Tierras raras y personas preciosas
Groenlandia alberga grandes depósitos de estos elementos químicos, cuya composición los hace únicos y de gran valor estratégico
![Vista de Nuuk, capital de Groenlandia.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/QAI2OM46O2ECY5IDCKMV5SQSVE.jpg?auth=eed6580ee9e86109044318ea32fe00b0943528e6d418ddb9006b7b33104d239c&width=414)
Todo el mundo habla últimamente de las tierras raras y nadie parece saber muy bien lo que está diciendo. Las tierras raras ni son tierras ni son raras. Son elementos químicos, como sabe cualquier niño que alguna vez haya echado un vistazo a la tabla periódica, esa cosa que solía colgar de la pared del aula junto al mapamundi y el cartel de no disparen tizas al profesor. El elemento número uno de la tabla es el hidrógeno, porque solo tiene un protón y un electrón. El número seis es el carbono, porque tiene seis protones y seis electrones. Las tierras raras son los elementos que van del 57 (lantano) al 71 (lutecio), que también se llaman lantánidos, junto al 21 (escandio) y el 39 (itrio). Si miras la tabla, verás que todos ellos forman una L a partir de la columna 3. Esa es la razón de su valor estratégico. Y de que Donald Trump quiera comprar Groenlandia.
Debido a su posición en la tabla periódica, las tierras raras tienen una configuración de electrones en sus capas externas que las hace únicas entre los elementos químicos por sus propiedades magnéticas y ópticas. Los motores eléctricos y los altavoces utilizan imanes con neodimio (el elemento número 60). Los sensores eléctricos que controlan el nivel de oxígeno de un combustible se estabilizan con itrio (elemento 39). El convertidor catalítico de los motores de combustión lleva óxidos de cerio (58). El fósforo luminiscente de las pantallas lleva europio (63) e iterbio (70). Las ventanillas y los espejos se pulen con óxidos de cerio. La gasolina y el diésel se refinan usando lantano, y los coches híbridos llevan baterías recargables con el mismo elemento. Los teléfonos móviles, las pantallas y los discos duros también dependen por completo de las tierras raras.
Los mayores depósitos de tierras raras están en China, Estados Unidos, Australia y Rusia. Trump no puede comprar nada de eso, pero Groenlandia está solo unos puestos más abajo, lo que sin duda habrá encendido la luz debajo de alguna gorra de visera.
En Groenlandia, naturalmente, no solo hay tierras raras, sino también personas preciosas, y acabamos de saber un montón de cosas sobre sus orígenes, sus migraciones y sus condiciones de salud actuales gracias a un notable estudio genómico. Groenlandia es enorme, pero solo tiene unos 60.000 habitantes, y una treintena de científicos coordinados por Anders Albrechtsen, de la Universidad de Copenhague, han analizado el genoma de 5.996 de ellos, un 10% de la población.
De ese lujo de datos se infiere que los groenlandeses provienen de una pequeña población (menos de 300 personas) de esquimales Inuit que, procedentes de Siberia, cruzaron el estrecho de Bering hasta Alaska, recorrieron el norte de América por el círculo polar ártico y colonizaron la isla hace un milenio más o menos. Y desde entonces han permanecido relativamente aislados.
Cuando un grupo de solo 300 personas se expande hasta las actuales 60.000 y apenas se cruza con poblaciones exteriores, su composición de variantes genéticas se hace singular. En parte porque los colonos originales eran tan pocos que no contenían una muestra representativa de la variación humana (deriva genética), y en parte por adaptaciones al clima local. Por ejemplo, muchos groenlandeses tienen una variante implicada en metabolizar alimentos ricos en ácidos grasos omega-3, como las focas y las ballenas.
No es que esa variante genética sea única de Groenlandia, sino que es mucho más común allí que en Europa o América. El mismo efecto isla causa una frecuencia alta de algunas enfermedades genéticas como la colestasis familiar, que dificulta la salida de bilis de la vesícula. Los genomas de los groenlandeses difieren tanto de los americanos como de los europeos. Si Trump compra la isla, debería mirar bien a quién se la tiene que pagar.
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