El Congreso deja solo al PSOE y tumba su propuesta contra el proxenetismo
El PP une sus votos a Sumar y a los aliados de Sánchez para provocar la primera derrota socialista en una iniciativa legislativa
Nunca desde que se formó el Gobierno de coalición se había sentido el PSOE tan solo en el Congreso. Los socialistas recibieron este martes estopa de la más áspera a diestra y siniestra ―sobre todo a siniestra― por su proposición de ley para endurecer las penas por proxenetismo. Si el PSOE pretendía enarbolar una bandera feminista en vísperas electorales, como le achacaron todos los demás, se encontró con que estos tampoco estaban dispuestos a regalarle un triunfo a tres semanas de los comicios europeos.
El aluvión de críticas no llegó solo de los grupos que ya se habían opuesto a la iniciativa en la anterior legislatura. Sumar votó en contra, pese a que Unidas Podemos la apoyó en su día, salvo los comunes, que ya entonces la rechazaron Y el PP, que la había apoyado, dio otro giro radical y fue incluso más lejos que Vox: se apuntó al no mientras los ultras se abstenían. De los grupos que respaldaron la investidura de Pedro Sánchez solo se mantuvieron fieles los únicos diputados del BNG y de Coalición Canaria. El resultado no admitió discusión: 122 a favor, 184 en contra y 36 abstenciones. Por primera vez en casi seis años de Gobierno de Sánchez, el Congreso impide al PSOE tramitar una iniciativa legislativa.
La dureza de los reproches se condensó en el final de la intervención de la diputada que habló en nombre de Sumar, el socio minoritario del Gobierno. Gala Pin dedicó sus últimas palabras a las “putas indignadas” del barrio barcelonés del Raval para prometer solemnemente: “No vamos a permitir que un partido que se siente hegemónico haga electoralismo con sus cuerpos y con sus vidas”. Un inusitado ambiente de hostilidad en los aliados de Sánchez, que se reflejó también en la encendida intervención de Pilar Vallugera, de ERC, quien hasta prefirió hablar en castellano para, según dijo, llegar más directamente a sus interlocutores. “Quieren destrozar vidas a golpe de Código Penal”, clamó Vallugera, tras haber arrojado otra implacable frase: “Aquí sentadas en estos fantásticos escaños es muy fácil decir que esas mujeres son perversas, malas, indignas …”
La diputada de ERC recordó con gesto de hastío que era la quinta vez que se debatía sobre la cuestión, pese a haberse comprobado que “rompe absolutamente la mayoría de investidura”. La última fue hace dos años y salió adelante gracias al apoyo del PP, aunque nunca se avanzó en la redacción de la ley. Como entonces, la iniciativa proponía reformar dos artículos del Código Penal para endurecer las penas de prisión por proxenetismo, castigar también con cárcel la cesión de locales para ejercer la prostitución y perseguir a los que contraten servicios sexuales con multas o hasta prisión si se trata de menores o personas vulnerables.
Que la suerte de la iniciativa estaba en el aire se intuyó cuando la socialista Andrea Fernández abrió el debate con un discurso en su defensa, presumiendo de actitud “firme contra las presiones y con la cabeza alta”. Fernández sostuvo que “no existe la prostitución libremente elegida” y que constituye un acto de “violencia contra las mujeres”. Intentó convencer al hemiciclo de que la iniciativa supondría un “enorme avance social” para poner coto a una “industria criminal” con conexiones multinacionales. “Me siento profundamente orgullosa de que mi grupo sea punitivista”, sentenció, antes de pedir a PP y Sumar “lealtad” a sus posiciones anteriores. Al bajar de la tribuna, la diputada se estrechó en un afectuoso abrazo con la ministra de Igualdad, Ana Redondo, que ocupaba en solitario el banco azul.
Tras Fernández, un breve espejismo. Subió a la tribuna la diputada de Coalición Canaria Cristina Valido, y el PSOE escuchó una sincera adhesión a su propuesta. La única. A partir de entonces, el gran chaparrón: Podemos, PNV, EH Bildu, Junts, ERC, Sumar, Vox, PP… Todos contra el partido que dirige el Gobierno. Y con un argumento principal: el castigo a los proxenetas, sin estar acompañado de otras medidas, conducirá a las prostitutas a la clandestinidad y las precarizará más. En las intervenciones de algunas portavoces de la izquierda, como las citadas de Sumar y ERC, o Bel Pozueta, de EH Bildu, latió la histórica división en el feminismo sobre las propuestas de prohibir la prostitución.
Esa división se había producido en la desaparecida Unidas Podemos entre el abolicionismo de Irene Montero y los comunes catalanes, partidarios de la regularización. Esta última postura es la defendida por otras dos formaciones ahora en Sumar, Más Madrid y Compromís, y eso acabó decantando al grupo de Yolanda Díaz a engrosar el frente del rechazo. Podemos se abstuvo, después de que su diputada Martina Velarde preguntase a los socialistas: “¿De verdad creen que esto se soluciona aplicando el Código Penal?”.
Otra de las críticas más repetidas fue que el endurecimiento de las penas no vaya acompañado de un plan para ofrecer alternativas a las mujeres. “Cortan la cuerda y no ponen red”, dijo gráficamente Joseba Agirretxea, del PNV. Hacía mucho que no se escuchaba un discurso de EH Bildu tan corrosivo para el Gobierno como el de la diputada Pozueta: “Esto es un despropósito y una total irresponsabilidad. Querían un titular sin importarles las consecuencias”. “Una masterclass de demagogia”, definió Pilar Calvo, de Junts, el discurso socialista. Y coincidió con los demás: “Van a mandar a mujeres vulnerables a la clandestinidad”.
Quienes no cuestionaron el fondo del asunto fueron PP y Vox. Es más, la extrema derecha, por boca de la diputada María Ruiz Solás, abogó por penas aún más duras para los proxenetas. Pero ambas se escudaron en que esas medidas deberían formar parte de una ley integral sobre la prostitución y se unieron a las acusaciones de electoralismo. La popular Ana Alós llegó a interpretarla como una reacción al caso Koldo: “Cada vez que tienen un problema, sacan la bandera del feminismo”. Sobre el contenido de la propuesta afirmó: “Es absolutamente insuficiente, no da soluciones reales y abandona a las mujeres a su suerte”. El PP pidió el PSOE que la retirase y hasta el momento mismo de la votación rehusó anticipar el sentido de su voto. Se intuía que iba a pesar la tentación de infligir a los socialistas una derrota en vísperas electorales. Y así fue.
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