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TintaLibre
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Europa: cuando el PP se lleva la pelota y el juego sigue

‘TintaLibre’ recoge las reflexiones de Lina Gálvez, quien, desde su posición de eurodiputada socialista, analiza la estrategia popular de llevar a las instituciones comunitarias y la Eurocámara sus frontales ataques al Gobierno

Ursula Von der Leyen y Teresa Ribera, el 27 de noviembre pasado en Estrasburgo en el pleno de la Eurocámara que designó a los nuevos comisarios de la UE.
Ursula Von der Leyen y Teresa Ribera, el 27 de noviembre pasado en Estrasburgo en el pleno de la Eurocámara que designó a los nuevos comisarios de la UE.Yves Herman (REUTERS)

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Antes de que llegaran los bazares y los hipermercados, y antes de que la globalización nos inundara de productos baratos creando una falsa sensación de bienestar y empoderamiento, no todos los niños, y mucho menos las niñas, teníamos una pelota. Los que pertenecemos a esas generaciones conocemos el poder de quienes la tenían, o de quienes poseían un elástico o una comba. El juego se acababa cuando el dueño o la dueña del juguete se cabreaba o lo llamaban a comer. Entonces, en España no había democracia, o la que acabábamos de estrenar nos resultaba aún desconocida.

Hoy en día, la rabieta del dueño de una pelota no implica que se pare el juego, porque suele haber muchas otras a mano, sobre todo en la todavía próspera y democrática Europa. Cuando el PP español puso en riesgo la elección del Colegio de Comisarios al intentar que Teresa Ribera no fuera elegida vicepresidenta primera de la segunda Comisión Von der Leyen, creyó que jugaba en casa, con todo a su favor, y no tuvo en cuenta que la mayoría de los jugadores europeos, incluso los de su propio equipo, querían empezar el partido de verdad y según las reglas establecidas, aunque no les viniera mal poner nervioso y mostrar la debilidad del contrario. Por eso, cuando ya no había más tiempo, todos esos jugadores decidieron sacar todas las pelotas y ponerse a jugar, y dejaron al PP español solo en una esquina, botando su pelota y haciendo pucheros.

El uso del poder para imponer una verdad interesada, aunque esta sea en realidad una mentira —esa estrategia que tantos réditos le ha dado y le sigue dando al PP en España—, sólo funciona en espacios de opinión bien acotados, donde se controla gran parte de los resortes. En tableros más grandes y diversos, la posibilidad de controlar el relato y, por tanto, de imponer una “verdad alternativa” es bastante menor e implica mucho más riesgo, aunque las reglas del juego puedan favorecer esa opción. El PP intentó construir un relato falso, destinado a matar dos pájaros de un tiro: debilitar al Gobierno de Pedro Sánchez tumbando a su vicepresidenta en Europa, y construir un relato alternativo sobre la responsabilidad de la gestión de la catástrofe de la dana en Valencia. Lo primero no le salió bien, y en lo segundo aún sigue.

El eje nacional siempre está presente en los debates y la elaboración de leyes en el Parlamento Europeo, sobre todo a partir del Tratado de Maastricht, cuando la toma de decisiones dejó de ser “funcionalista” y, por tanto, dejó de corresponder solo a los gobiernos de los Estados miembros y a las élites supranacionales situadas más allá de la atención de la opinión pública. Con la integración europea, ha aumentado el número de asuntos que son objeto de regulación política por Bruselas, y, por tanto, están más presentes en los debates nacionales y viceversa, a pesar de que la participación en las elecciones al Parlamento Europeo siga respondiendo más a las agendas y las circunstancias nacionales que a las europeas.

El PP intentó matar dos pájaros de un tiro: debilitar al Gobierno tumbando a su vicepresidenta en Europa y construir un relato alternativo sobre la responsabilidad de la gestión de la catástrofe de la dana. Lo primero no le salió bien, y en lo segundo aún sigue.

El modelo electoral europeo favorece este funcionamiento. No existen listas europeas, y las circunscripciones son nacionales o regionales en función del sistema electoral de cada Estado miembro. Aunque el poder en el Parlamento lo ejercen los grupos políticos europeos a los que se adscriben los parlamentarios al ser elegidos, la inclusión de estos en las listas depende de los partidos nacionales. Así que no es de extrañar que los partidos nacionales tengan la tentación y el poder de contaminar los debates europeos con el ruido de las disputas puramente domésticas, incluso las que no están relacionadas con los asuntos europeos. Otra cosa distinta es que lo hagan en momentos tan importantes como la aprobación del Colegio de Comisarios y tan trascendentales para Europa como el actual.

Las personas candidatas a formar parte del Colegio de Comisarios deben pasar dos exámenes en el Parlamento Europeo: uno, el relativo a la idoneidad para el cargo en la Comisión de Asuntos Jurídicos, que analiza, por ejemplo, si existe conflicto de intereses para ocupar el cargo, y un segundo relativo a la idoneidad para el cargo específico, que evalúan los parlamentarios pertenecientes a las comisiones competentes en cada materia. Finalmente, el pleno del Parlamento debe aprobar el Colegio de Comisarios en su conjunto. El PP no solo movió al grupo popular europeo a retrasar la decisión sobre la evaluación de Teresa Ribera hasta que esta compareciera en el Congreso de los Diputados para dar cuenta de su gestión durante la dana en Valencia, sino que sus diputados pertenecientes a las comisiones correspondientes votaron en contra de Teresa Ribera, e incluso todo el PP votó en el pleno en contra del Colegio de Comisarios propuesto por Ursula Von der Leyen, la mitad de cuyos miembros son de su misma familia política. El resultado fue ajustado: 370 votos a favor, 282 en contra y 36 abstenciones.

