Bohemios, suicidas y seductores
La vida convulsa y bohemia de un artista, adornada de perversiones, suele ser muy atractiva
La vida convulsa y bohemia de un artista, adornada de perversiones, de amantes suicidas y borracheras, suele ser muy atractiva. No hay historiador del arte que a la hora de escribir sobre Caravaggio no recuerde que fue un asesino y que pintaba las vírgenes y los ángeles tomando como modelos los adolescentes degenerados que vagaban por el puerto de Nápoles. Picasso decía de Modigliani que siempre se las apañaba para coger las cogorzas más clamorosas en el cruce de Montparnasse con el bulevar Raspail, entre La Coupole, La Rotonde y el Dôme para exhibir su desdicha ante el mundo. En uno de estos cafés dibujaba con un anuncio en los pies: “Me llamo Modigliani, soy judío, cobro cinco francos”. A veces pintaba un retrato a cambio de una botella de absenta. A medida que caminaba hacia la destrucción su genio se hacía más patente y sus pinturas comenzaron a cotizarse. Cuatro años antes, por uno de sus cuadros pedían 300 francos. El marchante Ambroise Vollard un día pasó por una galería y preguntó por el precio de un desnudo que había en el escaparate. “Vale 350.000 francos”, le dijo el galerista. Por supuesto, Modigliani ya había muerto. Picasso en lo más alto de su gloria llegó a pintar sentado en un baúl lleno hasta los topes de billetes de 100 francos. Paradójicamente, su pintura más valorada era la de sus tiempos de miseria cuando encendía la chimenea con dibujos de la época azul en el Bateau Lavoir de Montmartre. Durante muchos años Picasso estuvo atormentado por el dolor de muelas. Tal vez este detalle marcó el destino del pintor Óscar Domínguez, quien en el fondo de su destrucción etílica consiguió por fin que Picasso lo recibiera. Quería pedirle ayuda para remediar su extrema pobreza. Habían sido muy amigos. Óscar lo veneraba. En ese momento, Picasso solo estaba pendiente de la muela del juicio y lo echó de casa. Óscar Domínguez acabó cortándose las venas en la bañera. Artistas limpios y ordenados o bohemios y suicidas. ¿Qué precio alcanzaría hoy en una subasta la oreja de Van Gogh?
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.