_
_
_
_
tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Corea del Sur, un autogolpe fallido

Nadie podía imaginar una amenaza a la estabilidad regional proveniente de una democracia vibrante y aliada clave de EE UU

Protesta en demanda del arresto del presidente Yoon Suk-yeol y su mujer en los alrededores de la Asamblea Nacional, este viernes en Seúl.
Protesta en demanda del arresto del presidente Yoon Suk-yeol y su mujer en los alrededores de la Asamblea Nacional, este viernes en Seúl.JEON HEON-KYUN (EFE)
Eva Borreguero

En los últimos meses el foco de atención internacional se había posado con inquieta atención en la presencia de tropas norcoreanas en Ucrania. Meses antes, el líder supremo de Corea del Norte, Kim Jong-Un, tomó la drástica decisión de quemar las naves con Corea del Sur. El año pasado calificó al país hermano de “enemigo principal”, señaló la posibilidad de incorporarlo por la fuerza, y para no dejar cabos sueltos, avisó que utilizaría armamento nuclear en caso de percibir una amenaza al régimen. Dentro de la gravedad, nada sorprendente en la forma de proceder de Pyongyang, alineada en el eje CRINK —acrónimo de China, Rusia, Irán y Corea del Norte— en connivencia con la invasión de Ucrania.

Sin embargo, nadie pudo imaginar una amenaza a la estabilidad regional proveniente de un país del eje opuesto: Corea del Sur. Una democracia vibrante cuyos indicadores de desarrollo la sitúan entre los niveles más altos de modernización, que exporta tecnología digital de vanguardia, y ejerce un notable soft power mundial a través de su cultura popular. Una democracia consolidada, con un nivel de prosperidad comparable al de Japón o el Reino Unido, que en la década de los ochenta era reconocida como uno de los cuatro Pequeños Dragones de los países recién industrializados de Extremo Oriente, junto con Taiwán, Hong Kong y Singapur.

La decisión del presidente surcoreano, el conservador Yoon Suk-Yeol, de aplicar la ley marcial con nocturnidad literal y alevosía, tiene las características de un episodio que transgrede la lógica del orden establecido: Corea del Sur se comporta como cabría esperar de Corea del Norte; el presidente, amparándose en la amenaza de supuestas fuerzas radicales de la izquierda afines a Corea del Norte, asalta la democracia para “proteger el orden constitucional libre” (cit apud), y a las seis horas, rectifica y abandona. La inesperada medida de Yoon evoca la década de los sesenta, cuando el Gobierno civil fue derrocado por el golpe de Estado del general Park Chung Hee. No fue hasta 1987 que el país adoptó una nueva Constitución que permitió la elección directa del presidente y fortaleció los poderes de la Asamblea Nacional.

Sobre la aventura kamikaze de Yoon, falta conocer cómo pudo lanzarse a un suicidio político sin contar con las garantías de su partido y el ejército. Todo parece apuntar a una maniobra que tenía por objetivo arrestar a los principales dirigentes de la oposición. Un giro desesperado para mantener el poder ante una crisis de legitimidad. El presidente surcoreano se encuentra acorralado por circunstancias adversas. Por un lado, enfrenta una creciente impopularidad, con un índice de aprobación que ha caído al nivel del 20%. En las elecciones parlamentarias de abril, su formación, el Partido del Poder Popular, fue derrotada por el progresista Partido Democrático, que en la actualidad controla el Parlamento. La nueva configuración política dificultó la aprobación del presupuesto del próximo año. A ello se suma la presión por escándalos de tráfico de influencia que implican a su esposa y a altos funcionarios de su administración, —casos que Yoon ha rechazado investigar—, así como movilizaciones y protestas pidiendo su destitución.

Para John Joseph Chin y Joe Wright, en The Conversation, estamos ante un nuevo caso de “autogolpe”, o golpe a la inversa: la toma de poder por un jefe del Ejecutivo en contravención de las leyes. El presidente, en lugar de ser víctima de un golpe de Estado clásico, emprende acciones ilegales contra otras personas o instituciones del régimen para ampliar su propio poder. En el caso de Yoon, jugaron en su contra la movilización masiva de la sociedad, los reflejos de los parlamentarios al acudir de inmediato a la Asamblea para anular la ley marcial, y el distanciamiento de los altos mandos militares y del dirigente de su partido, Han Dong-hoon.

Las implicaciones internacionales son importantes. Corea del Sur es un pilar clave de Estados Unidos en el Indo-Pacífico, comprometido con la defensa del Derecho internacional en una región marcada por disputas marítimas y territoriales. La administración Biden ha realizado un esfuerzo sostenido para acercar a Corea del Sur y Japón, que comparten la preocupación por las constantes provocaciones de Corea del Norte y los intentos unilaterales de Pekín de cambiar el statu quo en aguas indopacíficas. El resultado de este esfuerzo fue la Cumbre Trilateral de Líderes de Camp David del año pasado y los acuerdos de colaboración tripartita adoptados y puestos en marcha a lo largo de este año.

De lo sucedido en Seúl emergen dos conclusiones. Por un lado, la fortaleza inherente de la democracia surcoreana. Por otro, un riesgo palpable: el auge del personalismo de los dirigentes como eje central de la política, un desafío que constata una preocupante tendencia al alza en las democracias. Mientras que los golpes de Estado fueron la causa dominante de ruptura de la democracia en la Guerra Fría, desde la década de los noventa, los autogolpes han ido en ascenso.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Eva Borreguero
Es profesora de Ciencia Política en la UCM, especializada en Asia Meridional. Ha sido Fulbright Scholar en la Universidad de Georgetown y Directora de Programas Educativos en Casa Asia (2007-2011). Autora de 'Hindú. Nacionalismo religioso y política en la India contemporánea'. Colabora y escribe artículos de opinión en EL PAÍS.
Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_