Comision Europea
Ursula Von der Leyen posa con los miembros de su Colegio de Comisarios tras su elección por el Parlamento Europeo en Estrasburgo el pasado 27 de noviembre. A su derecha, Teresa Ribera. La imagen fue tuiteada por la propia Von der Leyen.Von der leyen vía X / EFE

El comportamiento del PSOE en las audiencias de Miguel Arias Cañete en 2014 que aduce el PP como precedente de su actuación fue muy distinto. En la Comisión de Asuntos Jurídicos, los socialistas —sin que hubiera ningún socialista español— votaron en contra junto con otros grupos porque consideraron que había conflicto de intereses por su participación en empresas de hidrocarburos. Cuando Arias Cañete llegó a la audición de las comisiones responsables de medio ambiente y de energía, había modificado su declaración la víspera de la audiencia, y se consideró que la Comisión de Asuntos Jurídicos debía analizar la nueva declaración de intereses del candidato. Además, en la audiencia que decidió ese retraso, Arias Cañete fue preguntado directamente y hasta en cuatro ocasiones por la venta de sus acciones en las empresas Ducar y Petrologis a su cuñado Miguel Domecq Solís, y no dio ninguna información al respecto. Los socialistas españoles presentes en las comisiones correspondientes votaron en contra, pero no lo hicieron, como tampoco el grupo socialista, en la elección del Colegio de Comisarios, que salió aprobado en la fecha prevista. Entre las razones que dieron los diputados del PSOE para votar en contra también se encontraban las declaraciones misóginas que Arias Cañete profirió después del debate sobre la cabeza de lista del PSOE a dichas elecciones, Elena Valenciano. Aunque a muchos se les olvida, la igualdad entre mujeres y hombres es un valor fundamental de la Unión Europea consagrado en los tratados.

Sea como sea, las motivaciones del PP o de otros partidos para trasladar la agenda nacional a la arena europea tienen una explicación en el propio diseño de las instituciones europeas, y son más frecuentes cuando el partido en cuestión se encuentra en la oposición, y su modelo de oposición es destructivo. De hecho, no siempre se mide el efecto que esas decisiones de nacionalizar la agenda europea puedan tener sobre la credibilidad del propio partido, el prestigio de un país o el propio funcionamiento de las instituciones europeas.

El PP se está acercando demasiado a Vox también en Europa, lo cual significa alejarse del respeto por las instituciones democráticas. Por eso, actuaciones como las del PP en la anterior legislatura, de la mano de Vox y de Ciudadanos, y en el proceso de elección del Colegio de Comisarios en esta legislatura, no sólo hacen un flaco favor a los intereses de España, sino que causan un enorme perjuicio a las instituciones democráticas europeas. La pelota que quisieron llevarse los autodenominados patriotas del PP para que nadie pudiera jugar llevaba impresas banderas de España por todos lados, por lo que su actitud no sólo les ha dañado a ellos; también ha dejado herida la reputación de todo un país en las instituciones europeas y ha expuesto las costuras del propio Parlamento Europeo al tensar en extremo un proceso democrático complicado y todavía frágil.

La actitud de los autodenominados patriotas del PP ha dejado herida la reputación de todo un país en las instituciones europeas y ha expuesto las costuras del propio Parlamento Europeo al tensar en extremo un proceso democrático complicado y todavía frágil

No hay que olvidar que la Unión Europea carece del sentido de identidad de los Estados nación, que las elecciones al Parlamento Europeo sólo se celebran desde 1979, que el primer Colegio de Comisarios que votó el Parlamento fue en 1995, y que no fue hasta 2009 cuando se aprobó por primera vez en sede parlamentaria a un presidente de la Comisión. Pocos procesos electorales, demasiada poca historia aún, como para no acusar el golpe. Se asume que la Unión Europea sufre todavía hoy un déficit democrático que hace que el papel del Parlamento se resienta enormemente con episodios como el protagonizado por el PP español. Restar legitimidad a una institución democrática como es un Parlamento no le debería salir gratis a este ni a ningún otro partido, aunque, tal y como están los tiempos y teniendo en cuenta los ataques y el vaciamiento de la democracia que se están perpetrando, creo que no nos sale gratis a nadie. La irresponsabilidad y la toxicidad del PP cuando está en la oposición parecen no conocer límites. El comentario de que la bronca política española ha secuestrado el debate en el Parlamento Europeo no para de repetirse en Bruselas y en Estrasburgo.

Es urgente que el PP, ya esté en la oposición o en el Gobierno, recupere la ética del diálogo como espacio en el que se despliega la discusión racional y democrática. Y, para ello, es aún más urgente que practique el respeto por la verdad, por la democracia y por su contrario. De la mentira sólo acaban beneficiándose los más extremistas, los antisistema. Cuando la frontera entre verdad y mentira se difumina, como muy bien nos enseñó Hannah Arendt, se abre la puerta a los totalitarismos.

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