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editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

España ante el riesgo de guerra

La Comisión Europea ha marcado los pasos para poner fin a la tutela militar de Estados Unidos de forma que la Unión asuma su defensa

Soldados en el Cuartel General Terrestre de Alta Disponibilidad, en Bétera (Valencia) el pasado mes de junio.
Soldados en el Cuartel General Terrestre de Alta Disponibilidad, en Bétera (Valencia) el pasado mes de junio.Biel Aliño (EFE)
El País

“Estamos en una época de preguerra. No exagero. Cada día es más evidente”. Las palabras del primer ministro polaco, Donald Tusk, hace unos días en EL PAÍS pueden parecer alarmistas. Como también las de la ministra de Defensa, Margarita Robles, quien en unas recientes declaraciones a La Vanguardia advertía: “Europa tiene que ser consciente de que el peligro [de guerra] está muy cerca; no es una pura hipótesis, es real”.

El temor que ambos políticos expresan se basa en el riesgo de que Vladímir Putin acabe ganando la guerra en Ucrania —cualquiera que sea el significado del verbo ganar en este caso— y eso lo anime a nuevas aventuras bélicas a medio plazo. Y en la posibilidad, no menos cierta, de que Donald Trump gane las elecciones de noviembre y regrese a la Casa Blanca, haciendo realidad su órdago de desentenderse de la suerte de Europa y dejarla expuesta al expansionismo de Moscú.

Esta situación ha llevado a los países europeos a incrementar sustancialmente su presupuesto de defensa, especialmente todos aquellos que sienten más próxima la amenaza rusa, como Polonia, que ha elevado su gasto militar hasta el 3,9% del PIB, siendo el país de la OTAN que proporcionalmente hace un esfuerzo mayor. El Gobierno español también ha realizado un fuerte aumento del gasto militar, que creció el 26% el año pasado, pero sigue estando a la cola de la OTAN en este punto, con el 1,24% del PIB, solo por delante de Luxemburgo y Bélgica. Y la renuncia a aprobar los Presupuestos de 2024, ante la sucesión de citas electorales que tendrán lugar este año, hace casi imposible que se pueda mantener esa senda de crecimiento.

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Con estos datos en la mano, es probable que los aliados saquen los colores a España cuando en julio próximo se celebre en Washington la cumbre del 75º aniversario de la fundación de la OTAN. Y eso a pesar de que España es el cuarto contribuyente a las operaciones de la Alianza Atlántica y de que 1.700 soldados españoles refuerzan este año la seguridad de las repúblicas bálticas, Eslovaquia o Rumania frente a la frontera rusa. Pese a su menor gasto militar, España es un contribuyente neto a la seguridad de la OTAN y no un mero consumidor como otros aliados.

En todo caso, si el aumento del presupuesto de Defensa resulta ineludible ante el incierto panorama internacional, este debería servir al menos para reforzar la autonomía estratégica de Europa, lo que requiere contar con una base industrial y tecnológica sólida que no dependa de terceros. Esa es la apuesta que ha lanzado la Comisión Europea: hacer de la necesidad virtud y asumir la mayoría de edad de la Unión, marcando la ruta para poner fin a la tutela militar de Estados Unidos.

España debe seguir el mismo camino, aprovechando las oportunidades que brindan los nuevos fondos europeos para programas de defensa o la posibilidad de que el Banco Europeo de Inversiones (BIE) se abra finalmente a financiar programas militares y no solo de doble uso. El objetivo de que en 2030 al menos el 50% de las compras de defensa de los Veintisiete sean de productos europeos y el 40% de sistemas conjuntos abre una oportunidad para las empresas españolas que no pueden desaprovechar.

Pero no basta con gastar más, sino que hay que gastar mejor. Los Veintisiete ya invierten 2,5 veces más que Rusia en defensa y, sin embargo, y por su manera de hacerlo, siguen mirando a Washington cuando ven en peligro su seguridad.

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