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Columna
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El más rico, más poderoso y más subversivo

Elon Musk es el único caso en que el hombre más rico del mundo se erige en gobernante de la primera potencia y con el compromiso ideológico de subvertir el orden económico-social, nacional y global

Elon Musk junto al presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, en Brownsville, Texas (EE UU), el pasado 19 de noviembre.
Elon Musk junto al presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, en Brownsville, Texas (EE UU), el pasado 19 de noviembre.Brandon Bell (via REUTERS)
Xavier Vidal-Folch

Nunca había sucedido. Nunca con esta dimensión y alcance territorial. Elon Musk es el único caso en que el hombre más rico del mundo (medio billón de dólares) se erige en gobernante de la primera potencia (como ejecutivo de Donald Trump) y con el compromiso ideológico de subvertir el orden económico-social, nacional y global (a través de X). O sea, la concentración más tóxica jamás registrada en la historia.

Ha habido otras coyundas entre riqueza económica y poder político. Muchas viejas monarquías absolutas europeas fueron encabezadas por la familia oligárquico-aristocrática de mayor fuste patrimonial. Pero se consagraron al inicio por razones políticas/militares. Fue luego cuando, ellas y sus sucesoras, fundieron sus distintas ―digamos―, funciones sociales. Un residuo de esta antigualla ―en liberal— son los Windsor, aún hoy una familia británica muy rica.

Otros magnates destacaron como kingmakers, hacedores de reyes: la influencia del susurro que mece la cuna del gobernante más poderoso. Su paradigma es la familia bávara Fugger, financiera de los Habsburgo. Jakob II Fugger, nieto de un humilde tejedor, fue quizás el europeo más adinerado de su era. Sostén del emperador Maximiliano, infló su poder financiando su creciente deuda. Y a la hora de su sucesión urdió con sus manejos financieros que el imperio recayese en su nieto Carlos de Gante. Influyó así ¡y cuánto! en política, pero no la ejerció directamente, sino a través del dinero.

O extrajeron enormes dividendos de su conocimiento temprano de los avatares políticos. Y bélicos. Nathan, el nieto del primer banquero Rothschild, de Fráncfort, aunó herencia y habilidad informativa, a través de su sistema mediático de palomas mensajeras y caballos de posta. Fue así el primero en conocer la victoria de Wellington contra Napoleón en Waterloo. Gracias a lo que se hizo amo de la Bolsa de Londres.

Varios empresarios estadounidenses atesoraron asimismo gran poder e influencia. Quizá el más notable fue John Pierpont Morgan, el banquero que en 1907 tomo las riendas de la economía de EE UU en la gran crisis de 1907 y ocasionó la creación de la Reserva Federal (1913): financió dos tercios de la Administración, contribuyó a crear la General Electric y la AT&T.

Todos influyeron. Pero hasta Silvio Berlusconi (lean a Nicolás Sartorius en EL PAÍS, el pasado 25 de diciembre) no se prefiguró la actual ósmosis total entre finanzas, política, ideología. El sistema representativo liberal del Estado de derecho garantizó la separación de los tres poderes públicos: Legislativo, Ejecutivo, Judicial. La democracia social avanzada lo completó con el Estado del bienestar, la participación de la sociedad civil, la transparencia y control de poderes privados (empresarial, religioso, mediático, corporativo…): es esto lo que amenaza la plutocracia de Musk. No en vano apoya a la filonazi Alternativa para Alemania (AfD) y al extremismo británico de Nigel Farage. Agárrense.

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