Más horror bajo la amenaza de Irán
El fin de las hostilidades en Gaza resulta clave para evitar una guerra regional en Oriente Próximo
Mientras la comunidad internacional multiplica sus esfuerzos para evitar una guerra regional abierta en Oriente Próximo, el Gobierno extremista de Benjamín Netanyahu no rebaja un ápice el castigo sobre los civiles de Gaza, que ya dura diez meses. Cerca de 100 personas murieron este sábado, según las autoridades de la Franja, en un bombardeo israelí contra un colegio usado como refugio. El ejército israelí sostiene que su objetivo era “un centro de mando que servía de escondite” de Hamás, argumento que ha repetido varias veces para justificar ataques contra edificios repletos de civiles con decenas de muertos. Al menos 10 escuelas han sido blanco de las bombas en las últimas semanas.
El ataque se produce cuando los tres países que llevan meses mediando (Egipto, Qatar y EE UU) han convocado el jueves una reunión en Doha para reanudar las negociaciones de un acuerdo que ponga fin a una operación militar que suma ya casi 40.000 muertos. Cabe de nuevo preguntarse cuál es, aparte de la supervivencia política, la voluntad real de Netanyahu, quien ha asegurado que enviará una delegación negociadora. Sobre la mesa está el plan de paz que el presidente estadounidense, Joe Biden, presentó en junio y que, con todas las reservas, sigue siendo la única opción para detener la masacre.
Otro obstáculo para ese alto el fuego es el ascenso de Yahia Sinwar, cerebro de la brutal matanza de israelíes del 7 de octubre, a jefe político de Hamás en sustitución de Ismail Haniya, asesinado el 31 de julio en Teherán en una acción que Israel no ha reconocido oficialmente. Sinwar, mucho menos pragmático que su antecesor, permanece escondido en la Franja. Es el hombre más buscado por Israel como responsable directo del atentado que dio inicio a la guerra.
El fin de las hostilidades en la Franja es una pieza más para moderar —o incluso impedir— la represalia que Irán ha prometido tras el asesinato de Haniya en su capital y el de Fuad Shukr, número dos de la milicia libanesa proiraní Hezbolá, en Beirut. El mundo está pendiente desde entonces de una respuesta militar que conduciría casi irremediablemente a una guerra regional de consecuencias globales que debe evitarse a toda costa. La única referencia de ese escenario es el ataque del pasado 13 de abril, cuando los misiles iraníes fueron interceptados sobre Israel. El doble asesinato ha mostrado la capacidad de Israel de golpear a sus enemigos, pero al precio de conducir a Oriente Próximo a la situación de mayor riesgo en estos meses.
Por imposible que parezca, la catástrofe que está sobre la mesa exige insistir en mantener abiertos los canales diplomáticos para desescalar la tensión y detener la guerra que ha convertido Gaza en símbolo del horror.
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