarización. La especialista considera al presidente “a la defensiva frente a un mercado financiero endiosado”.
En opinión de Beni, el gran problema es la reindustrialización, que no avanza, pese a que “es lo único que puede colocar a Brasil en la ruta del crecimiento sostenible”. También critica que la reforma agraria está totalmente paralizada”. Y destaca las ayudas específicas para el agronegocio —”más robustas que las del último año de Bolsonaro”— y los microemprendedores, colectivos donde reina el rechazo al líder del Partido de los Trabajadores.
Juliana Inhasz, economista y profesora de Insper, coincide en que Brasil requiere de un crecimiento más sólido y apunta a las cuentas y la enorme deuda pública: “El bajo desempleo y el aumento de la renta son a cuenta de los gastos del Gobierno. El equilibrio fiscal es aún un sueño muy distante”.
Medioambiente, luces y sombras
Tras su primera victoria, el primer viaje internacional de Lula fue a una cumbre del clima. El mensaje quedó claro. Lo primero fue reconstruir el ministerio y los organismos medioambientales porque Bolsonaro dejó tierra arrasada, explica Suely Araújo, coordinadora de políticas públicas del Observatorio del Clima, una coalición de ONGs. Entre los éxitos, señala la impresionante caída de la deforestación, sobre todo en la Amazonia, y el enorme aumento de dinero para proyectos de mitigación y adaptación al cambio climático, con la pega de que son préstamos. Pero la actitud de Lula ha sido más tímida de lo esperado.
Sobresale entre lo negativo “la gran contradicción de Lula 3 en el área de energía”, entre el discurso contra el cambio climático y la intención explicitada de pasar del octavo productor mundial de petróleo al cuarto. “Expandir la producción de petróleo contribuye a empeorar la crisis climática”, recalca Araujo. “Brasil debería liderar con el ejemplo y aprobar un cronograma de reducción de la exploración, la producción y el uso de combustibles fósiles”. Según esta experta, el Gobierno federal, los estatales y los municipios necesitan mejorar con urgencia el combate a los incendios. Y las penas a los pirómanos e imprudentes deben ser más severas.
Rehén del Congreso
Lula aprovechó la conmemoración del segundo aniversario del intento de golpe, el pasado 8 de enero, para recordar que solo en democracia un obrero sin título universitario consigue llegar a la presidencia. El izquierdista derrotó a Bolsonaro con la democracia como bandera al frente de una amplia coalición, pero sin mayoría parlamentaria. Tanto la Cámara de Diputados como el Senado están dominados por aliados de Bolsonaro. “El Gobierno es totalmente rehén del Centrâo [los partidos del llamado gran centro], cada vez más ideologizado y escorado a la derecha”, explica la politóloga Esther Solano, de la Universidad de São Paulo. “El Gobierno de Lula está sobreviviendo políticamente, intentando no ser engullido por el Centrão cada vez más exigente en términos económicos y de cargos”. Explica que, ante esa hostilidad, las cuestiones mas ideológicas (como mujer, indígenas o medio ambiente) han quedado aparcadas y el capital político se invierte en leyes económicas como la reforma tributaria.
Para Solano, Lula no ha conseguido reeditar “la gran magia de Lula 1 y 2, aquel milagro económico que contentó a las clases populares y al mercado”.
La edad y ¿un sucesor?
Los brasileños están muy concienciados sobre el edadismo, quizá a eso obedece que en la última campaña la edad de Lula no fuera debatida. En público, se le ve en forma y su fotógrafo oficial se esfuerza por mostrado activo y vigoroso. La reciente operación cerebral de emergencia ha abierto, en la prensa, el debate sobre si es conveniente que busque un cuarto mandato. Él se deja querer y reitera que si el partido le necesita ahí estará.
En la primera reunión ministerial del año, mencionó, según Folha de S.Paulo, el asunto de la sucesión, señalando que quizá si Joe Biden se hubiera retirado antes el resultado en EEUU sería distinto y admitiendo que algún imprevisto ajeno a su voluntad podría impedirle presentarse a la reelección.
Lula evitó siempre forjar un sucesor. Tiene enorme aprecio por Fernando Haddad, que le sustituyó como candidato al ir preso y al que colocó como ministro de Hacienda. Haddad ha sorprendido gratamente incluso al voraz mercado financiero, pero su falta de carisma es palmaria. Aunque cuentan que la renuncia de Joe Biden le pegó duro, ningun candidato izquierdista le hace sombra.
Arduo futuro
Lula fue uno de los primeros mandatarios en felicitar a Donald Trump tras su toma de posesión. Brasil confía en que no la tome con ellos, al estilo Groenlandia, pero como presidente de turno de los BRICS es un blanco fácil. Mantener el equilibrio entre Pekín y Washington será un enorme desafío
Vargas-Maia afirma que en política exterior, Lula debe priorizar la consolidación de Brasil como líder global en la agenda climática y atraer financiación internacional para iniciativas ambientales.
A nivel interno, la politóloga Solano pronostica un futuro arduo al PT y a su líder, dado el resultado que dejaron las municipales de 2024. “La izquierda aún orbita demasiado en torno a Lula mientras vemos a una derecha y a una extrema derecha muy fértil, con nuevos personajes, nuevos ecosistemas, muy dinámica en el campo digital. Un campo fragmentado, sí, pero más fuerte y vivo que el PT”. Considera al partido “representante de un ciclo que ya ha pasado” y con enormes dificultades para conectar incluso con la juventud o partes de la periferia. “¿Cómo puede el PT abrir un nuevo ciclo? No es un problema de comunicación, sino de trasfondo: qué se quiere comunicar y a qué audiencia”.