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China llena (a propósito) el mundo de tierras raras

Pekín, el principal proveedor de estos elementos críticos para la transición energética, ha aumentado su producción. El objetivo es bajar los precios y beneficiar a su propia industria

Trabajadores en una mina de metales de tierras raras en el condado de Nancheng provincia de Jiangxi (China)
Trabajadores en una mina de metales de tierras raras en el condado de Nancheng, provincia de Jiangxi (China).Jie Zhao (Corbis/Getty Images)

Tierras raras: el nombre puede resultar algo engañoso. En la química antigua se utilizaba “tierra” para referirse a sustancias que no podían descomponerse en partes más simples, y “raro” para describir elementos inusuales. Aunque actualmente sabemos que no son ni geológicamente singulares ni particularmente escasas, el término ha perdurado debido a la complejidad de su extracción y procesamiento. Funcionan como una especie de vitamina indispensable para diversas aplicaciones. Por ejemplo, el escandio aumenta la resistencia de las aleaciones de aluminio, el itrio (utilizado en pantallas de televisión, ordenadores y móviles) mejora la ductilidad y la conductividad eléctrica, y otra quincena de elementos como el praseodimio, neodimio, disprosio, terbio y samario tienen propiedades magnéticas únicas, esenciales en las tecnologías verdes y diversas innovaciones de defensa. Hoy, el mundo vive una indigestión de estos elementos. China, principal proveedor con el 70% del suministro global, ha saturado el mercado, generando un exceso de oferta que ha desestabilizado los precios.

El gigante asiático ha incrementado las cuotas oficiales de producción —el tope máximo que impone Pekín para que las empresas locales extraigan y procesen estos elementos en un periodo específico— de manera constante en los últimos años. Para el primer semestre de 2024, se espera una extracción de unas 135.000 toneladas de tierras raras, un 12,5% más que en el mismo periodo de 2023. Aunque la cifra no parezca alarmante, un aumento así implica precios aún más bajos, lo que refuerza una cadena de suministro local bien organizada que abarca desde la extracción hasta la fabricación de imanes. “China también ha estado importando una gran cantidad de materiales de tierras raras de Myanmar y del sureste asiático, además de minerales de Estados Unidos, generando un suministro adicional a través del reciclaje, lo que complementa esa cuota oficial”, señala Ellie Saklatvala, experta en tierras raras en Argus Media, una consultora de materias primas y metales.

La cotización de estos elementos ha caído drásticamente desde 2022, siempre fluctuando al ritmo de las decisiones de Pekín sobre el control del suministro. “Cuando hablamos de precios de tierras raras, China es quien domina el mercado”, comenta Hazel Kangning Huang, experto en Benchmark Mineral Intelligence, un proveedor de información especializada en la cadena de suministro de materiales críticos. El dominio de China no es reciente. Lo ha ejercido desde finales de los años setenta, cuando el Gobierno se percató de su importancia en un mundo cada vez más tecnológico. Desde entonces, ha logrado dominar la producción y el procesamiento gracias a una combinación de movimientos tempranos en la industria, inversión estatal en la cadena de suministro, controles de exportación, bajos costos laborales y décadas de regulación ambiental laxa que permitieron la existencia de minas y plantas de refinamiento ilegales. El primer descubrimiento de tierras raras en el país se realizó en 1927 en Bayan Obo, en Mongolia Interior, y la producción comenzó en la década de 1950.

Bayan Obo fue históricamente la mina de tierras raras más grande del planeta y aún alberga una porción significativa de las reservas mundiales. En la década de los sesenta se realizaron otros descubrimientos en las provincias de Shandong y Sichuan. A la luz de estos hallazgos, el Consejo de Estado, el principal órgano administrativo de China, creó en 1975 un Grupo Nacional de Desarrollo y Aplicación de Tierras Raras. A partir de entonces se incrementaron los fondos para la investigación y desarrollo en minería, lo que llevó a China a emerger, a finales de los años ochenta, como el mayor productor mundial de estos elementos. “Oriente Próximo tiene petróleo, pero China tiene tierras raras”, decía Deng Xiaoping, el líder supremo del país desde finales de los años setenta hasta principios de los noventa, cuando se produjo una de las mayores inversiones para impulsar la industria de refino y procesamiento en la economía asiática. Pekín ya estaba exportando grandes cantidades antes del inicio de este siglo y había clasificado estos metales como estratégicos.

Dependencia europea

El mundo, como espectador, observaba cómo China tomaba el control. Europa, por ejemplo, elaboró su primera lista de materiales críticos en 2011. Hoy, el Viejo Continente depende casi por completo de China para el suministro y procesamiento de tierras raras. La ventaja de Pekín representa un desafío para los productores occidentales, que carecen de margen de maniobra frente a la fluctuación de precios impuesta desde el exterior. Las empresas mineras en Europa y EE UU, explican los expertos, suelen exigir precios más altos para atraer inversores. Esto se debe a sus mayores costes operativos y a las altas expectativas de retorno de inversión. Sin cotizaciones elevadas, resulta complicado establecer beneficios realistas en el mercado actual, debido a la persistente incertidumbre. “Los proyectos de tierras raras son más difíciles de desarrollar que otros minerales: la geología es compleja, los costes son muy altos, y reu­nir fondos es un gran obstáculo debido a la volatilidad de precios y las altas tasas de interés”, explica Saklatvala. Además, el procesamiento tiene varias etapas y suele involucrar a más de un país. Incluso con una mina, se necesita saber dónde se separará el concentrado en óxidos para producir metal e imanes, y contar con un comprador dispuesto a pagar más por un imán occidental. “Europa y EE UU avanzan, pero construir estas cadenas lleva años y requiere visión a largo plazo”, abunda la experta.

Las tierras raras han registrado dos grandes picos en este siglo. El primero ocurrió entre 2010 y 2011, impulsado por la decisión de China de limitar exportaciones y frenar la minería ilegal. Más recientemente, los precios volvieron a dispararse entre 2021 y 2022 por los cuellos de botella provocados por la covid y las expectativas de mayor demanda para energías limpias. En la primera semana de agosto de este año, las cotizaciones eran un 1,5% más bajas que en igual fecha del año pasado y un 70% inferiores respecto a marzo de 2022, cuando alcanzaron su nivel más alto en años. “Para el resto de 2024 esperamos que los precios se mantengan deprimidos, dado el fuerte exceso de oferta”, concluye Kangning Huang, de Benchmark Mineral Intelligence.



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