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editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Presión insuficiente sobre Netanyahu

La gravedad de la situación en Gaza exige mayor eficacia en los esfuerzos de la comunidad internacional para parar la guerra

Open Arms Gaza
La nave 'Open arms' cargado con ayuda humanitaria frente a las costas de Gaza.ISRAEL DEFENSE FORCES (via REUTERS)
El País

El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, aprobó el viernes los planes para una operación terrestre en Rafah, al sur de Gaza, donde se refugian más de un millón de personas huidas de la masiva destrucción causada por Israel en respuesta al ataque terrorista de Hamás del 7 de octubre. De producirse, esa ofensiva representará una nueva escalada en el sufrimiento infligido a la población palestina, encerrada desde hace meses en el pequeño territorio, con comida y medicinas a cuentagotas y bajo un brutal volumen de bombardeos.

La comunidad internacional debería hacer todo lo posible para lograr lo que no ha conseguido hasta ahora: que el primer ministro contenga la desproporcionada acción de sus fuerzas militares. Muchos gobiernos, incluidos los más próximos a Israel, le han exhortado a no desencadenar esta nueva fase de operaciones, de perspectivas desastrosas desde el punto de vista humanitario. Chuck Schumer, líder de la mayoría demócrata en el Senado de EE UU, —el legislador de mayor rango de religión judía— acusó esta semana al líder israelí de haber “perdido el norte” y “anteponer su supervivencia política al bien de Israel”.

Netanyahu sabe que solo mantener las hostilidades al nivel actual le garantiza seguir en el poder. Porque carga, además de con un cúmulo de acusaciones de corrupción, con la responsabilidad de no haber sabido prevenir el infame ataque terrorista de octubre. Él es parte del problema, no de la solución. Naturalmente, corresponde a la democracia israelí decidir quién quiere que la lidere. Pero el rechazo internacional a la política de su actual primer responsable debería pasar ya de las palabras a los hechos.

Merecen el mayor aplauso tanto las iniciativas para abrir corredores de ayuda por vía marítima como los esfuerzos diplomáticos —entre ellos, la ronda que tendrá lugar hoy en Qatar— para buscar un alto el fuego. Los resultados son, sin embargo, insuficientes. Aunque no haya cerrado la puerta a la negociación, Netanyahu —que se niega a abrir pasos terrestres para socorrer a la población civil de Gaza— no da señales de desviarse de su senda. Esta semana, mientras, han vuelto a morir decenas de palestinos que esperaban el reparto de comida y ayer Unicef anunció que un tercio de los niños menores de dos años asentados en el norte de la Franja sufre malnutrición severa.

EE UU debería condicionar su ayuda militar a Israel y la UE revisar sus relaciones con el Gobierno liderado por el Likud. Unos y otros, contemplar un reconocimiento de un Estado palestino, aunque sea un gesto simbólico. Y por supuesto, exigir el cumplimiento de las medidas dictadas hace más de un mes en La Haya por el Tribunal Internacional de Justicia de la ONU, que reclamó extremar la cautela para evitar que se cometan crímenes de guerra. La gravedad de la situación requiere una presión más eficaz sobre Netanyahu.


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