El gobierno de los jueces
Estados Unidos nunca ha visto un Tribunal Supremo tan activista y creativo y a la vez tan reaccionario e incluso contradictorio
No hay que esperar al 5 de noviembre para conocer el rumbo de la democracia en Estados Unidos. Hace ya cuatro años que su Tribunal Supremo, la corte que dirime los conflictos constitucionales, ha tomado una dirección radicalmente conservadora, de forma que está tumbando, una detrás de otra, las conquistas sociales conseguidas desde los años sesenta del siglo pasado. El derecho al aborto ya no existe. Ha quedado tocada la discriminación positiva. Se ha ampliado la posesión de armas de fuego y limitado el poder de las agencias reguladoras del gobierno. A instancias de Donald Trump, el Supremo ha otorgado al presidente una inmunidad casi plena y vitalicia, propia de un monarca o de un autócrata, quizás el mayor retroceso democrático decidido por estos jueces vitalicios.
Su actual composición es el auténtico legado de Trump. Gracias a la supermayoría de seis jueces conservadores, tres nombrados por él mismo, ha podido dilatar la rendición de cuentas ante la justicia por su tentativa de permanecer en el poder tras su derrota en la elección presidencial ante Joe Biden, y ha conseguido luego una inmunidad propiamente monárquica que se prolongará si consigue de nuevo la presidencia, Y si no la consigue, porque pierde en las elecciones, igualmente le servirá en los procesos penales todavía en curso para anular testimonios y pruebas bajo el criterio del nuevo privilegio presidencial. Todo muy acorde con sus premonitorias bravuconadas sobre su derecho a abusar de las mujeres, la impunidad con que podría disparar a los peatones en la Quinta Avenida o la desconsideración hacia jueces, fiscales o el FBI.
Nunca se había visto un tribunal tan activista y creativo y a la vez tan reaccionario e incluso contradictorio, sin rebozo para romper con la querencia conservadora por las lecturas originalistas y textualistas de la Constitución y con su propia jurisprudencia. Gracias a su politización, la democracia ha llegado a un punto crítico de disfuncionalidad y distorsión de la voluntad popular. Mecanismos contramayoritarios como las mayorías cualificadas, que servían para proteger a las minorías o a los pequeños estados, son ahora armas de bloqueo republicano. Sin mayorías sociales ni electorales, el trumpismo ha roto el equilibrio de poderes. Según la juez Sonia Sotomayor, en su voto particular contra la inmunidad de Trump, “el presidente será ahora un rey por encima de la ley”. Para la juez Ketanji Brown Jackson, “el gobierno de la ley (rule of law) se ha convertido en el gobierno de los jueces (rule of judges)”.
Con Trump de nuevo en la Casa Blanca, será una desgracia adicional que se produzcan nuevas vacantes en el Supremo. Podrá ampliarse la actual supermayoría de jueces conservadores y aparecerán magistrados todavía más reaccionarios. Razón de más para que espabilen los demócratas y cuenten pronto con un candidato vencedor para suceder a Biden y frenar la marcha que ya parece ineluctable hacia la autocracia.
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