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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Corea, hacia la democracia

LA SITUACIÓN en Corea del Sur ha cambiado bruscamente. Gracias a un impresionante movimiento popular, la oposición democrática ha obligado al poder dictatorial a aceptar sus principales demandas. Esta aceptación se ha producido en dos etapas. Primero, el general Roh Tae Woo, como presidente del partido gobernante, ha presentado al país un "manifiesto para la gran armonía nacional" en el que se propugnan medidas democráticas fundamentales, y entre otras la elección directa por el pueblo del presidente de la República. Tal ha sido la demanda principal de la oposición, a la cual, y a pesar de ciertos escarceos de negociación, el dictador Chun Doo Hwan siempre se opuso rotundamente. Por ello, la inclusión de ese punto otorgaba a las propuestas del partido gobernante una valor político esencial.A los tres días del "manifiesto" del general Roh, el presidente Chun ha anunciado oficialmente que acepta sus propuestas y se compromete a ponerlas en práctica. En conjunto, estos compromisos de democratización son sustanciales. La Constitución será revisada para que la elección presidencial se haga por sufragio directo, con libertad de candidaturas y un escrutinio honrado. Garantizará los derechos del hombre y el hábeas corpus. Las leyes serán cambiadas para asegurar una plena libertad de prensa. Los presos políticos serán liberados. Una amnistía devolverá a los perseguidos por la dictadura, y concretamente al líder del principal partido de la oposición, Kim Dae Jong, la plenitud de sus derechos cívicos y políticos. El nuevo presidente deberá ser elegido antes de fin de año, ya que en febrero de 1988 termina el mándato de Chun y éste entregará entonces el poder al presidente elegido por el pueblo.

Este proceso de cambio en dos tiempos, dando al general Roh el máximo protagonismo, tiene objetivos políticos obvios. Roh es el candidato, designado por Chun, para las futuras elecciones presidenciales. Por ello necesita presentarse ante el pueblo como el artífice del viraje que permitirá a los coreanos vivir en democracia, y distanciado de la trayectoria represiva de Chun. Hoy por hoy, no obstante, la auténtica vencedora es la oposición. La amplitud y combatividad de la movilización popular, que crecía a pesar de la brutalidad de la represión, colocó a Chun ante un dilema trágico: o la ley marcial y un baño de sangre, o la vía de las concesiones. Al optar por lo Segundo, no ha podido detenerse a medio camino. En fin de cuentas, el poder dictatorial ha tenido que capitular ante la fuerza de la voluntad democrática del pueblo. Otro factor esencial ha sido la presión de EE UU que, después de haber apoyado diversos regímenes autoritarios o dictatoriales en Corea del Sur, temía ahora una desestabilización del país.

En esta agitada evolución se reflejan las consecuencias de los profundos cambios económicos de las últimas décadas. El acelerado desarrollo ha entrado en contradicción con un sistema político a la antigua, sin libertades, basado en el control de los militares sobre los centros de decisión. El auge económico, al urbanizar a amplias capas de la población y elevar el nivel educativo de gran parte de la juventud, ha estimulado las luchas por la democracia y el protagonismo de los estudiantes. Estas luchas han contado con un apoyo muy amplio, incluso de las diversas iglesias.

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En la nueva etapa de Corea, las incógnitas son muchas. Quizá la principal es la reacción del ejército. Por otro lado, se producirán nuevas decantaciones en la oposición. La esperanza de Roh es que su iniciativa provoque divisiones y el aislamiento de los sectores más radicales. Curiosamente, los Juegos Olímpicos son un factor favorable al proceso. La transición a un gobierno democrático estable no podrá aplazarse de modo excesivo, ya que hace falta borrar cuanto antes la perspectiva de un verano de 1988 con desórdenes y caos.

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