Un mundo inseguro se lanza al rearme con un auge del gasto militar del 9% en 2023
Los conflictos de Ucrania y Gaza, y las tensiones con China y Corea del Norte auguran que la carrera armamentística se profundizará
Un mundo cada vez más peligroso avanza decidido en la senda del rearme. La Conferencia de Seguridad de Múnich, celebrada este fin de semana, ha retratado con nitidez una tendencia con escasos visos de remitir. El gasto militar mundial fue en 2023 un 9% superior al del año anterior, alcanzando un valor de 2,2 billones de dólares, un nuevo récord en una senda ya ascendente, según datos publicados por el Instituto Internacional de Estudios Estratégicos en vísperas del foro. Se trata de una cifra superior al PIB de un país como Italia. Todo apunta a que seguirá creciendo.
La tendencia es global y afecta de forma especial a Europa, por la escalada bélica rusa y las perspectivas de regreso al poder en EE UU de un Donald Trump poco comprometido con los aliados; Asia-Pacífico, por el auge de China y la retórica agresiva de Corea del Norte; y Oriente Próximo, en plena espiral turbulenta al hilo de las hostilidades entre Hamás e Israel. El rearme concierne tanto armamento convencional como nuclear, con las potencias embarcadas en inversiones de modernización e innovación de los arsenales.
En el foro de Múnich, el secretario de Estado de EE UU, Antony Blinken, aprovechó la presencia de sus homólogos chino e indio para compartir parte de la información en su poder acerca de la nueva arma nuclear en la que, según Washington, Rusia trabaja. Se trata de un desarrollo que le permitiría colocar una cabeza atómica en el espacio, algo prohibido por el vigente tratado internacional sobre ese dominio, y que le permitiría provocar una disrupción brutal de todos los servicios vinculados a los satélites. Washington busca la complicidad de Pekín y Nueva Delhi, con mayor influencia sobre Moscú, para evitar una nueva grave escalada del Kremlin.
A continuación, una mirada sobre el desarrollo de esta fase de rearme en las regiones más estratégicas, en un contexto en el que Estados Unidos sigue siendo de lejos el país con mayor presupuesto (unos 900.000 millones de dólares), seguido por China (unos 220.000 millones, casi el doble si se evaluara a paridad de poder de compra).
Europa
La Conferencia de Seguridad de Múnich ha registrado un auténtico desfile de declaraciones de políticos europeos que alertan de los riesgos vinculados a la agresividad de Rusia y la perspectiva de victoria de un Trump cuyo compromiso con Ucrania y la OTAN es dudoso. Desde 2014, cuando el Kremlin se anexionó Crimea, Europa empezó a revertir lo que el jefe de la diplomacia europea, Josep Borrell, definió como una época de “desarme silencioso”.
El incremento del gasto en defensa se ha acelerado después de la invasión a gran escala de Ucrania. En 2014, los aliados europeos de la OTAN gastaron 235.000 millones de dólares, un 1,47% del PIB. En 2023, la cifra ascendió a 347.000 (ambas calculadas a precios constantes de 2015), equivalentes a un 1,85% del PIB. Para 2024 se esperan 380.000 y un 2%, respectivamente, según datos publicados por la Alianza Atlántica.
En Múnich se sucedieron los mensajes de líderes que creen necesario que Europa haga mucho más y muy rápido, desde el propio Borrell hasta el canciller alemán, Olaf Scholz, o la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, que anunció la presentación en tres semanas de una nueva estrategia industrial de defensa y su intención de nombrar un comisario de Defensa si obtiene un nuevo mandato en su cargo. El objetivo es aumentar capacidades tanto para sostener, hoy, la resistencia de Ucrania como para, mañana, disponer de una fuerte capacidad disuasoria ante posibles malas ideas de Putin, especialmente si Trump regresa al poder. “La amenaza rusa es real. Por ello, la defensa y la disuasión deben ser creíbles”, resumió Scholz.
Alemania, principal economía de la UE, está plenamente alineada con esa filosofía. Hace dos años, tan solo tres días después de la invasión a gran escala de Ucrania por parte de las fuerzas rusas, Scholz anunció el mayor giro político protagonizado por Alemania desde la reunificación, prometiendo que su Gobierno trabajaría para que el país diera el salto hacia un consistente fortalecimiento militar, tras siete décadas de distintos grados de contención marcados por el horror de la experiencia nazi.
Alemania ha ido aumentando su nivel de gasto militar desde entonces. En conjunto, el gasto en defensa rondó los 60.000 millones de euros, representando un 1,57% del PIB. “Me enorgullece poder decir que este año gastaremos en defensa el 2% del PIB”, declaró el ministro Boris Pistorius, en referencia a un umbral que es el requerido por la OTAN. “Pero soy suficientemente realista como para ver que esto podría no ser suficiente en años venideros”, añadió.
Esto se produce mientras el Kremlin ha convertido a Rusia en una economía de guerra, en la que, según datos mencionados por varias fuentes, un tercio del presupuesto del Estado es utilizado para sostener la invasión de Ucrania.
Asia-Pacífico
En la región de Asia-Pacífico los vectores que impulsan el gasto son múltiples. Por un lado, el constante crecimiento de China, que, de la mano de su largo auge económico, promueve una constante mejora y ampliación de sus capacidades militares. Estos incrementos, unidos a planteamientos que despiertan recelos en la región, han promovido el aumento del esfuerzo de otros países de la zona, como Japón o Australia.
Por otra parte, la retórica y las acciones de Corea del Norte, que recientemente ha eliminado de su Constitución el tradicional objetivo de una reunificación pacífica de la península, representan otro factor que espolea el gasto, al empujar al Sur, una importante economía, a mantenerse en elevadísimo estado de alerta.
Oriente Próximo
Esta región también tiene visos de encarrilarse en una carrera armamentística en medio del brutal conflicto entre Hamás e Israel y el efecto inflamatorio que este ha ejercido en una región tradicionalmente tensa.
Israel es una potencia nuclear que recibe desde hace décadas un fortísimo apoyo militar por parte de Estados Unidos. Arabia Saudí lleva años embarcado en un proyecto de fortalecimiento militar que le ha conducido a ser el sexto país del mundo en gasto en defensa (cuando es el 19 por tamaño del PIB). Irán no dispone del músculo económico para ser un actor significativo en términos cuantitativos, pero cultiva desde hace tiempo el desarrollo de capacidades asimétricas que le permitan influir en la región.
La conflictividad entre Israel y Estados Unidos, por un lado, y los socios de Irán en la región —disparada en estas semanas con bombardeos de Washington en Yemen, Siria e Irak— tiene visos de espolear a distintos actores a prepararse a fondo ante eventuales escaladas desbocadas.
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