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Columna
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Resurrección de Puigdemont

Para que se cumplan las sagradas escrituras, ahora solo falta que el ‘expresident’ vuelva a España a lomos de un borrico, abriéndose paso entre los camiones de La Junquera

Carles Puigdemont, a su llegada al acto de Junts en Elna (sur de Francia), el 21 de marzo.
Carles Puigdemont, a su llegada al acto de Junts en Elna (sur de Francia), el 21 de marzo.Gianluca Battista
Víctor Lapuente

Y, al tercer año, resucitó y anunció que se presentaba a las elecciones. Y la multitud estalló en vítores. Y, para que se cumplan las sagradas escrituras, ahora solo falta que Puigdemont vuelva a España a lomos de un borrico, abriéndose paso entre los camiones de La Jonquera.

Ni la pasión de Cervera despertará esta Semana Santa más expectación en Cataluña que la puesta de largo del expresident en Elna. En ambas obras, el final es de sobra conocido, pero el público no está ahí por la intrigante trama, sino por la estimulante épica; no por la apertura a nuevas experiencias y emociones, sino por la ritualización del viejo sentimiento de pertenencia, del espíritu del pueblo que renace tras la humillación de la cruz. Cambia el Imperio Romano por el español, y a Pilatos por García-Castellón, y tienes la argamasa de una fe colectiva. No es casualidad que, tras la secularización acelerada que vivieron dos sociedades muy católicas, Escocia y Quebec, despertara ahí el separatismo. La nueva religión reemplazó a la antigua. Lo mismo ha sucedido en Cataluña este siglo. El independentismo no es un suflé, sino un pan bendito.

Este diario calificaba a Puigdemont de candidato del pasado. Y esa es su ventaja: en el nacionalismo, el pasado mueve montañas. No sé si el vino de la victoria simbólica de Puigdemont transmutará en la sangre de un triunfo electoral. Las profecías demoscópicas no son halagüeñas, pero Junts siempre lo hace mejor en las urnas que en las encuestas. Ahora parte como tercero en liza, tras el PSC y ERC, pero ya ha remontado otras veces. A medida que suben los voltios de una campaña, su mensaje heroico sobre la liberación del pueblo vende mejor que reducir las listas de espera para las operaciones de cataratas.

Pero que el votante se mueva por emociones no quiere decir que no atienda a razones. Entre la densa oferta de opciones independentistas en el menú electoral, Junts acumula el mejor currículo. Porque el 24-J todos podíamos imaginar un acuerdo PSOE-Junts, pero pocos que Puigdemont consiguiera todo lo que quería (una amnistía a la carta) y cómo lo quería (controlando los tiempos, exprimiendo hasta la última gota la paciencia del interlocutor). Y es que una negociación es una guerra psicológica en la que se lleva el gato al agua quien exhibe menos miedo. En teoría, el expresident lo tenía peor: si fracasaba, no podría volver a su país. Pero Puigdemont demostró menos miedo a quedarse en Waterloo que Sánchez a irse de La Moncloa. Puigdemont no temió. Esa es la fuerza del creyente. @VictorLapuente

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