Corea del Sur, la mayor conmoción política en 40 años
Los surcoreanos se sienten tremendamente orgullosos de la lucha contra los regímenes dictatoriales, que ciertamente trajeron desarrollo económico, pero también represión
Corea del Sur se acostó a las 10.30 de la noche de este martes, 3 de diciembre, bajo la ley marcial decretada por su presidente, el conservador Yoon Suk-yeol. Seis horas después, Yoon retiró la medida tras el voto en contra de la Asamblea Nacional, las críticas recibidas tanto por parte de la oposición como por parte de su propio partido y el rechazo mayoritario de la opinión pública surcoreana.
No es una exageración decir que la decisión de Yoon de declarar la ley marcial ha supuesto la mayor conmoción política en Corea del Sur desde la transición democrática a finales de los años ochenta del siglo pasado. Los surcoreanos se sienten tremendamente orgullosos de la lucha contra los regímenes dictatoriales, que ciertamente trajeron desarrollo económico, pero también represión y hostigamiento hacia cualquier grupo considerado enemigo del Estado. La ciudadanía surcoreana no se esperaba que ningún presidente elegido democráticamente se atreviese a declarar la ley marcial por primera vez desde 1980.
La declaración ya se puede considerar un grave error político por parte de Yoon, quien ve su posición muy debilitada y que tendrá muy difícil terminar lo que le queda de mandato. Con un nivel de popularidad de apenas el 20%, una Asamblea Nacional dominada por la oposición liberal y escaso apoyo dentro de su propio partido conservador, Yoon parece haber decidido que le valía la pena jugarse su futuro político a la carta de la ley marcial. Al fin y al cabo, Yoon no tenía ninguna posibilidad de promover su agenda política durante los dos años y medio de mandato que, al menos en teoría, todavía le quedan.
Yoon tal vez imaginase que la declaración de la ley marcial podría haber llevado a que tanto los votantes como los diputados conservadores cerrasen filas en torno a su figura. Ha quedado claro que no es así. Los surcoreanos de 2024 ya no se creen que haya norcoreanos infiltrados entre ellos a solo un paso de instaurar un régimen comunista en su país, tal y como Yoon denunció en su declaración. Dicha acusación por parte de ciertos sectores conservadores hacia ciertos sectores liberales se remonta a los años cincuenta del siglo pasado. No tiene sentido en una Corea del Sur que ve a Corea del Norte como un hermano pobre que no representa una amenaza más allá de su arsenal nuclear.
Es de esperar que cientos de miles o incluso millones de surcoreanos se echen a las calles del país en los próximos días para protestar contra el presidente y pedir su cese. La oposición liberal controla 192 de los 300 escaños de la Asamblea Nacional. Solo necesita que ocho diputados conservadores se unan a ellos para aprobar una moción de censura. Esto llevaría a un proceso judicial por el cual la Corte Constitucional surcoreana decidiría si la moción es legal o no. Yoon todavía podría mantener la presidencia a pesar de su declaración de la ley marcial. Pero la presión de la ciudadanía surcoreana y la aritmética de la Asamblea Nacional pueden llevar al inicio de un proceso sobre el cual Yoon ya no tendría casi ningún control.
No hay que olvidar que el desarrollo económico surcoreano y la popularidad de la cultura del país también son un motivo de gran orgullo para la gran mayoría de los ciudadanos del país. Es por ello que el estado de conmoción por la maniobra política de Yoon ya se está transformando en un gran enfado hacia la figura del presidente, quien para muchos surcoreanos es una figura que ahora les ha robado el orgullo de vivir en una democracia de pleno derecho. En este sentido, la población surcoreana ha abandonado a un presidente que muchos sienten que no les representa.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.