Trump tiene razón con respecto a Ucrania
El camino hacia un acuerdo que ponga fin a la guerra es ahora más complicado, pero hay que seguir avanzando en esa dirección en lugar de prolongar el conflicto
La diplomacia ucrania en Occidente hace tiempo que dejó de centrarse en ganar la guerra. Quiere líneas rojas y poder de negociación en las conversaciones de paz. La decisión del Gobierno de Joe Biden de permitir a Ucrania utilizar misiles de largo alcance (Sistemas de Misiles Tácticos del Ejército, o ATACMS por sus siglas en inglés) suministrados por Estados Unidos para atacar objetivos en Rusia podría acercarnos a un acuerdo. Su objetivo más directo es ayudar a Ucrania a defender su posición en la provincia rusa de Kursk, donde Putin planea actualmente una contraofensiva con la ayuda de soldados norcoreanos. Pero la maniobra de Biden no cambiará el curso de la guerra. Su Gobierno filtró la decisión un día antes de que fuera anunciada. Esto nos indica que se trata de poco más que un cambio marginal de la política.
La reacción del Kremlin a la decisión de Biden fue previsiblemente negativa, aunque relativamente comedida. El portavoz de Vladímir Putin habló de una escalada. No dijo que Rusia se considera ahora en guerra con la OTAN. Con eso es con lo Putin amenazó en septiembre, cuando aseguró que la decisión de Occidente de permitir a Ucrania atacar objetivos en Rusia constituiría “una implicación directa de los países de la OTAN, Estados Unidos y los países europeos en la guerra en Ucrania”.
No estamos en ese escenario porque ni Estados Unidos ni Europa están preparados para una guerra con Rusia.
Después de que Biden anunciara su decisión, Olaf Scholz, el canciller alemán, dijo que ahora no seguirá su ejemplo. Se reafirmó en su resolución de no enviar sus misiles de crucero Taurus. La política alemana podría cambiar después de las elecciones de febrero. Pero ni siquiera yo espero ver ninguna entrega de misiles hasta el otoño del año que viene, y sería demasiado tarde.
La desunión y la incapacidad para acordar un objetivo de guerra han atormentado a la alianza occidental desde el inicio de la guerra. Me cuesta discernir un propósito estratégico detrás de la última jugada de Biden. En mi opinión, la incursión de Ucrania en Kursk fue un error estratégico. Habría sido mejor desplegar esas fuerzas para defender el territorio ucranio frente al avance ruso.
Si el objetivo hubiera sido que Ucrania liberara los territorios ocupados, la cantidad de ayuda militar occidental tendría que haber sido varias veces superior a la actual. Occidente habría tenido que tapar las gigantescas lagunas de su régimen de sanciones contra Rusia. Una de las más grandes es el puerto belga de Zeebrugge, a través del cual llegan a los mercados europeos grandes volúmenes de gas natural licuado ruso. El apoyo occidental a Ucrania ha estado condicionado desde el principio, rodeado de una maraña de líneas rojas. Scholz, por ejemplo, aseguró que no sacrificaría las políticas sociales para financiar el apoyo de Alemania a Ucrania.
No parece que Biden haya coordinado su decisión con otros aliados occidentales, y ni siquiera con Donald Trump. Donald Trump hijo tuiteó: “El complejo militar-industrial parece querer asegurarse de poner en marcha la Tercera Guerra Mundial antes de que mi padre tenga la oportunidad de crear la paz y salvar vidas”. No voy a hacer conjeturas sobre lo que pueda estar pensando el propio Trump, pero el hecho de que este siga siendo el relato de su círculo más cercano debería darnos que pensar.
Todo esto me lleva a concluir que el camino hacia un acuerdo es ahora más complicado de lo que Trump imaginaba, pero seguimos avanzando en esa dirección general. Tengo la corazonada de que la posición del nuevo presidente sobre Ucrania será más matizada en comparación con lo que él mismo ha dicho en el pasado. Está claro que no acabará con la guerra en 24 horas, como prometió en su día. Pero romperá con la política sin rumbo del actual Gobierno. Por eso creo que un acuerdo en 2025 sigue siendo el desenlace más probable.
Como informaba The Wall Street Journal, el equipo de Trump ya ha esbozado las líneas generales de un posible acuerdo: la congelación de la actual línea de batalla de 1.100 kilómetros de longitud, con una franja desmilitarizada a ambos lados. Los territorios ocupados al este de esa zona caerían en manos de Rusia. La parte más importante del acuerdo sería que Ucrania no se unirá a la OTAN durante al menos 20 años. El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, ya había presentado una propuesta de paz similar, con una prohibición del ingreso de Ucrania en la OTAN de al menos 10 años. En cualquier caso, tanto Estados Unidos como Alemania se oponen a la entrada de Ucrania en la OTAN, por lo que no es probable que esta cuestión se plantee en breve. Aun así, no estoy seguro de que sea prudente hacer una concesión tan grande antes de que las negociaciones comiencen siquiera.
Para los europeos, la parte más difícil va a ser financiar las operaciones de mantenimiento de la paz tras la guerra y la reconstrucción de Ucrania. Los gobiernos europeos tendrán que hacer sacrificios fiscales, ya que las sumas necesarias no pueden financiarse con los presupuestos actuales. No estoy seguro de que estén dispuestos a hacerlo. Todos se verán enfrentados al mismo dilema político del que hablaba Scholz, entre las políticas nacionales y el apoyo financiero a Ucrania. Algunos de los más firmes partidarios de Ucrania parecen vivir en un mundo en el que el dinero para armamento crece en los árboles. El gasto militar es consumo, no inversión. Se paga subiendo los impuestos o recortando otros gastos, no aumentando la deuda.
No me oirán decir esto a menudo, pero en este punto Donald Trump tiene razón: tendremos que llegar a un acuerdo. Esto no puede seguir así. Una escalada bien ejecutada puede venir bien en una situación así. Este puede ser el lado positivo de esta decisión. El cambio de las reglas de intervención para los misiles occidentales no ayudará a Ucrania a liberar los territorios ocupados por Rusia. Pero eleva el coste para Rusia y podría contribuir a llevar a Putin a la mesa de negociaciones.
El objetivo de nuestra política debe ser el acuerdo, no la prolongación de una guerra inútil.
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