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editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

México en campaña electoral

La violencia contra los políticos desatada por el narco ensombrece el camino hacia las elecciones que renovarán la presidencia

Las candidatas a la presidencia de México, Claudia Sheinbaum (izquierda) y Xóchitl Gálvez.
Las candidatas a la presidencia de México, Claudia Sheinbaum (izquierda) y Xóchitl Gálvez.EFE / Getty
El País

México ha iniciado ya una campaña electoral que culminará el próximo 2 de junio con los mayores comicios de su historia. Ese domingo, los mexicanos no solo decidirán quién ejercerá en los próximos seis años la presidencia, sino también la renovación del Senado y la Cámara de Diputados, así como de ocho gobernaturas, la jefatura de la Ciudad de México y la gran mayoría de congresos locales y gobiernos municipales.

Con 20.000 cargos públicos en juego en todo el país, serán unas elecciones que a buen seguro depararán numerosas sorpresas, pero que de salida, y pese a los zarpazos de la narcoviolencia, nacen bajo el signo de la previsibilidad. A diferencia de lo que ocurre en Estados Unidos con Donald Trump o de lo visto recientemente en Argentina con Javier Milei, ninguna de las dos candidatas con posibilidades de triunfo representan propuestas cuya radicalidad pueda desestabilizar al mayor país de lengua española del mundo (130 millones de habitantes).

En cabeza de todos los pronósticos figura Claudia Sheinbaum, científica, de 61 años. Líder de la formación de izquierda Morena, antigua jefa de Gobierno de Ciudad de México y fiel seguidora del actual presidente Andrés Manuel López Obrador. Su enorme ventaja en las encuestas —hasta 30 puntos frente a su competidora, Xóchitl Gálvez— hacen presagiar una campaña tibia en los riesgos y continuista con el legado presidencial, basado en la lucha contra pobreza, el robustecimiento de los amortiguadores sociales y una narrativa de ataque a los privilegios. Una opción legítima y eficaz, pero que corre el riesgo de volver indiscernible a la candidata de su mentor político.

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Xóchitl Gálvez, al frente de una coalición con fuerte sesgo de centroderecha que aglutina al PAN, PRI y PRD, solo tiene un camino por delante: aprovechar todas las oportunidades en busca del ángulo que le permita remontar. No es tarea fácil. Aparte de que compite con una candidata poco dada al error, Gálvez, una empresaria de 61 años que hace gala de sus raíces indígenas, se enfrenta a un momento de bonanza económica y a un presidente de gran popularidad y que demuestra a diario, y muchas veces polémicamente, un conocimiento profundo del tablero mexicano. Para superar este muro, el discurso de Gálvez se ha centrado, de momento, en denunciar la inseguridad, anunciar el retorno de la inversión privada a las iniciativas públicas y, al mismo tiempo, prometer el mantenimiento de los programas sociales de López Obrador.

En este escenario, el mayor peligro para la campaña electoral procede de la narcoviolencia. Una lacra que ya ha matado en los pasados meses a decenas de políticos y que es de prever que se agravará durante la contienda electoral. Son estos crímenes, en su mayoría sin resolver, la demostración del mayor fracaso del Estado mexicano.

Que México siga siendo una tierra bañada en sangre, que la extorsión y el miedo campen por su territorio, debería forzar a las dos candidatas y sus formaciones a buscar de un pacto de Estado, al que se sumen todos los poderes. Algo que en este momento se antoja difícil debido a la crispación política, pero que ha de ser un objetivo primordial en ese futuro político en el que por primera vez y casi con toda seguridad una mujer será presidenta de México.

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