_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

El gobierno de los jueces

Estados Unidos nunca ha visto un Tribunal Supremo tan activista y creativo y a la vez tan reaccionario e incluso contradictorio

Sede del Tribunal Supremo de Estados Unidos, en Washington.
Sede del Tribunal Supremo de Estados Unidos, en Washington.Kevin Mohatt (REUTERS)
Lluís Bassets

No hay que esperar al 5 de noviembre para conocer el rumbo de la democracia en Estados Unidos. Hace ya cuatro años que su Tribunal Supremo, la corte que dirime los conflictos constitucionales, ha tomado una dirección radicalmente conservadora, de forma que está tumbando, una detrás de otra, las conquistas sociales conseguidas desde los años sesenta del siglo pasado. El derecho al aborto ya no existe. Ha quedado tocada la discriminación positiva. Se ha ampliado la posesión de armas de fuego y limitado el poder de las agencias reguladoras del gobierno. A instancias de Donald Trump, el Supremo ha otorgado al presidente una inmunidad casi plena y vitalicia, propia de un monarca o de un autócrata, quizás el mayor retroceso democrático decidido por estos jueces vitalicios.

Su actual composición es el auténtico legado de Trump. Gracias a la supermayoría de seis jueces conservadores, tres nombrados por él mismo, ha podido dilatar la rendición de cuentas ante la justicia por su tentativa de permanecer en el poder tras su derrota en la elección presidencial ante Joe Biden, y ha conseguido luego una inmunidad propiamente monárquica que se prolongará si consigue de nuevo la presidencia, Y si no la consigue, porque pierde en las elecciones, igualmente le servirá en los procesos penales todavía en curso para anular testimonios y pruebas bajo el criterio del nuevo privilegio presidencial. Todo muy acorde con sus premonitorias bravuconadas sobre su derecho a abusar de las mujeres, la impunidad con que podría disparar a los peatones en la Quinta Avenida o la desconsideración hacia jueces, fiscales o el FBI.

Nunca se había visto un tribunal tan activista y creativo y a la vez tan reaccionario e incluso contradictorio, sin rebozo para romper con la querencia conservadora por las lecturas originalistas y textualistas de la Constitución y con su propia jurisprudencia. Gracias a su politización, la democracia ha llegado a un punto crítico de disfuncionalidad y distorsión de la voluntad popular. Mecanismos contramayoritarios como las mayorías cualificadas, que servían para proteger a las minorías o a los pequeños estados, son ahora armas de bloqueo republicano. Sin mayorías sociales ni electorales, el trumpismo ha roto el equilibrio de poderes. Según la juez Sonia Sotomayor, en su voto particular contra la inmunidad de Trump, “el presidente será ahora un rey por encima de la ley”. Para la juez Ketanji Brown Jackson, “el gobierno de la ley (rule of law) se ha convertido en el gobierno de los jueces (rule of judges)”.

Con Trump de nuevo en la Casa Blanca, será una desgracia adicional que se produzcan nuevas vacantes en el Supremo. Podrá ampliarse la actual supermayoría de jueces conservadores y aparecerán magistrados todavía más reaccionarios. Razón de más para que espabilen los demócratas y cuenten pronto con un candidato vencedor para suceder a Biden y frenar la marcha que ya parece ineluctable hacia la autocracia.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).
Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_