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Izquierda para chulos

Yolanda Díaz dice ser muy beligerante con la patronal, pero pone la alfombra roja a quienes tienen como negocio comprar y vender hembras humanas como si fueran ganado

La vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, durante una sesión de control al Gobierno, en el Congreso de los Diputados, el13 de marzo de 2024.
La vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, durante una sesión de control al Gobierno, en el Congreso de los Diputados, el13 de marzo de 2024.Eduardo Parra (Europa Press)
Najat El Hachmi

Prohibido prohibir la explotación de mujeres y el machismo más deleznable. Hay una izquierda que, de todo el legado del mayo del 68, no se quedó más que con los eslóganes superficiales. “No se puede prohibir la prostitución porque la prostitución existe”, afirmó sin despeinarse Yolanda Díaz. Pues aplíquese lo mismo a los asesinatos, a la corrupción o al fraude fiscal, a la pederastia o a cualquier crimen. Si lo que existe no se puede prohibir, ¿por qué tenemos inspectores de trabajo? ¿Para que vayan a certificar que la explotación laboral existe? Y ni siquiera estamos hablando de una ley abolicionista de verdad que contemple acabar con el uso de las mujeres a cambio de dinero, sino de una norma que pretende perseguir a los proxenetas. Yolanda Díaz dice ser muy beligerante con la patronal, pero pone la alfombra roja a quienes tienen como negocio comprar y vender hembras humanas como si fueran ganado e importarlas en condiciones de pura y simple esclavitud, la única esclavitud que seguimos tolerando en pleno siglo XXI.

La enorme contradicción de esta izquierda que se presenta como chupi-guay mientras avala políticas que validan la vulneración de derechos es poner el grito en el cielo ante lo que sufren las palestinas, las racializadas que están lejos, mientras permiten y promueven una de las formas más vomitivas en las que se articula el machismo racista en occidente. Porque esas putas del Raval que Gala Pin tuvo la desvergüenza de citar en el debate sobre el asunto no son blancas catalanetes que se puedan permitir ir saltando de sillón en sillón político, no son precisamente eco-pijas con el estómago lleno de quinoa y salmón salvaje. Esas mujeres que malviven en la calle sufriendo todo tipo de violencias son negras, inmigrantes, pobres que fueron violadas y secuestradas para el ejercicio de eso que esta facción vergonzosa de la izquierda llama trabajo. ¿Dónde está la interseccionalidad de la que tanto alardean? ¿Dónde la descolonización de los cuerpos? ¿Acaso las negras merecen ser penetradas por desconocidos sin derecho a consentir porque son producto y las mercancías no hablan? ¿Merecen las inmigrantes sin papeles que las metan en zulos apestosos donde ser violadas todos los días de su vida para que se lucre ese chulo que tanto aman en Sumar? ¿Lo merecen las pobres y las desperadas?

Yo qué quieren que les diga, de todos los racismos con los que me he topado a lo largo de la vida, prefiero el claro y directo, que por lo menos a las “racializadas” no nos ofrece como salida laboral hacernos putas.

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