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ANATOMÍA DE TWITTER
Columna
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Todo lo que saben de nosotros

Hoy resulta más fácil conocer a cualquier usuario de las redes que al vecino de arriba. La información regalada en internet es un botín para los delincuentes

Estafas por WhatsApp
Pantallazos del tipo de estafa por WhatsApp sobre la que alerta la Policía Nacional.
Natalia Junquera

“Para evitar las estafas por WhatsApp, haced preguntas de seguridad como yo”, tuiteó esta semana el escritor Juan Gómez-Jurado, con casi 332.000 seguidores en X. El mensaje incluye dos fotografías de un chat con un supuesto estafador:

—Hola papá, soy yo, tuve un accidente. Me han dejado este móvil para que contacte contigo.

—¿Estás bien? ¿Dónde estás?

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—Estoy bien, en casa de un amigo. Necesito 100 euros para el taxi y para devolverle lo que me prestó. ¿Me puedes ayudar, por favor, papá? Hazme un bizum a este número.

—Por supuesto, si me dices la contraseña.

—¿Qué dices, papá? ¿Qué contraseña?

—La que habíamos acordado previamente para estos casos.

—¿Qué dices, papá? No me acuerdo. Lo estoy pasando muy mal, por favor, ayuda.

—Te doy una pista: el nombre del ayudante de Batman.

—Robin.

—Eso lo sabe cualquiera. Pero de todos los que han existido, ¿cuál de ellos es el mejor Robin?

—Dick Grayson.

—La respuesta era Tim Drake. Ahora sé que no eres mi hijo. Ningún hijo mío daría una respuesta tan heterobásica.

El mensaje acumula un millón de visualizaciones, 17.500 me gusta y más de 2.700 retuits. Algunos avispados tuiteros se fijaron en que la hora de algunas respuestas es previa a la de ciertas preguntas, pero broma o no, la estafa existe. La Policía la conoce como “Hijo en apuros” y periódicamente advierte sobre ella en su cuenta de X. El pasado 27 de enero, 59 personas fueron detenidas en Cataluña por formar parte de una organización criminal que había obtenido más de 460.000 euros por este método. Los agentes explican que los delincuentes han perfeccionado el modus operandi: localizan a chavales que están estudiando o viviendo fuera de la casa de sus padres para que su relato resulte más creíble y luego, recaban todos los datos que precisan para el timo. ¿Cómo lo hacen? Utilizan la información que las propias víctimas comparten en sus redes sociales.

Hoy resulta más fácil conocer a un usuario de Instagram, Facebook, LinkedIn o X que al vecino de arriba. Buceando en las redes no es difícil averiguar nuestra edad, a qué nos dedicamos, dónde vivimos, quiénes son nuestros familiares y amigos, si estamos solteros o emparejados, qué actividades de ocio practicamos, qué nos interesa. A menudo, nos quejamos de la cantidad de datos que se solicitan por internet para cualquier trámite, pero nosotros mismos regalamos toneladas de información personal. Por vanidad o en busca de oportunidades laborales, nos vamos desnudando poco a poco, y al renunciar a nuestra privacidad se abre la puerta a estafas de todo tipo. El periodista Ricardo de Querol, subdirector de EL PAÍS, recuerda en su libro La gran fragmentación: “El mundo digital nos ha dado el poder de la comunicación, pero por eso mismo nos ha vuelto frágiles. Nos hemos expuesto a la vigilancia masiva, a los intrusos, a potenciales chantajes. Somos más vulnerables por exponernos tanto”.

Existen tantos tipos de estafa como vulnerabilidades: la del hijo en apuros, la del seductor o seductora que, una vez establecida una relación de confianza, pide dinero con cualquier excusa... Y la tasa riesgo-beneficio parece favorecer a los ciberdelincuentes: estos delitos no requieren de grandes infraestructuras; son baratos de cometer y a menudo no se denuncian, sobre todo en el caso de los timos amorosos, por vergüenza. Perseguirlos resulta complejo, porque los ciberdelincuentes saben enmascararse en la Red. Las cifras hablan por sí solas: la cibercriminalidad —el 90,4% son estafas— creció un 378% en España entre 2016 y 2022, según el Ministerio del Interior. Los últimos datos —de enero a septiembre de 2023— muestran un incremento del 22,8% con respecto al mismo periodo del año anterior.

Muchas réplicas al tuit de Gómez Jurado describen, de hecho, experiencias similares: “A mí me llegó y mi hija estaba durmiendo en su habitación” (Maitetxu67). Otros se lo tomaron con humor: “Me parece que no conocéis a vuestros hijos. ¿Todas las letras y todos los signos de puntuación?”, se burla @Babsolutatw. “Cosas por las que me hubiera gustado ser padre”, escribe @Andres_Maeso. “Para evitar estafas como estas no tengáis hijos”, bromea @Theatre_PLZ. El tuit también desató, naturalmente, una acalorada disputa sobre quién ha sido el mejor Robin. Pero el asunto es serio. Los delincuentes lo hacen cada vez mejor. Cada vez saben más (de nosotros).


Sobre la firma

Natalia Junquera
Reportera de la sección de España desde 2006. Además de reportajes, realiza entrevistas y comenta las redes sociales en Anatomía de Twitter. Especialista en memoria histórica, ha escrito los libros 'Valientes' y 'Vidas Robadas', y la novela 'Recuérdame por qué te quiero'. También es coautora del libro 'Chapapote' sobre el hundimiento del Prestige.

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